11 nov 2009

Incendios: El sabor amargo del día después

La Voz del Interior (11/11/2009)
El sabor amargo del día después



Los lugareños afrontan 29 mil hectáreas calcinadas y la sequía en orfandad de recursos.
Ischilín. Para los ischilinenses serranos, habitantes de siempre de estas soledades, pensar en aguadas rebosantes, coposas arboledas, pastizales por doquier y el estallido de mil sonidos de su fauna, hoy por hoy no sólo es una ilusión perdida, sino una esperanza con un futuro incierto y sombrío.
Observar 29 mil hectáreas vestidas del negro de las cenizas y un silencio que abruma es abrir las ventanas a una incertidumbre difícil de superar para un puñado de paisanos, que han resistido a pie firme por décadas con sus microeconomías familiares basadas en la crianza de vacunos y caballares, escasos caprinos y animales de granja.
Como un vendaval incontrolable que duró seis días, vieron derrumbarse sus postes y alambrados, consumidos por las llamas los escasos pastizales y exterminado hasta el mínimo hilo de agua de sus arroyos y riachuelos.
Porque las cuestiones en la región venían mal: los animales morían de sed y de hambre, por la falta de agua y pasturas. Mientras observaban las llamas y la humareda por estos días comentaban que es la sequía más grande en un siglo y que el incendio no le iba en zaga: el más importante de 40 años a esta parte.
No quedó poste en pie ni alambrado sano, hasta las pircas se derrumbaron y su histórica ruta provincial 17 arada por la infinidad de vehículos que combatieron el fuego, en más de una parte con sus paredones de piedra derrumbados.
Esta interminable serranía, que se extiende desde la ruta nacional 38 en Punilla, hasta Cañada de Río Pintos en Ischilín, no está organizada institucionalmente en comunas o localidades. Sólo está la gente de siempre, que ya puso manos a la obra y el pecho a la adversidad, aunque extrañe el canto del zorzal y añore a la reina mora.

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