6 may 2009

Minería: ordenar para producir más cantidad

La Voz del Interior (06/05/2009)
Minería: ordenar para producir más cantidad y de mejor calidad

Mañana es el Día de la Minería: en la provincia, el buen impulso y la voluntad de invertir en producción no se detiene en el ordenamiento cuando hay producción sostenida de rocas y minerales. Hay que cuidar mucho cómo y de qué forma se incrementan los tonelajes de extracción.
En números “rápidos”, Córdoba produce entre 40 y 50 millones de toneladas anuales de rocas y minerales. No es caprichoso poner la palabra rocas (asociación petrológica, texturalmente conformada con minerales) antes que la palabra minerales, porque la realidad indica que el 99,2 por ciento de la producción son rocas y agregados y sólo el 0,8 por ciento lo complementan los minerales.
Es por este simple motivo que Córdoba, por su ubicación geográfica, es desde siempre un importante y vital proveedor de rocas al país. Asimismo, un alto porcentaje de los minerales industriales, la radicación de una de las tres cementeras más grande, la exportación en aumento de fluorita, la industrialización de minerales agroutilizables, y la producción de sal, son responsabilidad extractiva del territorio cordobés. No es menor el dato que este extraordinario movimiento de rocas y minerales se extraen y/o se benefician los propios ejidos urbanos enclavados en los valles intermontanos, donde la producción minera es el fuerte productivo y polo de desarrollo con asentamiento de plantas de beneficio, moliendas, industrias de base minera, embarque ferroviarios, etcétera.
Un detalle significativo en estos tiempos es hacer notar que las principales ciudades de producción minera de Córdoba son Carlos Paz, Río Ceballos, La Falda, Santa Rosa de Calamuchita, Alta Gracia, Las Caleras, Las Tapias, etcétera, por lo que no es difícil reconocer que hay una coincidencia casi perfecta, respecto a que las ciudades mineras de Córdoba son también las principales ciudades turísticas visitadas anualmente por más de dos millones de personas provenientes de todo el país y del extranjero, y esto no es un detalle menor a la hora de hacer producir ambas actividades en armonía.
Córdoba, desde el comienzo de su propia historia, fue primero minera y luego turística; hoy la convivencia turismo-minería es óptima, pero como política de desarrollo minero, hay que propender a lo que señala el título de este artículo: ordenar .
En efecto, la tarea de ordenar la producción es primordial en la política minera que hoy necesita Córdoba y se hace porque debemos seguir utilizando, como siempre se ha hecho, la conjunción copulativa “y” (minería y turismo) y no cambiarla por la disyuntiva “o” (turismo o minería). Con esta premisa, ya se han trazado junto con la Agencia Córdoba Turismo circuitos geológico-minero que se impulsaron y son una realidad.
Ordenar significa dialogar con el productor, incentivarlo al cumplimiento de las leyes vigentes, a que se instruya en nuevas tecnologías extractiva, de beneficio, ambientales, etcétera.
Estado y productor. El diálogo con los empresarios, colegiados o no, da un resultado inconmensurablemente positivo, ya que el Estado se ha acercado al productor con ideas practicables, amenas y en sociedad. En este sentido, la palabra sociedad es la más adecuada ya que el Estado es el principal socio del productor, a quien le concede, lo autoriza y, como si fuera poco, lo controla para que la producción sea mayor y mejor.
Córdoba, como se dijo, tiene que producir, porque el desarrollo interno de gran parte del país depende que así sea. El incremento en el flete de rocas para la construcción de autopistas y obras públicas en la zona más densamente poblada del país sería marcadamente superior si La Calera, Villa Allende, San Agustín y Los Cóndores no fueran una realidad productiva.
El buen impulso y la voluntad de invertir en producción no se detiene en el ordenamiento cuando hay producción sostenida de rocas y minerales. Hay que cuidar mucho cómo y de qué forma se incrementan los tonelajes de extracción; es ahí donde la conciencia del productor está dando sus frutos, ya que la tecnología extractiva ha incrementado su aplicación en forma contundente. Como resultado de esto, se ha aliviado el conflicto con los ciudadanos.
Finalmente, hay que estar muy atentos a la calidad del material, sabedores de que hay que abastecer en un alto porcentaje al país, y no es cuestión de quedarse sin reservas. No sólo una empresa se queda sin reservas cuando no hay más rocas o minerales, sino que también se queda sin ellas cuando la calidad del producto no alcanza los estándares. Hoy, en Argentina, se está exigiendo cada día más la normalización de calidad de procesos y productos, por eso hay que impulsar el seguimiento de las obras y productos industriales a los que se provee materia prima y esto también es responsabilidad de todos. Una obra con piedra buena es eterna y la inversión se justifica, de lo contrario sólo es hacer malgastar dinero al Estado. Esto también es minería.
Optimización de calidad. A esta actitud de orden, aumento de producción y optimización de calidad, hay que agregarle un cuarto parámetro que no es otro que la invitación materializada al productor a que participe en proyectos productivos de innovación tecnológica, tales como el incremento de producción de sal solar para no depender del clima a la hora de cosechar, identificación de rocas de alto contenido de hierro y magnesio con bajo silicio para siderurgia, ubicar puntos de alto contenido de silicio en cuarzo para agregar valor electrónico a un producto que sólo se lo utiliza para hacer manufactura de bajo costo, procurar la incorporación de feldespatos de alto contenido alcalino para cerámicas especiales y no hacer sólo cerámica gruesa con materias primas de cotizaciones internacionales extraordinarias. Es muy gratificante asociarse con universidades y productores, guiados desde el Estado en proyectos donde “todos ponen”, y no precisamente dinero sino entusiasmo, capacidad y proyectos, debido a que la transferencia a la producción es transparente y con riesgos compartidos.
David Jordan decía que la sabiduría consiste en saber cuál es el próximo paso, y la virtud es llevarlo a cabo. El productor tiene en sus manos la virtud; sin embargo, el Estado debe procurar la ayuda con sabiduría, y de eso se trata, porque el Estado debe ser sabio en el trámite, en la atención al minero, en la orientación de la actividad, en transmitir las exigencias que la ley impone y, por sobre todas las cosas, en “empujar” juntos. Esto está dando resultados alentadores, que animan a seguir en este camino donde todos somos un eslabón de la misma cadena.

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