29 oct 2020

La industria forestal se defiende de las críticas

 


La Voz del Interior (29/10/2020)
Incendios y pinares serranos: las respuestas de los forestadores cordobeses

Desde algunos sectores se apunta que cuando el fuego llega a los pinos, el combate se complica más. Pedro Valls, con 40 años como docente y desarrollador de forestaciones, sale en defensa de la especie y de su rol para el ambiente y la economía provincial.
Cada temporada de incendios se renueva el planteo: bomberos y personal del Plan de Manejo del Fuego advierten que cuando los focos entran en forestaciones de pinares el combate se complica más. En algunas ocasiones marcan que no están mantenidos con raleos para facilitar la extinción.
Mientras, desde sectores ambientalistas se cuestiona la presencia de vegetación exótica en las Sierras, compitiendo con la nativa.
Quienes se dedican a las forestaciones implantadas defienden su presencia en Córdoba, ya acotada en relación con décadas atrás. Hace cuatro décadas, la provincia sumaba unas 40 mil hectáreas con pinares. Hoy, no llegan a las 10 mil.
Pedro Eduardo Valls es ingeniero agrónomo con posgrado en forestal. Fue docente de esa especialidad en la UNC y en otras tres universidades, desarrolló una empresa dedicada a la explotación forestal e integra la Cámara de la Madera de Córdoba. Actualmente, sigue operando campos con pinares en las Sierras del Sur y produce madera con aserradero propio en Elena. Es un referente del sector productor de pinos en Córdoba.
“Casi todos los años, desde hace décadas, hay algún fuego en las cercanías o en nuestros campos. Hemos ido sumando equipamiento y conocimiento para atacarlos. El año pasado y este hemos tenido incendios complicados. Antes la gente rural usaba más la quema buscando el rebrote, eso fue bajando porque fue prohibido, pero no desapareció. En los últimos años, son más frecuentes inicios por gente que pasa en tránsito, de paseo hacia las sierras, entre otras causas”, expone.
Valls marca que el ataque al fuego mejoró. “Hace 20 o 30 años, con un incendio declarado había que esperar tres días a que llegaron los bomberos y no había aviones hidrantes. Ahora, tuvimos focos cerca en los que los aviones a las tres horas ya hacían aplicaciones. Hoy es más instantánea la reacción. Los bomberos llegan más rápido y en mayor cantidad. Pero a veces no alcanza, si se dan condiciones como este año, muy duro en lo climático”, plantea Valls.
“Otro dilema es la falta de caminos para que los bomberos lleguen a ciertos lugares; hay grandes extensiones sin caminos o con caminos abandonados. Hay que ver eso, porque los focos con el cambio climático exigirán detectar y llegar más rápido”, advierte.

Efectos e impactos

-A los pinos se les adjudica que son más combustibles y más difíciles de controlar cuando prenden….  
-Es clave la temperatura con que llega el fuego a una forestación. Si es elevada, el fuego se va a la copa y es complejo. Pero si hay 10 grados o menos, en invierno, va por lo bajo y el impacto es mucho menor. Pero depende también de que ese campo esté trabajado, con podas hasta los cuatro metros. Así el fuego pasa y no toma las copas. Con eso y con accesos que permitan llegar, se puede contener bien. El año pasado nosotros tuvimos un foco que quemó 150 hectáreas de pinos, con una temperatura ambiente baja y se recuperó el 90 por ciento de los árboles. Si el día es caluroso es mucho más complicado.

–En 2013 hubo enormes incendios serranos sobre pinares en Calamuchita y Paravachasca que afectaron millones de ejemplares. Se cuestionó que buena parte eran forestaciones no bien mantenidas…  
-Hubo condiciones extremas ese año. Como en 2020. Este año hubo ráfagas de hasta 200 kilómetros por hora. Si se suman meses sin lluvias y una humedad por debajo del 10 por ciento, el fuego que se inicia es imparable. Eso pasó entonces. En el mundo, con esas condiciones agravadas por el cambio climático están arrasando todo.

