16 nov 2008

Ambiciones residuales

La Voz del Interior (16/11/2008)
Ambiciones residuales

En el problema de la higiene urbana, los planetas se vienen alineando hace varios años para precipitar un cataclismo del que la ciudad todavía no está a salvo. Juez y Giacomino, con su pelea, contribuyen a temer lo peor.
Un año atrás hablaban como repitiendo el manual del sentido común. Uno gobernaría la ciudad y el otro se dedicaría a preparar al partido para no fallar en la siguiente elección provincial, anunciaban a coro Daniel Giacomino y Luis Juez.
El problema siempre es la memoria cuando los errores de hoy se contrastan con las promesas de ayer.
La pelea sin límites que estraga al Frente Cívico y usa como rehenes a los vecinos de la segunda ciudad de la Argentina es apenas la nueva versión en continuado de un mismo fenómeno que se arrastra desde hace nueve años, con protagonistas distintos pero con el mismo signo declinante.
Primero fue la guerra entre Germán Kammerath y el (ahora ex) matrimonio De la Sota-Riutort. El intendente de la Ucedé quería gobernar, pero desde la Casa de las Tejas deseaban gobernarlo. Resultado: funesto.
Luego vino el combate a muerte entre Luis Juez y De la Sota. Convivir estaba mal e intercambiar insultos y agresiones era lo mejor para ambos. Síntesis: otro desastre.
El conflicto no es ahora entre gobernador e intendente, sino entre el que está y el que se fue. Las víctimas siguen siendo los vecinos y el resultado de la sinrazón acumulada salta a la vista: la ciudad de Córdoba está peor que cuando la dejó Rubén Martí, en el lejano diciembre de 1999. Veníamos más o menos bien hasta entonces.
El retroceso es todavía más dramático si se considera que a lo perdido debe sumarse la evolución que no fue y lo que otras ciudades pueden mostrar. Mejor ni hablar de Rosario.
El último retazo de esta historia insoportable es el novelón de la ruptura de dos que decían ser amigos y se volvieron enemigos apenas se descubrieron pugnando por un cargo que se pondrá en juego en remotos tres años.

Dos equivocados
Es normal que Juez y Giacomino quieran ser gobernador. Y aceptable que disputen ese lugar entre ellos; al fin, es una regla natural de la competencia política. Lo que cansa es que pongan a la ciudad como campo de batalla.
Tampoco hay explicaciones para dos errores ostensibles:
El de Giacomino, de competir antes de tiempo con Juez por la Gobernación, cuando todavía no había ni empezado a mandar en la Municipalidad.
El de Juez, de pretender cogobernar la ciudad ejerciendo su liderazgo a los empujones, en lugar de dedicar su tiempo a prepararse para ser gobernador.
Si resulta hoy ocioso establecer quién tiró la primera piedra, allá por noviembre o diciembre del año pasado, al menos resulta interesante aproximarse a las últimas horas, en las que nada menos que el futuro inmediato de un servicio elemental –la recolección de la basura– tambaleó por culpa de la misma reyerta de siempre.
En el problema de la higiene urbana, los planetas se vienen alineando hace varios años para precipitar un cataclismo del que la ciudad todavía no está a salvo.
Vencido el contrato con Cliba (del grupo Roggio) durante la intendencia de Juez, una renovación precaria siguió a la otra, con los consiguientes aumentos de los honorarios de la empresa. El líder del Frente Cívico se fue sin llamar a licitación y Giacomino derivó el tema al Concejo Deliberante, para despachar las condiciones del concurso.
El resultado fue un pliego que dividía la ciudad en dos zonas y dejaba espacio para que una tercera empresa se hiciera cargo del enterramiento de la basura. Con precios llamativamente similares y notablemente altos, apenas aparecieron las dos empresas (Cliba y Covelia) que en los últimos años conviven en otras ciudades.
¿Qué o quiénes espantaron a otras empresas interesadas en participar de un negocio que en otras partes del mundo es redituable?
¿Cómo llegó la Municipalidad a concluir que la única solución es crear su propia empresa y seguir con el contratista de siempre haciendo la otra mitad del trabajo?
Las dos preguntas tienen respuestas que apuntan responsabilidades en distintas direcciones. La crisis mundial que espanta inversores es apenas una excusa que oculta maniobras más próximas.
Roggio y los camioneros que maneja el líder de la CGT, Hugo Moyano, terminaron con la demora en decidir qué hacer con una licitación que se volvió imposible.
Entre octubre y noviembre, un paro que dejó sin servicio a la ciudad durante media semana terminó en un acuerdo a las apuradas que incluyó dos cosas: un plan de pagos de la deuda atrasada y darle a Roggio por contratación directa la zona sur de la ciudad. El norte de Córdoba sería limpiado por una empresa estatal que debía crear la Municipalidad.
El silencio que hasta entonces había mantenido Juez sobre el tema hizo creer a Giacomino que contaría con el bloque de concejales como base para alcanzar los dos tercios de los votos necesarios para legalizar un futuro de contrato millonario sin licitación y de otra empresa municipal.
Obtenidos dos votos del bloque radical (el que responde a Miguel Nicolás), faltaba un voto y el bloque oficialista habilitó a Giacomino a buscarlo en el Gobierno provincial.
Juez no tardó en vociferar su enojo en las radios cuando el bloque peronista –impulsado por el gobernador Juan Schiaretti y el ministro Carlos Caserio– dio el sí, y Giacomino compartió un acto con el gobernador y otros intendentes del Gran Córdoba que traerán la basura al enterramiento que la Capital tiene en Bouwer.
El jefe del Frente Cívico fijó dos límites imposibles: Giacomino no podía hablar con el Gobierno provincial ni tampoco ser ayudado por el kirchnerismo de la Casa Rosada. Hacer cualquiera de las dos cosa era traición, sentenció.
Recordatorio obligado: la Municipalidad de Córdoba está lejos de sobrevivir con lo propio, tiene déficit y debió aumentar su endeudamiento financiero para funcionar.
Juez le imponía a su sucesor lo que él no hizo como intendente. Es verdad que siempre eligió enfrentarse con la administración delasotista, pero alguna vez firmó un pacto fiscal con el mismísimo enemigo. Esto sin contar que durante sus cuatro años en el Palacio 6 de Julio fue un fiel promesante en el altar kirchnerista.

