1 jul 2012

La gestión de los residuos electrónicos

La Voz del Interior (01/07/2012)
Un monstruo contaminante

Los avances tecnológicos y el consumismo imponen la renovación constante de celulares y computadoras. De los aparatos viejos casi nadie se hace cargo.
Desde hace un tiempo, campañas de concientización mediante, nos acostumbramos a separar residuos; a no arrojar desperdicios en parques ni lugares públicos. Y no tirar por nada del mundo ese cilindro tóxico que tarda muchísimos años en biodegradarse llamado pila. Sin embargo, ¿qué sucede con nuestra basura tecnológica? ¿Adónde van a parar los equipos cada vez que renovamos un modelo y descartamos otro? ¿Y qué daño le hacemos al medio ambiente?
Según Greenpeace, en Argentina se producen alrededor de 120 mil to­­ne­ladas de residuos de aparatos elec­trónicos y eléctricos (se los llama “raee”) por año, equivalentes a tres kilogramos por persona. De esa cifra, apenas un cinco por ciento se recicla de manera adecuada y reingresa en el mercado sin riesgos contaminantes para la población.
Ahora bien, ¿cuánta basura tecnológica generan los habitantes de la ciudad de Córdoba? Ni en el programa de reciclado de computadoras del Laboratorio de Investigación Aplicada y Desarrollo (Liade) de la Universidad Nacional de Córdoba, ni la empresa recicladora 3R Ambiental, ni el profesor de Problemática Ambiental de la misma universidad, Joaquín Navarro, lo saben. Muchas menos precisiones existen en Crese desde que el cambio de gestión municipal discontinuó el programa de tratamiento especial de raee.
La Cámara Argentina de Máquinas de Oficina y Afines (Camoca) en su informe anual indicó que en 2011, en todo el país descartamos 12 millones de celulares, casi dos millones y medio de computadoras (entre portátiles y de escritorio), dos millones de monitores y 1.400.000 televisores. Sólo esos rubros implican unas 77 mil toneladas. Un monstruo metálico del que pocos quieren hacerse cargo.
En las cifras, sin embargo, no se incluyen electrodomésticos de línea blanca (heladeras, lavarropas o microondas) porque ni siquiera hay estadísticas. Como son objetos voluminosos y poco rentables, ninguna de las seis empresas dedicadas a la gestión de estos desechos en el país las contabiliza.
Los celulares y computadoras poseen una tasa de reciclado superior al 90 por ciento pero sin tratamiento se pierden metales valiosos como oro y plata. Greenpeace calcula que en 2011 se derrocharon 228 kilos de oro y 1.750 de plata por no reciclarlos a tiempo.

