31 oct 2007

Soja o educación

El Puntal de Villa María (31/10/2007)
“Debido al boom de la soja, la escuela se está quedando casi sin alumnos”

Cuando entró como directora del establecimiento de Sanabria, María Berna tenía el doble de estudiantes que asisten en la actualidad. Crónica de un exilio tambero y de campos súbitamente despoblados
A las 10 de la mañana, el paraje de Sanabria se parece a un pueblo del lejano oeste súbitamente vaciado por algún tiroteo reciente. Las fachadas de los bares que dan a la ruta anuncian desde sus abollados carteles botellas de gaseosas, cervezas, servicio de café y sandwiches. Pero todas estas promesas remiten a la nada invariable de inmensos salones vacíos con sillas apiladas y una mesa de pool oscura clavada en el medio. En el patio de uno de los bares, una veintena de pollos picotea maíz y lombrices; la ropa se sacude colgada en una soga y los perros buscan un cuadrado al fresco para echarse. La calle principal, casi única, es un serpenteante camino de tierra con yuyos a los costados que se mete entre árboles y casas rotas. Y bajo el cielo opresivo del estío, apenas si se levanta callada una antena naranja de señal telefónica. Ante estos pobres indicios de vida humana se haría difícil determinar cuándo se vio por última vez un hombre por sus lares.
De pronto, la estridencia de un timbre resuena en el eco abierto del paraje. Y como exhumado desde el estrato más hondo del silencio en el campo emerge el griterío de unos niños que toman por asalto la acústica del lugar: se trata de la veintena de alumnos de la escuela José de San Martín, que salen al patio a tomar su merecido recreo largo. Este será el mayor pico de vitalidad en el poblado en todo el día. Al menos lo será hasta que a eso de las 2 se escuchen los frenos del colectivo que se lleve a las maestras a la ciudad, y Sanabria vuelva a ser ese pueblo fantasma y sin hombres; ese barrio mudo que sólo crujirá con los postigos sin aceitar de sus bares a la medianoche.

El exilio de los tambos
Cuenta la historia que la escuelita rural fue fundada en el año 1922, apenas asumida la presidencia de Marcelo T. de Alvear; funcionando aquel primer año en casa de la familia Ancarani. Un año después sería construido el edificio que ocupa actualmente. El establecimiento recibía, sobre todo, a los numerosos hijos de obreros rurales y tamberos de aquella nueva y promisoria zona 15 kilómetros al oeste de Villa Nueva. Con el paso del tiempo, su realidad se fue modificando hasta llegar a la actualidad. La misma de la que da cuenta su directora, María Berna.
“A la escuela asisten hoy por hoy, 22 alumnos. Comenzamos el año con 30, pero muchos se han ido yendo. Y es que esta zona, que siempre fue tambera por excelencia, se ha empezado a despoblar debido al repunte de la soja. Hoy todo el mundo ha empezado a alquilar sus campos y a irse”, comentó la docente. “Otros se quejan porque les pagan poco; así que consiguen trabajo en otro lado y también se van”.
-Es decir que los alumnos que vienen a la escuelita no son fijos del lugar...
-En estos momentos, la población de este paraje está constituido por familias temporarias; y es por eso que el número de alumnos de la escuela va fluctuando constantemente.
-¿Ha habido épocas de muchos más alumnos?
-Muchos más. Hace 17 años llegamos a tener 45. Y me cuentan los maestros que estaban antes que yo, que la escuela llegó a tener 70 alumnos. Esto ocurrió cuando el lugar era una zona solamente tambera. Ahora, el efecto soja, ha ido despoblando los campos.
-¿Se ven perjudicados los chicos que están poco tiempo en un lugar y luego, por razones familiares, se ven obligados a partir?
-Sí que se ven perjudicados. Nosotros, a cada chico que llega, le damos una educación casi especializada. Pero resulta que al poco tiempo ese chico se va, y entonces se echa a perder el trabajo de varios meses. Pero a pesar de eso, nuestra escuela está a la misma altura que cualquier otra y estamos enseñando lo último. Estamos siempre en contacto con el inspector y nos actualizamos continuamente. Por suerte tenemos chicos que responden.
-¿Siempre fue maestra rural?
-Siempre. Comencé mi carrera en la escuela Juana Manso y luego me nombraron en la Esteban Echeverría. Ahí estuve dando clases 4 años. Hacíamos 60 kilómetros diarios con una compañera, de los cuales 10 eran de camino intransitable. Cuando llovía mucho, los curas nos dejaban pasar por sus campos. Teníamos que atravesar 15 tranqueras. Luego me enteré de esta escuela que estaba sin directora y allá había muy pocos chicos para dos maestras. Así que pedí el traslado, una reubicación.
-¿Son distintos los chicos de las escuelas rurales a los de la ciudad?
-Si bien creo que los chicos se parecen bastante en todos lados, yo te diría que acá, todavía hay más respeto. Y esto, porque las mamás sostienen más a sus hijos y tratan que su comportamiento sea el adecuado. Los chicos están más controlados por las mamás pero no tenemos problemas de conducta. Años atrás sí los tuvimos, porque nos mandaban algunos chicos de Villa María que nadie quería en ningún sitio; chicos con serios problemas de comportamiento.
-¿Qué me podría decir de la gente de Sanabria?
-Que es gente humilde, trabajadora y respetuosa con los que nunca hemos tenido problemas. La mayoría de los hombres se ocupa del tambo y muchas esposas trabajan en casas de familia en Villa María. Otros tienen el plan. Pero todos colaboran en lo que pueden con la escuela. Tenemos un centro vecinal que organiza cenas y nos da una parte de lo recaudado a la escuela. Para nosotros es la principal ayuda. También está el señor Brizio, que es uno de los tamberos de la zona que siempre nos ayuda. Es gente que baja al pueblo y que tiene mucho espíritu de compromiso.

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