17 feb 2012

¿Cuánto bosque nos queda en Córdoba?

La Voz del Interior (17/02/2012)
¿Cuánto bosque nos queda en Córdoba?

Por Leonardo Galetto - Investigador principal del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal

Es alarmante la tasa de deforestación (una de las más altas del mundo) que ha sido registrada en Córdoba durante los últimos 15 años.
Para entenderse entre personas que piensan diferente, es necesario considerar que las mismas palabras pueden estar representando modelos conceptuales distintos para cada una de ellas. Entonces, vale preguntarse: ¿qué es un bosque?
Un bosque puede definirse como un conjunto de árboles de una determinada especie (por ejemplo, un bosque de pinos, como los que vemos en las sierras de Córdoba), como un conjunto de árboles nativos y las pasturas que crecen debajo (por caso, un sistema silvopastoril como los que encontramos en el departamento Cruz del Eje) o como la totalidad de las especies de organismos (animales, vegetales, hongos, bacterias, etcétera) que coexisten en un lugar y donde también se destacan los grandes árboles (como los de las reservas de Chancaní o La Quebrada).
Esas representaciones de lo que es un bosque, además, implican intereses y valores disímiles, determinando modelos de uso de la tierra que afectarán de manera muy distinta la conservación de la biodiversidad.
Preguntas y respuestas. Nuestro bosque nativo chaqueño forma parte de una región de bosques secos que en el pasado fue continua y la más grande de Sudamérica. Dentro del extremo sur de esta extensa región fitogeográfica, se encuentra la mayoría de los bosques que quedan en Córdoba.
Durante los últimos 100 años, se ha perdido la mayor parte de la superficie que ocupaban, y es alarmante la tasa de deforestación (una de las más altas del mundo) que ha sido registrada en Córdoba durante los últimos 15 años.
Sin embargo, estos pocos fragmentos de bosque rodeados de tierras con cultivos aún conservan una gran biodiversidad.
¿Por qué es importante conservar los relictos de bosque nativo que aún persisten en Córdoba?
Se espera que en los próximos años se intensifiquen los cambios globales provocados por las actividades humanas, como los que se están registrando en el clima o en el uso de la tierra.
Estas modificaciones serán de gran impacto sobre la biodiversidad y también tendrán consecuencias económicas, políticas y sociales.
La conversión de grandes áreas naturales en sistemas para producción agropecuaria o forestal alteró la estructura y distribución de la biodiversidad en los ecosistemas y dejó pequeños remanentes de bosque nativo rodeados por un entorno muy distinto al sistema original.
Las consecuencias sobre la biodiversidad son directas, como la pérdida de especies producto del desmonte, rolado, tala selectiva o quema. A la vez, existen impactos que no son tan evidentes a corto plazo, como los cambios en las interacciones planta-animal que afectan en forma negativa la reproducción y dispersión de los organismos en el paisaje.
Además, estos cambios en la estructura de los ecosistemas pueden alterar procesos y flujos de energía. Un claro ejemplo lo tenemos este verano en Córdoba, con la poca disponibilidad de agua en ríos y arroyos de algunas regiones.
En el último tiempo, se han producido precipitaciones por debajo del promedio histórico, lo cual, sumado a la deforestación de las cuencas y al aumento de las urbanizaciones en torno de los cursos de agua, ha provocado que disminuyan las napas de agua e incluso la desaparición de cursos de agua, con las consecuencias de público conocimiento.
Saber y hacer. ¿Es suficiente el conocimiento disponible para predecir las consecuencias del actual uso de la tierra? En contraposición a las prácticas habituales, las evidencias científicas indican que la desaparición de los bosques en nuestra provincia promueve la pérdida de muchas especies de plantas e insectos polinizadores; disminuye la producción de frutos y semillas; afecta las interacciones predador-presa, y promueve la proliferación de especies invasoras exóticas, entre otras consecuencias negativas para el mantenimiento de la diversidad biológica y para el buen funcionamiento de los agro-ecosistemas. En definitiva, para todos nosotros.
Sin embargo, ese conocimiento necesita ser profundizado para alcanzar una razonable seguridad sobre las implicancias en el largo plazo que tendrían las actuales prácticas en los agro-ecosistemas.
Por ejemplo, no estamos seguros de que con el actual uso de la tierra garanticemos la producción presente de bienes o la disponibilidad futura de agua para consumo humano; no tenemos certeza de que podamos prescindir de los polinizadores nativos para la producción de frutos y semillas de muchos cultivos; no sabemos cuáles serán las consecuencias para la salud humana ante los actuales niveles de aplicación de agroquímicos.
En resumen, mientras se alcanza el conocimiento necesario que permita un manejo responsable de los agro-ecosistemas y su perdurabilidad en el largo plazo, es de suma importancia sostenerlos en un funcionamiento racional, como prestadores de esos “servicios fundamentales” para el hombre.
La posibilidad de valorar en forma adecuada los efectos económicos, sociales, éticos y políticos que produce la desaparición de la biodiversidad y de grupos sociales que resultan marginados al desaparecer los bosques, nos permitiría ser mejores administradores de los recursos que también pertenecen a las próximas generaciones.
A esta postura se la conoce como principio precautorio, el que debería guiar no sólo la preservación del poco bosque que nos queda en la provincia, sino el uso adecuado de los agro-ecosistemas, a través de un ordenamiento territorial que involucre una pluralidad de intereses, no sólo los económicos.
¿Cómo seguir? Al visualizar la importancia de entender cómo funcionan nuestros bosques, de los innumerables servicios ambientales y sociales que ellos prestan, de todo lo que falta por conocer antes de proponer acciones de manejo y conservación responsables y adecuadas, resulta evidente la importancia de conservar todos los fragmentos de bosque que quedan en la provincia de Córdoba.
Además, es necesaria la iniciativa política para restaurar parte de la superficie boscosa original, en especial en las cabeceras de las cuencas acuíferas.
Estas acciones asegurarían la preservación de la biodiversidad, reflexionar sobre las mejores decisiones posibles para el manejo de ambientes naturales, conservar e incrementar el valor social y económico de los agro-ecosistemas que dependen del buen funcionamiento de los bosques.
Otra medida que podría promoverse como política provincial sería la de instituir un premio e incentivo a aquellos que conservan y restauran los bosques nativos, además de aumentar el castigo legal por la deforestación.
Queda muy claro que la normativa punitoria que ha estado vigente en nuestra provincia no ha modificado ni revertido la devastación de los bosques, y que es necesario cambiar las acciones políticas que combinen educación, concientización y mejoramiento de las buenas prácticas del uso de la tierra.
Además, es fundamental que todas las medidas sean acompañadas por una fuerte convicción de quienes toman las decisiones sobre la administración y resguardo de los bienes comunes, como el agua y los bosques.

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