8 sept 2008
Empezar ya la lucha contra los incendios
5:17 p.m. | 
Publicado por
Eco Sitio |
La Voz del Interior (08/09/2008)
Empezar ya la lucha contra los incendios
Por Sergio Miglietta - Biólogo. Master en Manejo de Vida Silvestre
Por más fondos que se creen y campañas que se diseñen, los incendios de campos en la provincia no sólo se repetirán, sino que tenderá a crecer la superficie incendiada, si no se actúa para eliminar los factores que facilitan el inicio del fuego.
Estamos en los meses de agosto y setiembre en la provincia de Córdoba. La gran magnitud de los incendios de monte de los cordones montañosos ocupan titulares de todos los medios de comunicación, y esto se repite sistemáticamente y casi como modelos predictivos que así lo aseguran en los últimos años.
Inmediatamente se organizan mesas de café, ruedas de críticas y opiniones tratando de pronosticar las consecuencias, explicar los porqués, cuándo y cómo, manifestar lo actuado oficialmente para que esto no suceda, pero sin embargo sucede.
De las opiniones de bomberos, periodistas, funcionarios, legisladores, ciudadanos y expertos ambientales surgen y señalan a los principales enemigos que ocasionan el deterioro de nuestras queridas sierras cordobesas: a) los inconscientes que mediante la utilización del fuego pretenden cambiar abruptamente el paisaje o quién sabe qué, y b) el clima, en donde la sequía, los vientos y la falta de humedad relativa ambiente son los factores preponderantes.
Vayamos por parte
El hombre. Todos los cordobeses sabemos que la quema de pastizales “era” una práctica arraigada en el puestero o criollo, que con este procedimiento rudimentario en épocas de menor humedad –como es agosto– aceleraba la aparición del “rebrote verde” de los pastos para su ganadería de subsistencia. Digo “era” porque esta práctica ya casi no se utiliza, y no porque los ruralistas hayan adoptado una opción ecológica de no hacerlo, o porque sean penados por la ley, sino sencillamente porque no hay más vacas en las sierras.
El clima. Quien haya vivido en Córdoba durante los últimos 50 años, sabe muy bien que agosto es el mes de los vientos, el de menor precipitación y en donde los valores de humedad relativa son los más bajos. Esto también lo conocen los médicos, quienes reciben la mayor cantidad de consultas por dolencias respiratorias de sus pacientes. Para cerciorarse, basta consultar además las estadísticas de las estaciones oficiales de meteorología, en donde se registran datos de más de 100 años.
Entonces, señores, no hablemos más del clima como una sentencia divina o la octava plaga. Es así, es un hecho: en Córdoba, en enero llueve mucho y en agosto nada.
De lo que no se habla es de uno de los tres componentes fundamentales que debe estar presente para que el fuego exista: el combustible. En este caso, el combustible es el material vegetal disponible en todo ecosistema necesario para que permita la ignición y posterior propagación de los incendios.
El bosque serrano cordobés. En las regiones donde hoy se manifiestan los más grandes incendios de la provincia, la vegetación ha cambiado significativamente durante los últimos años, tanto en su biodiversidad (cantidad y calidad de especies), como en su estructura (altura, cobertura, etcétera).
En estas áreas hasta no hace mucho tiempo abundaban y eran comunes los molles y los cocos, las dos especies más conspicuas y abundantes que daban nombre a estos bosques de 10 y 12 metros de altura, en donde la sombra que producían por su gran cobertura arbórea, no dejaba que los rayos solares alcanzasen el sustrato inferior o piso y, de esta manera, no permitían que los pastos o pastizales crezcan debajo de ellos.
Al realizarse el talado selectivo de estas especies por su excelente condición como leña, el desmonte a gran escala para generar loteos, countries cerrados u otra actividad productiva, estuvimos provocando con el correr de los años un cambio sistemático de la estructura de los bosques, convirtiéndolos en extensas áreas de matorrales o fachinales de arbolitos de ramas delgadas y secas, y permitiendo a la vez la “entrada” de los pastizales que fueron invadiendo cada vez mas estos sectores.