-Los de 2013 fueron meses después de que vendavales voltearon un millón de árboles, que terminaron siendo combustible…
-Esa vez a nosotros el vendaval nos afectó en unas mil hectáreas forestadas, pero pudimos cosechar todo lo caído por el viento. Pero nuestra estructura y modelo lo permitió. Había que hacerlo rápido: son seis meses para cosecharlo y que sirva. Había muchos sectores sin capacidad industrial de recuperar eso. Si no hay caminos, cómo se sacan. Y otros factores, por razones de costo. Una planta caída, a los cuatro años está podrida y ya no es combustible. Pero la culpa no es del árbol.

-¿Depende entonces del productor que mantenga esa forestación en condiciones, y del Estado que controle que lo haga?
-Hay forestaciones bien manejadas y otras que no. Hay lugares con caminos y otros que no. Si hay zonas sin acceso, nadie sostiene la producción y se abandona. Hay que ver las circunstancias. El tema es que a cierta altura serrana los pinares son una alternativa importante, sin competir con el monte nativo. Y en el monte nativo también es complicado controlar un foco si no se puede acceder, si no hay un manejo para que el fuego no sea imparable. Los fuegos se paran en los ríos o en los caminos, si las condiciones climáticas no ayudan.

-Desde una perspectiva ambientalista, no son tan vistos como un aporte...  
-Cuando las lluvias son intensas, la erosión que produce el agua en las Sierras es intensa. Allí la presencia del árbol es fundamental para contener el agua en el suelo. Si no, las crecientes son cada más grandes. Hay estudios científicos que muestran que la forestación y el manejo en la cuenca alta es clave para retener el agua, y que esa agua retenida permite un mejor crecimiento de la masa de vegetación. A la vez, una hectárea de pinos por año produce 20 toneladas de oxígeno y capta 20 toneladas de dióxido de carbono, además de retener aguas y suelos. En un modelo integrado, todo contribuye. Hay especies exóticas que son invasivas y no aportan, realmente. Pero el pino tiene valor y se puede manejar bien.

-Habrá escuchado decir que ese aporte es mucho mejor con presencia de monte y de pastizales nativos, que con exóticas…
-Pero arriba de los 900 metros no existe ningún árbol nativo. En altura solo subsisten tabaquillos, pero en quebradas, sin vientos. El pinar no compite allí ni desplaza a lo nativo. Estamos haciendo ensayos para ver cómo debajo de un pinar bien trabajado se recuperan especies autóctonas. Por ejemplo, lo vemos con el coco nativo. Lo que hay que hacer es trabajar en conjunto con especialistas en pinos y en nativas viendo alternativas. La industria forestal produce madera, desarrollo y empleo. Lo que hay que ver es cómo logramos sustentabilidad ambiental y económica. Hay apoyo nacional para financiar proyectos de forestación con exóticas y con nativas. Se puede hacer con algarrobos, por ejemplo, donde los climas sean aptos para producir y reforestar. Entre todos tenemos que ver cómo evitamos la erosión del suelo, cómo evitamos que no se retenga agua en verano y que falte en invierno. Hay que interactuar más entre distintas disciplinas.

-En los años 70 fue el mayor desarrollo de forestaciones con pinos en Córdoba. ¿Por qué quedan 10 mil de aquellas 40 mil hectáreas implantadas?.
-Córdoba llegó a tener el segundo macizo forestal del país, con 40 mil hectáreas. Eso se fue achicando, mientras en otras provincias fue creciendo. Sobre todo, porque no fue rentable, a pesar de que la calidad de madera de Córdoba, bien trabajada en secadero, es muy alta. Ahora, con ese avance, tenemos alta demanda. Pero hoy no quedan más de 10 mil hectáreas. Los incendios y la extracción sin reposición fue bajando el número con los años. Quedan núcleos en Calamuchita, Paravachasca y en las Sierras del Sur. Córdoba está perdiendo oportunidades de reforestación con sentido productivo, que otras provincias si están aprovechando. Y no digo forestaciones en lugar de bosque nativo. Hay que sumar ambas cosas: macizos de especies nativas y de especies más forestales, donde corresponda. Hay que encontrar el camino, sin grietas, sumando los conocimientos de unos y de otros.

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