2 nov 2009

El cuidado del medio ambiente, según el Concejo

La Mañana de Córdoba (02/11/2009)
El cuidado del medio ambiente, según el Concejo

A finales de 2007 el entonces gobernador José Manuel de la Sota vendió en 30 millones de dólares los predios del ex Batallón de Comunicaciones 141 a la Corporación América, liderada por el empresario Eduardo Eurnekian. Estos terrenos, que comprenden más de 22 hectáreas situadas a apenas 20 cuadras del área central, permanecían vacantes desde finales de los ’90, momento en el cual el Ejército había dispuesto relocalizar esta unidad en los predios del III Cuerpo. Cuando la Provincia las puso a la venta, el estado del lugar era lamentable. Lo grave es que todavía hoy lo sigue siendo.
La idea originaria de sus nuevos propietarios era construir “un hotel 5 estrellas (y el) centro de convenciones más grande de Latinoamérica, un polo cultural-comercial con las más variadas actividades, oficinas de última generación, un conjunto de servicios y comodidades que hoy Córdoba no posee”, lo que implicaba una millonaria inversión.
El gobierno provincial estaba de acuerdo con tal destino, pero Luis Juez, enfrentado políticamente con De la Sota, limitó la libre disposición del terreno mediante una ordenanza que establecía que el sector estaría destinado a ser un “espacio verde”. Con el nuevo uso del suelo aprobado, el proyecto de Eurnekian quedaba fuera de los originales cálculos económicos, y su futuro, en manos del municipio.

Absurda dicotomía
El episodio mostró nuevamente la dicotomía -tan falaz como estéril- entre la inversión inmobiliaria y la generación de nuevos espacios verdes. Trátase de una difundida concepción que supone que los grandes negocios inmobiliarios conspiran, por definición, contra el medio ambiente, y que las construcciones en altura son una prueba concluyente del desprecio capitalista sobre la ecología.
Este pensamiento se antoja -a priori- como ideologizado y superficial, pero goza sin embargo de la adhesión mayoritaria entre los concejales de la ciudad, quienes parecen tenerle miedo a las altura. Así como Dios castigó la soberbia del hombre y su actitud desafiante por construir la torre de babel, los concejales temen ser tocados por la ira divina si autorizan edificios cada vez más altos. En esta categoría de temor entran, por supuesto, algunos sectores de la UNC y muchos ambientalistas.
Construir edificios puede representar algo así como el símbolo del capitalismo y del cemento pero, en realidad, ayuda mucho a hacer de la ciudad un espacio más sustentable. Los habitantes urbanos reclaman permanentemente mayor calidad de servicios públicos, desde agua corriente hasta tendidos de gas, pero estas redes tienen costos asociados que deben ser cubiertos por tarifas. Estas dependen de la cantidad de personas que se encuentren beneficiados por estas redes en determinadas cantidades de metros lineales (entre otros factores) ya que, como es sencillo de entender, cuantas más personas vivan en lugares geográficamente más concentrados, más barato será llegar con mejores servicios.
Córdoba ha sido, tradicionalmente, lo opuesto de este concepto. Con un ejido urbano sumamente extendido y con enormes porciones del mismo deshabitados (en palabras de Guillermo Irós, “un queso gruyère”), los costos de brindar servicios públicos de calidad han sido históricamente elevados. A pesar de ello, los sucesivos planificadores urbanos se han opuesto a construir en altura, a contramano de lo que ocurre en numerosas ciudades del Primer Mundo. El resultado es una ciudad cara de mantener y con severos problemas de infraestructura, una realidad que padecen los cordobeses cotidianamente.

Un auténtico “espacio verde”
El debate sobre el destino de los predios del Batallón 141 es un ejemplo de esta tradición inexplicable. Por ahora, se prefiere a que el lugar continúe siendo un baldío atapialado, lleno de malezas y ratas (todo un “espacio verde”) antes que un importante inversor lo transforme en un auténtico hito urbano, de aquéllos que configuran el aspecto y carácter de una ciudad moderna.
Esta situación no le sirve ni a Córdoba ni a los dueños del terreno. Lo increíble del caso es que, con un poco de imaginación, sería posible que la inversión privada y los intereses públicos coincidiesen plenamente mediante la efectiva implementación del proyecto de “Concertación Público- Privada”, impulsado por el intendente Daniel Giacomino y bloqueado por el juecismo en el Concejo Deliberante.
Como se recuerda, la iniciativa estaba planteada para contemplar situaciones de áreas urbanas de características especiales mediante la utilización de reglas públicas de negociación entre un gran inversor y los expertos municipales. En el caso de este predio, el sistema hubiera funcionado de maravillas. El señor Eurnekian habría ajustado su proyecto original a la necesidad de contar con un espacio verde de calidad para el sector, sin que ello hubiere significado caer en la mediocre polarización entre árboles o ladrillos. Todos podrían salir ganando, un esquema “win - win” que está lejos de ser entendidos para quienes creen que la cosas son blanco o negras todo el tiempo.
Lamentablemente el proyecto sigue durmiendo el sueño de los justos, al igual que las instalaciones del extinto Batallón 141. Todo parece que la planificación urbana sigue estando en manos de las atrabiliarias denuncias de un ex intendente, y que tanto los concejales como los “especialistas” cordobeses persisten en su crónica incapacidad de impulsar las cosas importantes a despecho si son o no populares.

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