8 oct 2006

Barrios pegados a las químicas

La Voz del Interior (08/10/2006)
¿Seguir poblando los barrios pegados a las químicas?

Un barrio, más que cualquier otro, es vulnerable al riesgo que implica la cercanía con las industrias químicas de Río Tercero: Monte Grande. Hoy es fácil concluir que nunca se debió haber urbanizado ese sector, que liga los vientos predominantes que pasan un minuto antes por el polo industrial.
Río Tercero puede dar fe de una larga serie de horrores cometidos en materia urbanística, que suelen intentar disculparse bajo el argumento del crecimiento vertiginoso que tuvo la ciudad entre 1940 y 1980.
¿No debiera a esta altura el municipio desalentar el poblamiento en las áreas de mayor riesgo ambiental respecto de la actividad industrial?
Nadie ya habla seriamente de erradicar los barrios pegados a las plantas químicas. Cuando un intendente años atrás mencionó la idea, sin un proyecto luego que la sustentara, los barrios aludidos se sintieron perjudicados porque se "oficializó" su desvalorización.
Las empresas del polo industrial desearían no tener barrios pegados: de hecho, una de ellas compró meses atrás varias decenas de viviendas de barrio Parque Monte Grande entregando otras a sus propietarios en otro sector de la ciudad, para evitar los conflictos potenciales y presentes que arrastraba con sus vecinos más cercanos.
Si erradicar barrios enteros suena a imposible, la pregunta es si al menos el Estado municipal no debiera dejar de promover que allí se radiquen más y más familias.
El problema se agrava porque termina siendo allí, y por esa condición de mayor riesgo, donde se consiguen los lotes más baratos de la ciudad. Esa razón basta para que recalen las familias de menos recursos. Médicos y asistentes sociales que trabajan en planes municipales de salud admiten el dilema: son esas familias –dicen– las que no pueden construir viviendas de mayor costo y más seguras, las que por su condición tienen más probabilidades de contraer ciertas patologías asociadas a ese factor de riesgo y las que en caso de eventuales emergencias por incidentes industriales no suelen tener los medios propios para hacerlo. "Si no sabemos qué hacer con un problema, al menos no lo agrandemos", razonó uno de ellos.
La gente más pobre enriquece así sus problemas, mientras la ciudad sigue sin armar un plan estratégico que defina, entre otras cosas, hacia dónde debe orientar su poblamiento para que esa historia de errores urbanísticos tenga, alguna vez, un capítulo diferente.

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