Hasta aquí, hemos visto que el pasto ha ganado terreno en desmedro de los bosques, y esto, ¿en qué influye?
Para que exista la ocurrencia de un incendio, dicen los especialistas, hacen falta los tres componentes fundamentales: oxígeno, combustible y calor.
Todos sabemos que para hacer una fogata hace falta un fuego intenso para producir buena brasa. Ahora bien, a quién se le ocurriría realizar un fuego sin material seco y fino o algún otro combustible para iniciar la ignición y lograr el calor necesario para quemar los leños. Los leños o madera gruesa no se incendian por sí solos (bosque), pero sí el pasto o rama más fina y seca con aplicación de alguna fuente de calor. Con este ejemplo pretendo ilustrar lo que está ocurriendo en las sierras cordobesas y los incendios.
Antes, cuando el bosque maduro de molle predominaba en las sierras, la humedad y el grosor de sus troncos no permitían la ignición necesaria ni el calor suficiente para propagar los incendios. Los incendios sólo quedaban aislados en los pocos pastizales y, cuando llegaban a los bordes de los bosques, se extinguían, pues allí no encontraban el material combustible necesario para seguir su propagación.
Entonces, vemos que a medida que haya más espacios con pastizales y montes bajos de ramas delgadas, mayor va a ser la superficie de incendios que tengamos, siendo el pastizal y el matorral de ramas finas los principales combustibles en la ignición y propagación.
Pero a esto le debemos sumar la transformación que están sufriendo amplias regiones del sudoeste de las sierras, con la introducción de especies exóticas, como es el pino (conífera nativa del Hemisferio Norte, característica por su rápido crecimiento, uso comercial y gran cantidad de resinas), para la explotación forestal, que provocan uno de los incendios de mayor intensidad en el mundo. De eso saben mucho los norteamericanos, especialmente cuando su Parque Nacional Yellostone ardió durante semanas en 1988, todo a pesar de sus políticas antiincendios llevadas durante años.
De esta manera, los cordobeses no sólo estamos reemplazando el bosque maduro de molle por pastizales, sino que además introducimos especies foráneas con gran capacidad ígnea. Dicho de otra manera, estamos acumulando nafta al lado del asador y nos armamos con toda la tecnología para cuando un incendio ocurra.
Es sabido que no es poco el esfuerzo que ha hecho el Estado para paliar este flagelo, que con los años, se va cobrando más víctimas. Cada año hay mas cantidad de evacuados, ¿por qué? Porque permitimos la construcción sin ningún tipo de regulación en pleno ambiente pirógeno, permitiendo, además, el cambio drástico del paisaje por vegetación mas combustible.
Entonces, por más que invirtamos todos los recursos que creamos necesarios para “combatir” los incendios; por más fondos impositivos creados para que sean utilizados en equipar con la mejor tecnología a los bomberos para “combatir” los incendios; por más campañas educativas diciendo que el fuego es el enemigo público número uno de nuestras sierras, y por más cambios en el Código Penal y privación de la libertad a los responsables que iniciaron el fuego, si es que los detectamos.... los incendios de campo en nuestra querida provincia, van a repetirse, y no sólo eso, sino que van a aumentar la superficie incendiada.
¿Qué hacer?
Las alternativas para revertir estas situaciones cíclicas pasan por comenzar a regular la construcción de viviendas y edificaciones sobre laderas y bosques de altura. Ellas son las responsables del desmonte tipo hormiga. Nadie ve, pero se nota al final.
Además, se debe regular la actividad inmobiliaria respecto al destino de estos terrenos; reforestar a gran escala con especies arbóreas nativas del bosque serrano, hoy casi desaparecidas, y evitar la ganadería sin control en las montañas.
