6 jul 2009

Un mundo de plástico

La Voz del Interior (06/07/2009)
Un mundo de plástico

Casi todas nuestras actividades están organizadas en torno al uso de plásticos. Es un problema cuya complejidad no debe ocultar una realidad simple: o limitamos la cantidad de desechos plásticos, o disminuye el tiempo de vida del planeta.
Cuando en 1860 el estadounidense John Wesley Hyatt, buscando un material que sustituyera al marfil en las bolas de billar, encontró el celuloide, no podía imaginar que –además de posibilitar la extraordinaria industria cinematográfica del siglo 20– estaba dando el primer paso hacia un mundo de plástico.
Durante todo el siglo pasado, el nuevo material fue diversificándose y ampliando su presencia hasta convertirse en lo que es hoy: un elemento indispensable y excluyente para casi toda la actividad humana.
En 1907, el belga-norteamericano Leo Baekeland inventó la baquelita y en 1930, Wallace Hume Carothers (también de Estados Unidos) creó el nailon. Desde entonces, su avance fue arrollador, con revelaciones como el polietileno, el polipropileno, el polivinilo, el teflón, etcétera.
El resultado es que el plástico, en sus innumerables formas, se aplica en los artefactos eléctricos y como aislante; en el consumo (envoltorios, envases, bolsas de basura); en la construcción (cañerías, espumas aislantes) y en industrias varias: piezas de motores, carrocerías, juguetes, valijas, artículos deportivos, fibras textiles, computadoras, muebles.
En fin, habría que recurrir a un largo etcétera para enumerar las utilidades de este material, que debería ser una bendición absoluta si no fuera que está en manos de los hombres.
Y estos, con ambición y escasas miras, lo han convertido en un peligro potencial para su propia existencia en el planeta, convertido en un inmenso basural de un elemento que demora por lo menos 100 años en degradarse.
En Córdoba, no hay que andar buscando mucho para encontrar ejemplos de este fenómeno global, ejemplos que están a la vista de todos: envases descartables y bolsas de plástico son parte del paisaje provincial, tanto en las ciudades como en el campo.
Pero este problema –y otros no tan visibles, como el de las pilas, baterías y acumuladores de energía utilizados para el funcionamiento de diversos aparatos– es el resultado de un ciclo que, como dijimos, comienza en la dificultad de prescindir del plástico, que satisface las demandas de una gran variedad de usos y que, en definitiva, es clave en el mejoramiento de las condiciones de vida del hombre y del acelerado crecimiento de la ciencia y la tecnología.
Casi todas nuestras actividades están vinculadas al uso de plásticos, pero las ventajas y comodidades de esos productos se están convirtiendo en forma acelerada en un grave peligro para el medio ambiente. Porque así como los usamos, los desechamos, la mayoría de las veces en forma desaprensiva, sacándonos de encima un problema del que tendrán que hacerse cargo otros.
Es más: casi todo el comercio, pero en especial el de artículos alimenticios, está organizado en torno de la utilización de las consabidas bolsitas de plástico que van de inmediato a emponzoñar el medio ambiente luego de su utilización. Urge, pues, iniciar una acción concertada y enérgica, que tenga como objetivo prioritario limitar el desecho de plásticos. La necesidad de que esto ocurra cuanto antes surge de una estimación escalofriante: los basurales de la provincia reciben unas 2.500 millones de bolsitas al año.
En Córdoba ya hay una veintena de localidades que tomaron cartas en el asunto con ordenanzas que limitan y hasta prohíben el uso de bolsas de nailon.
Se trata de una cuestión bastante complicada. Por un lado, cambiar los paradigmas de consumo y dejar de usar bolsas de plástico no es algo que se logre de la noche a la mañana, menos cuando no hay una alternativa clara.
Muchos piensan en bolsas de plástico biodegradables pero, por un lado, son más costosas y, además, la diferencia ente unas y otras es que, en lugar de tardar 100 años en degradarse, demoran cinco o seis.
Pero la complejidad de la solución no debe ocultar que la cuestión es muy simple: o limitamos los desechos plásticos, o disminuye el futuro de la vida en el planeta.

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