6 sept 2009

El barrio que crece sobre residuos patógenos

La Voz del Interior (06/09/2009)
El barrio que crece sobre residuos patógenos

Se trata de Nuestro Hogar IV, ubicado al sur de la Capital. Fue construido sobre un basural que funcionó en los ’60.
Casitas de madera, calles de tierra y un terreno plagado de residuos patógenos. Esos son los elementos que componen el paisaje de Nuestro Hogar IV, un asentamiento que crece día a día en el extremo sur de la ciudad de Córdoba, a la altura del kilómetro 7,5 de la avenida Vélez Sársfield, y en el que un estudio de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) detectó altos niveles de contaminación con metales pesados.
En el lugar viven más de 150 familias que desde 2007 comenzaron a "urbanizar" el predio que en la década de 1960 funcionó como un basural a cielo abierto, en el que se disponían residuos domiciliarios, industriales y hospitalarios.
El terreno ya fue "loteado", se trazaron calles y fue limpiado –en su superficie– por las familias peruanas, bolivianas, paraguayas y argentinas que allí habitan. Hay 24 manzanas con 24 lotes cada una.
De lejos, el lugar es similar a cualquiera de las tantas villas que están en formación en la ciudad. Sin embargo, sólo con recorrerlo se pueden encontrar todo tipo de elementos altamente peligrosos.
Con el pie se puede remover la capa superficial de tierra para que surjan botellas de vidrio con líquidos en su interior, ampollas con medicamentos, guantes de látex y restos de jeringas, entre otros desechos de origen hospitalario.
El terreno es desparejo: hay lomadas formadas por todo tipo de basura.
Las calles están literalmente plagadas de filosos restos de vidrios, sobre los que caminan a diario las más de 500 personas –hombres, mujeres y niños– que allí viven, y que, según ellos, son conscientes de que el terreno era un basural.
A esas personas no las intimidó la basura ni haber pasado el invierno en casillas de madera con suelo de tierra, sin luz y sin agua. Tampoco lo hacen los resultados de un estudio realizado por la Cátedra de Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC, a pedido del equipo sanitario de la Unidad Primaria de Atención de la Salud 15 (Upas), que funciona en el lugar.
El primer resultado de los análisis de ese estudio, enfocado en esta etapa sobre la presencia de metales pesados, detectó un alto contenido de plomo y cromo en la tierra del lugar.
En los exámenes se tomaron muestras en cuatro lugares diferentes que nunca superaron 1,30 metro de profundidad, y se midió también la presencia de níquel, cadmio y mercurio.
En uno de los puntos de muestreo, los valores de plomo alcanzaron los 710 miligramos por kilogramo de tierra. Los valores admitidos por el decreto 831, que reglamenta la ley de Residuos Peligrosos, son 500 miligramos para áreas residenciales.
En el estudio se realiza una comparación con la normativa del País Vasco, similar a la argentina pero que agrega una nueva categoría: la de suelo para uso de juegos infantiles. Con esa nueva comparación, surge que la presencia de cromo es superior a la admitida en esa categoría: en un chichón de basura se encontraron 147 partículas por millón, cuando lo admitido son 90.
Riesgos latentes. El estudio de la UNC afirma que, si se toma la normativa vasca, el asentamiento está sobre suelos "no limpios" y, por lo tanto, sujetos a "intervención" para su uso.
Además, indica los riesgos por la exposición de los seres humanos a esos metales. Por ejemplo, el plomo es un elemento tóxico de efecto acumulativo que afecta de manera severa al sistema nervioso.
Además, la presencia de plomo en el organismo interfiere con el desarrollo e impide un sano funcionamiento de las actividades cerebrales.
Los niños constituyen el grupo de mayor riesgo, ya que son los más expuestos por el comportamiento mano-boca; porque la fracción absorbida es del 40 por ciento (en los adultos es del 10 por ciento) y porque son los más susceptibles, ya que se encuentran en períodos críticos del desarrollo cerebral.
En tanto, las partículas de cromo pueden ser inhaladas. Y, si se trata del tipo de metal generado por actividades humanas, es altamente cancerígeno.
Punta del iceberg. "Lo peor de todo es que esto es sólo la punta del iceberg", afirmó Carolina Gallardo, miembro del grupo que realizó el estudio encabezado por Santiago Reyna.
"No hay datos concretos sobre lo que se tiraba en el lugar; era un basural que funcionaba sin control", agregó.
El estudio concluye que los resultados indicaron la posible existencia de residuos peligrosos. Además, recomienda que se realice un proceso de remediación ambiental si se desea un uso residencial del terreno.

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Más Información:
- Siguen de cerca las enfermedades
- Cómo se pobló la zona del basural
- Ficha del Estudio
- Trabajo comunitario como base

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