Simultáneamente con estas medidas, estaríamos abordando la manera de conservar otro recurso escaso de la provincia de Córdoba: las cuencas hidrográficas y el agua.
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Empezar ya la lucha contra los incendios
Por Sergio Miglietta - Biólogo. Master en Manejo de Vida Silvestre
Por más fondos que se creen y campañas que se diseñen, los incendios de campos en la provincia no sólo se repetirán, sino que tenderá a crecer la superficie incendiada, si no se actúa para eliminar los factores que facilitan el inicio del fuego.
Estamos en los meses de agosto y setiembre en la provincia de Córdoba. La gran magnitud de los incendios de monte de los cordones montañosos ocupan titulares de todos los medios de comunicación, y esto se repite sistemáticamente y casi como modelos predictivos que así lo aseguran en los últimos años.
Inmediatamente se organizan mesas de café, ruedas de críticas y opiniones tratando de pronosticar las consecuencias, explicar los porqués, cuándo y cómo, manifestar lo actuado oficialmente para que esto no suceda, pero sin embargo sucede.
De las opiniones de bomberos, periodistas, funcionarios, legisladores, ciudadanos y expertos ambientales surgen y señalan a los principales enemigos que ocasionan el deterioro de nuestras queridas sierras cordobesas: a) los inconscientes que mediante la utilización del fuego pretenden cambiar abruptamente el paisaje o quién sabe qué, y b) el clima, en donde la sequía, los vientos y la falta de humedad relativa ambiente son los factores preponderantes.
Vayamos por parte
El hombre. Todos los cordobeses sabemos que la quema de pastizales “era” una práctica arraigada en el puestero o criollo, que con este procedimiento rudimentario en épocas de menor humedad –como es agosto– aceleraba la aparición del “rebrote verde” de los pastos para su ganadería de subsistencia. Digo “era” porque esta práctica ya casi no se utiliza, y no porque los ruralistas hayan adoptado una opción ecológica de no hacerlo, o porque sean penados por la ley, sino sencillamente porque no hay más vacas en las sierras.
El clima. Quien haya vivido en Córdoba durante los últimos 50 años, sabe muy bien que agosto es el mes de los vientos, el de menor precipitación y en donde los valores de humedad relativa son los más bajos. Esto también lo conocen los médicos, quienes reciben la mayor cantidad de consultas por dolencias respiratorias de sus pacientes. Para cerciorarse, basta consultar además las estadísticas de las estaciones oficiales de meteorología, en donde se registran datos de más de 100 años.
Entonces, señores, no hablemos más del clima como una sentencia divina o la octava plaga. Es así, es un hecho: en Córdoba, en enero llueve mucho y en agosto nada.
De lo que no se habla es de uno de los tres componentes fundamentales que debe estar presente para que el fuego exista: el combustible. En este caso, el combustible es el material vegetal disponible en todo ecosistema necesario para que permita la ignición y posterior propagación de los incendios.
El bosque serrano cordobés. En las regiones donde hoy se manifiestan los más grandes incendios de la provincia, la vegetación ha cambiado significativamente durante los últimos años, tanto en su biodiversidad (cantidad y calidad de especies), como en su estructura (altura, cobertura, etcétera).
En estas áreas hasta no hace mucho tiempo abundaban y eran comunes los molles y los cocos, las dos especies más conspicuas y abundantes que daban nombre a estos bosques de 10 y 12 metros de altura, en donde la sombra que producían por su gran cobertura arbórea, no dejaba que los rayos solares alcanzasen el sustrato inferior o piso y, de esta manera, no permitían que los pastos o pastizales crezcan debajo de ellos.
Al realizarse el talado selectivo de estas especies por su excelente condición como leña, el desmonte a gran escala para generar loteos, countries cerrados u otra actividad productiva, estuvimos provocando con el correr de los años un cambio sistemático de la estructura de los bosques, convirtiéndolos en extensas áreas de matorrales o fachinales de arbolitos de ramas delgadas y secas, y permitiendo a la vez la “entrada” de los pastizales que fueron invadiendo cada vez mas estos sectores.