(Des) obediencia (in) debida.
En el fondo, lo que Juez no soporta no es con quién Giacomino se saca fotos o a quién la pide ayuda. Lo que lo pone nervioso es que no le haga caso. “No creo ser merecedor de tamaño acto de deslealtad”, dijo ayer sobre la manera en que se conduce su sucesor.
Y Giacomino no le hará caso. Acentuará su relación con el Gobierno provincial y se mantendrá muy cerca del kirchnerismo. Cree que así podrá armar una gestión que lo lleve a ser gobernador y que sobre esa plataforma atraerá al radicalismo, que hoy duda entre irse con Juez, mantenerse solo o aliarse a él para 2011.
El intendente no ignora que su posición es funcional al único interés conjunto que hoy une a peronistas, kirchneristas y radicales: debilitar la fortaleza electoral que hoy registra Juez en los sondeos de opinión. Bajarle el copete a Juez, tal la preocupación de los que no militan junto al ex intendente.
Schiaretti no abandonará a Giacomino, porque eso le sirve para maniobrar contra la elevada estatura electoral de Juez. Y Néstor Kirchner seguirá apostando por el intendente, porque es su primera y casi única opción en Córdoba. “Nunca le soltaremos la mano”, dijo el jefe de Gabinete, Sergio Massa, el jueves, durante una entrevista con este diario.
El juego nacional para Córdoba seguirá a dos puntas. El extremo peronista con el que buscará una sociedad electoral incluye sólo a Schiaretti y da por terminado el ciclo político de De la Sota.
En simultáneo con la operación de Juez para quitarle el aval de los concejales a Giacomino, Schiaretti apuró una ayuda económica concreta a la Municipalidad de Córdoba, creando un fondo de higiene urbana con parte del dinero del plan contra el fuego. Un préstamo del Banco de Córdoba a la Municipalidad para pagarle parte de la deuda a Roggio y fondos nacionales para el equipamiento de la empresa completan un combo de ayuda armado a dos puntas para el intendente.
Juez no contaba con un adversario. Los concejales propios fueron a hacerle notar la insensatez de querer gobernar dictando opiniones en los programas de la mañana.
Al fin, debió soportar que su propia gente aprobara el proyecto de Giacomino. Varios funcionarios que responden más a Juez que al intendente y el propio viceintendente Carlos Vicente jugaron en este caso contra los empujones del jefe.
Juez quedó solo repitiendo un discurso parecido al del radical Ramón Mestre, quien como él defendía volver a prorrogar el contrato a Roggio para toda la ciudad.
La ciudad acaba de conseguir otra empresa pública. Ni Giacomino ni Vicente, sus dos creadores, están convencidos de haber encontrado la solución ideal. Se conforman repitiendo que es lo único posible que encontraron a mano.
Superpuesta, otra pelea entre Giacomino y Juez ya está en el ring. El aumento de las tasas, revalúo mediante, que el intendente negoció con los concejales juecistas, ya fue dinamitado por Juez en un par de irrupciones radiales.
Traba va, chicana viene, Giacomino responderá por intermedio de la concejala Graciela Treber. Es la hija del economista Salvador Treber, quien convenció a Juez de impulsar un revalúo de las propiedades rurales. “Daremos una gran batalla ideológica”, prometen en la Municipalidad.

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