10 nov 2007

Propio sistema de higiene

La Voz del Interior (10/11/2007)
Una villa que puso en marcha su propio sistema de higiene urbana



El viento de ayer por la mañana no amedrentó a un centenar de vecinos de Villa Campo de la Ribera, al sudeste de la ciudad de Córdoba, que pala en mano salió a limpiar las calles y espacios verdes del sector para convertirlo en un ambiente m{as saludable.
La villa se erige en una loma a pocos metros del cruce de la avenida Costanera y Circunvalación, y la falta de servicios esenciales es evidente. Las humildes casitas obtienen el agua potable desde un tendido que viene de una escuela cercana, y que se distribuye por medio de una precaria red de mangueras.
La energía eléctrica llega también por un tendido clandestino que es sumamente peligroso, por la escasa altura a la que se ubica y los endebles postes en los que se apoya. Sin embargo, la villa no puede obtener de otra forma los servicios por una simple razón: no existen los tendidos formales.
El asentamiento no figura en la nomenclatura, ya que los predios en los que se asienta son fiscales. Tiene unas seis manzanas que se separan por serpenteantes y angostos pasajes, los que hasta ayer estaban prácticamente cubiertos de desperdicios.
En ese contexto, Daniel Martínez instaló su comedor, denominado La Botellita. Desde allí empezó a trabajar para que los mismos vecinos del asentamiento cambien su mentalidad para cambiar también su realidad.
“Acá no podemos poner la luz social o el agua, por la sencilla razón de que la zona no existe”, comentó Martínez. “Entonces, necesitábamos hacerles entender que ellos mismos tenían que empezar a mejorar su entorno, para que después lleguen mejoras”, agregó.
Martínez contó con la ayuda del empresario José Sanz y con un grupo de pastores de la zona, miembros del grupo político Fuerza Transformadora, todos evangelistas. Además se sumaron aportes desde la comunidad israelita y del cura párroco de la iglesia del Hogar de Ancianos Padre Lamónaca.
Todos ellos comenzaron a reunirse con los referentes barriales para empezar a trabajar para cambiarle la cara al lugar. Así fue que hace unas semanas se dio el primer paso: bautizar los pasajes de la villa.
El plan continuó ayer, con la puesta en marcha de un programa de limpieza del lugar. “Esta gente logró unirnos, para que trabajemos todos juntos”, comentó, pala en mano, Inés Medina, una santafesina que llegó al lugar huyendo de las inundaciones de Santa Fe.
De a poco, el ejército de vecinos limpió un predio donde quedó una canchita de fútbol impecable, que será inaugurada en poco tiempo. “Acá colaboramos todos, para que después esta experiencia se pueda trasladar a otros barrios”, afirmó Juan Ortopán, pastor de una iglesia evangelista de barrio Maldonado.

La recolección
Una vez limpiada la canchita, los vecinos, armados con guantes, palas y rastrillos, se dispersaron por las calles de la villa para continuar la limpieza. Al mismo tiempo, otro grupo comenzaba a instalar tachos de 200 litros que funcionarán como basureros.
Apenas comenzaron a instalar los tachos, otros vecinos se acercaban para recordarles que no se olviden de poner alguno cerca de su casa. “Así funciona esto, al grupo que está trabajando se acercan más personas y se convierte en un trabajo comunitario”.
Ya cerca del mediodía, se realizó un sorteo entre un grupo de carreros, para decidir quién sería el encargado de recolectar diariamente la basura de los tachos, para luego depositarlos en unos contenedores dispuestos por la empresa Cliba.
“El basurero acá sale más barato que el que paga la Municipalidad”, bromeó uno de los vecinos, provocando la carcajada de todos los que trabajaban.
Unas horas después, el paisaje de la villa había cambiado totalmente. La basura de las calles estaba prolijamente embolsada, a la espera del paso del recolector. Y los vecinos lucían orgullosos su logro: un mejor lugar para vivir, fruto de su propio trabajo.

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