Hasta aquí, hemos visto que el pasto ha ganado terreno en desmedro de los bosques, y esto, ¿en qué influye?
Para que exista la ocurrencia de un incendio, dicen los especialistas, hacen falta los tres componentes fundamentales: oxígeno, combustible y calor.
Todos sabemos que para hacer una fogata hace falta un fuego intenso para producir buena brasa. Ahora bien, a quién se le ocurriría realizar un fuego sin material seco y fino o algún otro combustible para iniciar la ignición y lograr el calor necesario para quemar los leños. Los leños o madera gruesa no se incendian por sí solos (bosque), pero sí el pasto o rama más fina y seca con aplicación de alguna fuente de calor. Con este ejemplo pretendo ilustrar lo que está ocurriendo en las sierras cordobesas y los incendios.
Antes, cuando el bosque maduro de molle predominaba en las sierras, la humedad y el grosor de sus troncos no permitían la ignición necesaria ni el calor suficiente para propagar los incendios. Los incendios sólo quedaban aislados en los pocos pastizales y, cuando llegaban a los bordes de los bosques, se extinguían, pues allí no encontraban el material combustible necesario para seguir su propagación.
Entonces, vemos que a medida que haya más espacios con pastizales y montes bajos de ramas delgadas, mayor va a ser la superficie de incendios que tengamos, siendo el pastizal y el matorral de ramas finas los principales combustibles en la ignición y propagación.
Pero a esto le debemos sumar la transformación que están sufriendo amplias regiones del sudoeste de las sierras, con la introducción de especies exóticas, como es el pino (conífera nativa del Hemisferio Norte, característica por su rápido crecimiento, uso comercial y gran cantidad de resinas), para la explotación forestal, que provocan uno de los incendios de mayor intensidad en el mundo. De eso saben mucho los norteamericanos, especialmente cuando su Parque Nacional Yellostone ardió durante semanas en 1988, todo a pesar de sus políticas antiincendios llevadas durante años.
De esta manera, los cordobeses no sólo estamos reemplazando el bosque maduro de molle por pastizales, sino que además introducimos especies foráneas con gran capacidad ígnea. Dicho de otra manera, estamos acumulando nafta al lado del asador y nos armamos con toda la tecnología para cuando un incendio ocurra.
Es sabido que no es poco el esfuerzo que ha hecho el Estado para paliar este flagelo, que con los años, se va cobrando más víctimas. Cada año hay mas cantidad de evacuados, ¿por qué? Porque permitimos la construcción sin ningún tipo de regulación en pleno ambiente pirógeno, permitiendo, además, el cambio drástico del paisaje por vegetación mas combustible.
Entonces, por más que invirtamos todos los recursos que creamos necesarios para “combatir” los incendios; por más fondos impositivos creados para que sean utilizados en equipar con la mejor tecnología a los bomberos para “combatir” los incendios; por más campañas educativas diciendo que el fuego es el enemigo público número uno de nuestras sierras, y por más cambios en el Código Penal y privación de la libertad a los responsables que iniciaron el fuego, si es que los detectamos.... los incendios de campo en nuestra querida provincia, van a repetirse, y no sólo eso, sino que van a aumentar la superficie incendiada.
¿Qué hacer?
Las alternativas para revertir estas situaciones cíclicas pasan por comenzar a regular la construcción de viviendas y edificaciones sobre laderas y bosques de altura. Ellas son las responsables del desmonte tipo hormiga. Nadie ve, pero se nota al final.
Además, se debe regular la actividad inmobiliaria respecto al destino de estos terrenos; reforestar a gran escala con especies arbóreas nativas del bosque serrano, hoy casi desaparecidas, y evitar la ganadería sin control en las montañas.
Simultáneamente con estas medidas, estaríamos abordando la manera de conservar otro recurso escaso de la provincia de Córdoba: las cuencas hidrográficas y el agua.
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