27 mar 2021

A meterle pata al parque nacional Ansenuza

 


La Voz del Interior (27/03/2021)
Córdoba tiene hasta diciembre para crear el parque nacional Ansenuza

Es la fecha límite que fijó el donante internacional para que ocurra la cesión de tierras. El lago salado más grande de América latina tiene una biodiversidad única en el mundo. Las localidades de la zona apoyan la iniciativa.
Ángel “Patucho” Maranzana confiesa que hace unos días vio dos lunas. Desde su campo, había fijado su vista en el Mar de Ansenuza (o Mar Chiquita), cuando se encontró con una luz en el agua.
Hace más 60 años que Patucho vive en La Paquita, una localidad al sudeste de la laguna. Pero asegura que por muchos años vivió de espaldas a “la mar”. Tanto que nunca vio cómo la Luna podía reflejarse en sus aguas. Ahora decidió alquilar su tambo para dedicarse al turismo. Junto con su mujer, atienden el emprendimiento El Bajo, que ofrece cabalgatas, bicicleteadas y paseos guiados hasta la laguna.
La historia de Patucho es la de muchos habitantes de las localidades que están al sur de Ansenuza. La posibilidad de que se convierta en un parque nacional ha despertado el interés por el lago salado más grande de América latina. Y también, la conciencia de que hay que cuidarlo.
Pero Córdoba tiene hasta fin de año para convertir este sector del nordeste provincial en el parque nacional más grande de Argentina, si se logran proteger más de 800 mil hectáreas. Diciembre de 2021 es el plazo que fijó la fundación Wyss para donar los 5,8 millones de dólares para crearlo.
Hernán Casañas, director de la ONG Aves Argentinas y nexo argentino de la fundación, asegura que es una oportunidad única para que el país tenga un parque nacional “llave en mano”, ya que la fundación Wyss también donaría dinero para desarrollar infraestructura.
“El mundo científico tiene los ojos puestos en lugares como este por la biodiversidad, por el cambio climático y por la posibilidad de desarrollo de la gente aparte de la naturaleza”, asegura el naturalista.
Y agrega: “Un parque nacional cerrado no nos sirve. Debe ser una herramienta para generar trabajo y desarrollo y crear pertenencia al lugar. Un parque nacional pondrá a la región en el mundo”.

Flamencos y más
A diferencia de Patucho, Matías Michelutti vive en la laguna. Desde Miramar, con sus lanchas y barcos recorre Ansenuza desde hace 30 años junto con turistas, observadores de aves y científicos. Conoce cada pájaro que habita este lugar. Y eso es saber mucho porque en Mar Chiquita hay más de 350 especies de aves.
Los más famosos son los flamencos que conviven con los turistas sobre la playa de Miramar. La región es el hábitat de tres especies. La especie austral forma colonias de hasta 300 mil ejemplares.
“Si algo le pasara a Ansenuza, colapsaría la población de flamencos”, asegura Lucila Castro, bióloga y directora de la ONG Natura International. “Eligen este lugar porque hay refugio y alimento en abundancia”, agrega. El 36 por ciento de las mil especies de aves que viven en Argentina están en Ansenuza.
Otras aves que eligen “la mar” son los falaropos. Recorren casi 10 mil kilómetros para escapar del invierno en América del Norte. Un tercio de la población mundial del falaropo común visita Córdoba todos los años.
En un viaje a la isla La Orihuela, a 36 kilómetros por agua desde Miramar, se observan postes de alambrados cubiertos por el agua. Décadas atrás, la laguna estaba más baja y buena parte de lo que ahora es el espejo de agua antes eran monte nativo y luego campo.
Tras el viaje en lancha, hay que caminar unos metros sumergidos para llegar a la isla. Al frente hay un grupo de falaropos que realiza vuelos sincronizados antes de viajar al norte. Sobre la playa barrosa se distinguen restos de vasijas de antiguos pobladores. Un parque nacional también protegería ese patrimonio cultural.
Los vaivenes históricos del agua también muestran sus huellas en Miramar. Troncos petrificados con sal sobresalen del agua. Fueron los árboles de viejos hoteles de las décadas de 1920 a 1970, cuando Miramar era el principal destino turístico de Córdoba.
Hay que mirar el atardecer sobre la laguna para comprender por qué esta localidad de unos dos mil habitantes atrajo a tantos visitantes. Y lo sigue haciendo: para Semana Santa tiene sus tres mil plazas ocupadas.