La incógnita es: ¿hay alguien que se ocupe de tratar la “basura tech” en Córdoba?
Gastón Donadille es director de 3R Ambiental, la única empresa de la provincia dedicada a la gestión de este tipo de residuos y nos dice: “Un cinco por ciento se recicla correctamente, otro 80 por ciento es retenido por los usuarios ante la carencia de planes adecuados y un 15 por ciento ingresa en el mercado informal que recicla sólo algunos componentes y descarta otros que terminan en basurales a cielo abierto”, apunta.
La organización ambientalista, en cambio, es menos optimista y ubica el descarte informal en 40 por ciento.
Al compás del avance tecnológico, los viejos equipos llegan al fin de su vida útil pero no encuentran el ámbito adecuado para su gestión como residuos.
Conforman la contracara del boom del consumo, una faceta silenciosa que carece de marco regulatorio y de políticas oficiales acordes; una problemática que crece exponencialmente con un alto poder contaminante.
Los números que revela 3R Ambiental no son alentadores. Según Donadille, cada kilo de raee procesado por los ocho operarios de la firma tiene un costo de producción de 3,62 pesos; por su venta obtiene 3,69 pesos. “La empresa cobra una tasa por la recolección y el traslado del material para ser rentable”, argumenta. El desmantelamiento de los equipos se hace con máquinas de uso manual.
“El umbral para poder automatizar la línea de tratamiento es de dos mil toneladas anuales. Recién estamos en el 10 por ciento de lo que necesitaríamos para ese nivel”, grafica.
Sin leyes ni planes. La basura electrónica carece de una ley específica. Un proyecto presentado por Daniel Filmus obtuvo media sanción en el Senado en 2011 pero no fue aprobado en Diputados. Otro, perteneciente a la ex legisladora María Amelia Chiófalo, tuvo igual suerte en la Unicameral cordobesa en el 2010.
“Hay proyectos considerados más importantes que el tratamiento de los raee. Pero además, los ya presentados especifican cómo se tiene que armar su gestión, los diferentes organismos de control y los diferentes actores que intervienen en el tratamiento. Por eso es difícil la instrumentación operativa de lo que piden las leyes”, diagnostica Donadille.
Navarro, profesor adjunto de Problemática Ambiental de la Universidad Nacional de Córdoba, coincide en el lugar secundario dentro de la agenda y agrega otro elemento: “La percepción del problema ambiental como tal, y el consecuente cambio de las conductas en función del ambiente, es un proceso lento. Si no hay estadísticas difícilmente se pueda convencer a alguien de estar frente a un problema grave “.
Responsabilidad extendida. Un aspecto clave en futuras normativas es el concepto de responsabilidad extendida del fabricante. Implica que las empresas generadoras de estos residuos deban hacerse cargo del proceso de reciclado, reutilización y disposición final cuando los productos hayan llegado al final de su vida útil.
Navarro cree que eso derivaría en un aumento de precios pero también garantizaría mejoras ambientales. “Las empresas colocan un valor de acuerdo a sus costos pero no han incorporado allí todo el circuito posterior para su correcta gestión. Lo venden más barato y los costos ambientales los pagamos todos. Eso se llama exteriorización de los costos ambientales”.
En la provincia de Córdoba la única gran ciudad que posee un plan municipal permanente es Río Tercero.
En Europa, se recicla hasta el 50 por ciento de la basura tecnológica. Cada municipio fija un día específico para la recolección de ese material. Acá resulta inviable porque existe un enemigo silencioso: el cirujeo. En el circuito informal los componentes peligrosos terminan degradando el ambiente y a quienes los manipulan sin los cuidados necesarios.
En Córdoba capital, a fines de 2011 Crese anunció un plan para ocuparse de esa problemática (llamada al 0800 y recolección del material en el plazo de 10 días hábiles) aunque rápidamente fue discontinuado. El área de prensa municipal, consultada al respecto,
indicó que no se sabe cuándo volverá a operar.
El programa universitario. Pese al vacío oficial, la ciudad cuenta con un programa de reciclado informático en el ámbito del Liade.
Hasta 2008 algunas empresas que renovaban su parque informático donaban los equipos antiguos al centro de investigación y allí los reacondicionaban para ubicarlos en otras áreas de la UNC. Todo cambió cuando un artículo publicado en este diario alertó a la población sobre su existencia.
“Fue un caos. Venían los autos a traer cosas directamente a la Facultad y se saturaban los teléfonos del área de Extensión Universitaria”, recuerda la ingeniera química Laura Reyna, coordinadora del programa. Aquel torbellino de gente que se deshacía de productos guardados durante años obligó a reconvertir el servicio hacia el público en general.
En 2011 el Liade organizó la primera campaña de residuos informáticos. Los números asustan: 80 toneladas, con una tasa promedio de seis kilogramos por persona.
El mismo laboratorio impulsa actualmente una investigación para obtener datos precisos sobre los raee en la provincia y trazar un diagnóstico efectivo. “”No se puede diseñar un sistema de gestión si no se sabe cuánto se genera”, explica Reyna, “pero no alcanza con conocer las cifras. Apuntamos a pensar qué podemos instrumentar a partir de nuestra experiencia y qué nos haría falta para completarlo. Porque con una empresa y un laboratorio universitario no alcanza; es necesario fomentar la radicación de otras em­presas. Si se capacita para el correcto reciclado, a la disminución del impacto ambiental le sumamos mano de obra”. Se puede consultar al Liade a esta dirección de e-mail: reciclado@efn.uncor.edu.
Sin estadísticas ni planes oficiales, relegados en la agenda legislativa y con márgenes de escasa rentabilidad para la recolección, los raee parecen librados a la conciencia ecológica del ciudadano. “Es una batalla que uno no quiere perder antes de empezarla”, se consuela Navarro.
Un primer paso para ese combate estará en las cifras que brindará la investigación del Liade. Allí, con números propios, habrá menos excusas para la indiferencia e inacción de los gobiernos. Pero si seguimos así, el avance tecnológico seguirá siendo sinónimo de desastre ecológico.

Los más descartados y los más contaminantes
El podio de los raee está encabezado por los celulares. En 2011 se descartaron 12 millones de equipos en todo el país. La vida útil de cada uno está calculada en dos años. Muchas veces la renovación se produce antes de la obsolescencia del celular; nuevas funciones, moda y estética acortan significativamente su utilización. En segundo lugar se ubican las computadoras, motorizadas por el traspaso hacia las portátiles.
El software requiere mayor capacidad de memoria y velocidad para su utilización. Su vida útil promedio ronda los cuatro años. El tercer producto más descartado corresponde a moni­tores. Entre quienes mantienen computadoras de escritorio se desecharon dos millones de monitores, alentados por el avance tecnológico de las pantallas LED.
Precisamente ese salto técnico trae aparejado el final de los tubos de rayos catódicos que caracterizaron a televisores y pantallas de computadora. En esos equipos se encuentran hasta 700 gramos de plomo, un metal pesado de enorme poder contaminante que además tiene la capacidad de incorporarse a cadenas biológicas.
El otro elemento que contiene sustancias peligrosas es la plaqueta de circuito impreso. Incluye bromo, bario, berilio y mercurio en cantidades ínfimas. En Argentina no existe infraestructura para reciclarla. Son exportadas a Bélgica donde sí las refuncionalizan y reintroducen en el mercado.

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