3 oct 2009

La basura

La Voz del Interior (03/10/2009)
La basura

El primer paso para resolver el problema de los residuos urbanos es que nos molesten, y de esa forma cambiar nuestra conducta individual.
Caí en la cuenta de repente, abruptamente, y de pronto todas las piezas encajaban. ¡Lo resolvimos! Esos son los momentos intensos en que nos preguntamos ¿cómo no lo vi antes?
Durante años pensé en el tema de la basura, de los residuos urbanos como un problema. Me devanaba la cabeza desafiado por ejemplos brillantes como las ciudades de Holanda que han logrado una situación de cero residuo: nada se tira, todo se transforma.
Para el análisis me atenía, y aún lo hago, a la definición que dice que basura o residuos son aquellas cosas que desechamos porque todavía no le hemos encontrado un uso.
Ahora bien, mi descubrimiento actual tiene que ver con la interpretación de la palabra uso.
Una simple mirada a la realidad que nos rodea nos permite afirmar que la mayoría de los cordobeses hemos resuelto el problema de la basura: le damos un uso decorativo y, por lo tanto, hemos decidido vivir en ella. No con ella sino en ella. Rodeados de basura a donde quiera que vayamos. La hemos incorporado definitivamente a nuestro paisaje. Forma parte de la habitualidad, a nadie le sorprende y es más: parece que hemos desarrollado una habilidad especial para no verla, no distinguirla del paisaje original sin este nuevo decorado.
Ya no es posible recorrer un lugar en las sierras sin que algarrobos, quebrachos o garabatos aparezcan graciosamente embellecidos por las flameantes y multicolores bolsitas de polietileno. Es difícil que un terreno baldío permanezca aseado y aburrido más de 24 horas después de haber sido limpiado. En breve, y por generación espontánea, estará repleto de escombros, ramas y plástico combinados en un exquisito estilo “rústico”.
Ni qué hablar de la combinación del gris intenso del granito de las sierras con el blanco enlozado de los restos de calefones, cocinas y heladeras mezclado con el negro mate de las cubiertas viejas que aún no alimentaron un buen corte de ruta.
No podemos decir que a todos nos resulta intrascendente este cambio de paisaje.
Clasifiquemos las distintas reacciones:

a) ¡A mí qué me importa! Los felices indiferentes que ya asumieron esta nueva realidad y no les molesta vivir en la basura.

b) ¡La culpa es de la Crese! Una reacción muy generalizada; el problema es la recolección, no quien la tira. Protestan intensamente por el servicio de recolección pero no tienen empacho en tirar en plena vía pública bajo el argumento: “si pago mis impuestos (y hay que ver si realmente los paga) alguien tiene que limpiar. Mientras tanto, vivo en medio de la basura.

c) La basura fuera de mi patio: la casa prolija, el patio limpio, ausencia de basura en el espacio privado. Pero no vacilan en pagarle a un carrero para que se lleve la basura a dos cuadras. No asumen el espacio público como propio.

d) Los sufridos conscientes entre quienes me incluyo: no soportamos la basura. Nos irritamos y nos cuesta disfrutar la belleza del paisaje cuando una bolsita voladora lo interfiere. Discutimos con el vecino que nos tira la basura, nos enojamos con las empresas que no se hacen responsables por la disposición final de sus productos y residuos. Llegamos a casa como camiones recolectores, cargados de la basura que pudimos recoger para llevarla a un lugar apropiado.

De a ratos nos encantaría descubrir un sistema de anteojos que filtre la basura para no verla y descansar por un rato de este agobio.

¡Pero no hay que desesperar! Para este grupo al que todo le parece un oscuro horizonte aparecen algunos signos positivos de cambio que alientan la secreta esperanza de que los indiferentes sean cada vez menos y que podamos transformar la Córdoba Suciedad en Córdoba Su Ciudad.
Aquí va una lista tentativa para sustentar el optimismo:
La recolección diferenciada encuentra una adhesión superior a la esperada.
La basura que todos despreciamos tiene cada vez más valor y aparecen personas y empresas dispuestas a darle un uso a aquello que todavía no le encontramos alguno.
Está comprobado que saber darle un tratamiento racional a los residuos no es patrimonio exclusivo de los países ricos y desarrollados. Cada vez hay más experiencias en Latinoamérica que demuestran que es posible darle un destino más útil que decorar nuestros paisajes y que la basura puede generar riqueza y empleo.
Los cordobeses hemos demostrado capacidad de cambiar colectivamente una conducta liberando los espacios públicos cerrados del humo de los cigarrillos o disminuyendo la velocidad de nuestros vehículos en las rutas.
Está visto que el primer paso es que nos moleste, que nos inquiete. Una condición esencial para que estemos dispuestos a cambiar nuestra conducta individual.
La mayoría de las soluciones ya existen y están probadas. ¡Apenas nos queda la ciclópea tarea de convencernos colectivamente y ponerlas en práctica!


Germán Castellanos
Ingeniero agrónomo

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