Desde el agua y el aire
El viaje en lancha ofrece pinceladas del lugar, pero también sirve para atestiguar por qué lo llaman “la mar”. Hay oleajes, marejadas y, en el horizonte, sólo agua.
Pero desde el aire se puede apreciar la inmensidad de esta pintura natural. En un sobrevuelo por el sur no se alcanzan a ver los límites de la laguna que tiene 100 kilómetros de ancho.
Pero sí se observan las desembocaduras de los ríos Suquía y Xanaes. A 250 metros de altura, los flamencos, las cigüeñas, los biguás, las gaviotas y las garzas son sólo puntos en el manto de agua.
En el monte y en los bañados, también hay pumas, corzuelas, pecaríes y otros mamíferos.

El trabajo está hecho
Casañas asegura que está recorrida la mayor parte del camino para que se cree el parque nacional. La Provincia lidera el proceso a través de una unidad ejecutora integrada por la Administración de Parques Nacionales y organizaciones no gubernamentales.
Los intendentes de la región apoyan la iniciativa. El gobernador Juan Schiaretti se comprometió a hacerlo. Aves Argentinas trabaja en la zona desde 2018 para recabar información sobre la biodiversidad, pero también con capacitaciones y educación ambiental.
Un filántropo aportó el dinero, científicos y ONG sumaron su conocimiento, los pobladores dieron su apoyo. Sólo falta la decisión política para que el parque nacional Ansenunza se haga realidad.

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Hay varias Mar Chiquita

El Mar de Ansenuza tiene 100 kilómetros de ancho y se extiende desde Miramar, al sur, hasta el límite con Santiago del Estero, si sumamos los bañados del río Dulce. Este millón de hectáreas naturales funcionan de manera integral y en una armonía sólo alterada por los humanos.
Pero existen algunos contrastes entre el norte y el sur. El sur es una región “rica” gracias a la actividad agrícola y ganadera. Localidades como La Para, Marull, Balnearia, Brinkmann y Morteros vivieron de espalda al lago y con los ojos puestos en el campo donde antes había monte. Hay una promesa de que el parque nacional no afectará ningún lote productivo.
Por el contrario, al norte de la laguna, en los bañados del río Dulce, la realidad es otra. Los caminos se anegan y los servicios esenciales (agua, luz, salud) son escasos. Allí, los campos inundables y salitrosos no permiten una actividad agropecuaria fuerte. Sobreviven campesinos que realizan ganadería trashumante.
En una economía tan débil, la creación del parque puede verse como una amenaza de que le quitarán lo poco que tienen. Pero desde las ONG sostienen que es una oportunidad para desarrollarse.
Aseguran que se respetarán los modos de producción y que incluso se puede certificar la carne producida allí como ganadería criada con pasturas naturales.
Y creen que La Rinconada, un paraje de menos de 200 habitantes metido en los bañados del río Dulce, podría convertirse en la Colonia Carlos Pellegrini de Ansenuza. Esta localidad de Corrientes era un caserío en el medio de los esteros del Iberá. Ahora es una localidad pujante gracias a la creación del parque nacional.
En el norte también está la mayor traba para la creación del parque: más de 200 fichas catastrales, cuyos propietarios reclaman una compensación. La mayoría de esos lotes están inundados y ni siquiera se pueden mensurar. Fueron alambrados décadas atrás, cuando la laguna estaba muy baja.
Una alternativa es que el área provincial de recursos hídricos eleve la cota para incrementar la superficie de la laguna. De esa forma, todo pasaría a formar parte de las tierras fiscales. Otra opción es negociar con los propietarios su compra, aunque deberían ser precios muy bajos, ya que son tierras improductivas.
Hay una tercera Mar Chiquita que nunca formará parte del parque nacional. Los ríos que alimentan a la laguna reciben el impacto de la contaminación. Sus cuencas también deben ser cuidadas.
El Suquía es uno de los cursos de agua más contaminados del país, por los desechos que arroja la ciudad de Córdoba y por los agroquímicos que recibe de los campos a lo largo de su curso. Una situación parecida es la del Xanaes.
El 80 por ciento del agua de la laguna proviene del río Salí-Dulce, que nace en las cumbres calchaquíes de Salta y la Sierra del Aconquija de Tucumán. Sus aguas reciben la presión de la industria tucumana y de los campos de Santiago del Estero. Los embalses sobre el río también son una amenaza.
La creación del parque nacional sería un enorme paso para desarrollar el nordeste cordobés y comenzar a cuidar los ríos que alimentan a “la mar.

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