1 abr 2012

La ciudad, “acorralada” por los escombros

Día a Día (01/04/2012)
La ciudad, “acorralada” por los escombros



Por mes se generan 20 mil toneladas de escombros. La recolección de estos residuos y el predio para su enterramiento funcionan a medias.
Por cada tres bolsas de basura orgánica, los cordobeses generamos una de restos de obra. Y a pesar de la magnitud de ese caudal (unas 20 mil toneladas de escombros mensuales), dos buenos proyectos –lanzados en 2009 para evitar que sean depositados en basurales a cielo abierto– hoy sufren “demoliciones”: uno es el sistema de 24 puntos de descarga activado por el municipio como un método de enrolar a los propios carreros en la lucha contra los basurales; el otro, la escombrera inaugurada por Crese ese mismo año, al norte de la ciudad, para dar sitio de destino a los escombros.
Vamos por puntos. Los 24 puntos donde los carros deben liberar en forma ordenada escombros y poda, para que Crese los retire cada 48 horas y los traslade hasta la escombrera, sufren demoras de hasta meses en este servicio; lo que los convierte en enormes basurales (ver página 7).
La escombrera, por su parte, acusa graves deficiencias de funcionamiento, constatadas por Día a Día en una visita al lugar. Aunque Crese –que conserva el manejo de los escombros y la poda– no autorizó el ingreso del cronista ni del fotógrafo a este predio, todo su entorno es un gran basural y abundan los testimonios de los habitantes de Ciudad de los Cuartetos, el barrio contiguo, denunciando que el ingreso de “basura orgánica” al predio es permanente.
Esto implica una seria falta ambiental: el pozo donde se tiran los escombros no tiene la impermeabilización que la ley exige para donde se entierra basura que se pudre, tal como existe en el enterramiento de ruta 36, destino correcto para la basura orgánica.
Esa diferencia para el tratamiento de ambos tipos de residuos fue la que hizo a Crese cortar el absurdo derroche que venía realizando la ciudad: consumir espacio de la fosa impermeable de Bouwer con restos de obra. Desde entonces, unas 20 mil toneladas mensuales de escombros dejaron de ir al enterramiento de la ruta 36 y tomaron la escombrera como destino.
A estas deficiencias, claro, hay que sumar la desaprensión absoluta de vecinos comunes, comercios y empresas que, con vehículo propio o “usando” a un carrero, tiran escombros en cualquier espacio de la ciudad. La actitud es estimulada por la inexistencia de un servicio de recolección estatal para pequeñas cantidades de esa basura (tal como tuvo Crese en algún momento), y por la falta de controles eficientes sobre los generadores de mayor cuantía, obligados por ley a contratar contenedores para tirar esa basura y luego pagar un servicio especial de transporte a la escombrera.
“No pasar”. En ese predio de 13 hectáreas pegado a Ciudad de los Cuartetos, de donde se extrajeron grandes cantidades de tierra para la construcción de la Circunvalación, funciona desde hace tres años la escombrera de Crese.
El plan anunciado era triturar los restos de obra, reciclar parte de ellos y con el resto rellenar el “cráter” del lugar. En el arranque, las malas costumbres en relación a la basura y la falta de circuitos eficientes para los desechos demandaron fuertes controles, ya que la escombrera era bombardeada permanentemente por particulares que con o sin el OK del personal intentaban dejar otra clase de residuos.
Hoy, esa fiscalización es parcial: en el lugar, que no está completamente cercado, hay una persona en la puerta y otra operando maquinaria. Están de lunes a viernes de 8 a 16, y los sábados de 8 a 12. Las personas que viven a metros del predio aseguran que fuera de esos horarios el ingreso de camiones, vehículos y carros que descargan residuos es habitual.
El propio personal del lugar debió improvisar una barricada de escombros a los costados de la puerta de ingreso –que suele violentarse– para frenar el paso de rodados cuando ellos no están. Las pilas de residuos de toda clase –con olor pestilente– se acumulan a metros del ingreso, como un espacio de descarga improvisado por particulares; y sobre el costado del predio que colinda con Ciudad de Los Cuartetos. “Acá pasan todo el tiempo camiones con basura de todo tipo, no sólo escombros y ramas. Yo trabajo de noche en mi casa y los veo a las 2 de la mañana que van a dejar desechos”, aseguró a Día a Día Gladys, propietaria de una casa ubicada frente a la escuela del barrio. Lo mismo repitió la decena de vecinos consultados por este diario.
El empleado que vigila la puerta señaló que la directiva es dejar entrar camiones que lleven sólo escombros y resto de obra, pero no hay un sistema riguroso de inspección permanente de los vehículos que ingresan.

De predios controlados a basurales
En 2009 largó un plan que, desarrollado, podría haber ayudado a la erradicación sostenible de los basurales: reconvertir 24 de los 100 que hay en la ciudad a “puntos de descarga”: predios con cerco, vigilados en dos turnos por carreros, destinados a dar a los carros un lugar de descarga de basura seca (sólo escombros y poda), y a la vez generar un circuito para esos desechos evitando que vayan a basurales. A su vez, la iniciativa no dejaba sin medio de vida a quienes viven del cirujeo.
Hoy, luego de recortes y descuidos que se agudizaron en los últimos meses, el sistema tambalea.
El problema central es la falta de servicio de recolección en los 24 puntos: mientras que el compromiso inicial era que Crese pasara a buscar la basura descargada y ordenada en esos lugares cada 48 horas y la llevaría a la escombrera, hoy algunos lotes no son visitados por la empresa municipal desde diciembre.
En los que mejor funciona el sistema, el camión pasa cada siete días, aunque desde el “desguace” de Crese se registra un parate (esto no fue tercerizado y sigue en manos de la estatal).
Otro punto que no se cumplió es la colocación de contenedores para mantener ordenados y clasificados los residuos.
“Lo último que prometieron es que venían cada 20 días o un mes, pero desde diciembre no pasan”, admitió uno de los carreros asignados al predio de Pigüé y Tres Arroyos, en barrio San Pablo. El lugar es un cúmulo de residuos de todo tipo, muchos de ellos quemados, y con olor nauseabundo. El hombre señaló que abundan las ratas y la presencia de moscas es visible desde lejos.
Ése, como el resto de los puntos de descarga, es vigilado por dos carreros, en turnos de 9 a 13 y de 13 a 17 de lunes a viernes, a cambio de una beca de 1.200 pesos. El resto del tiempo es tierra de nadie. “Lo peor pasa los fines de semana: vienen camiones y autos y tiran de todo, por eso los mismos chicos que andan por acá queman”, agregó el hombre, para quien esa labor es casi la única posibilidad de ingreso estable.
En el movimiento de carreros confían en que el municipio recompondrá la situación en las próximos semanas.

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1 comentarios:

yisus dijo...

El contenedor para residuos se ha convertido en un elemento esencial en cualquier actividad en la que se vaya a generar algún tipo de residuo. Esto se debe principalmente a que permite trabajar con una mayor seguridad al poder almacenar todos los residuos en un lugar y, además, reducir el impacto medio ambiental. Pero de nada sirve contar con uno si no se elige un contenedores para escombros acorde al tipo de material que se va a generar.

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