24 oct 2009

Himno a la esperanza en la UNC

La Voz del Interior (24/10/2009)
Himno a la esperanza en la UNC



Jane Goodall recibió el Honoris Causa y embelesó al auditorio con la voz de los chimpancés. Video.
Faltaba el himno de los chimpancés. Ayer la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) le entregó el título de doctor Honoris Causa a Jane Goodall, la mayor especialista en simios del planeta. En el acto se escucharon los himnos argentino y británico, la nacionalidad de Goodall.
Pero faltaba el himno de los chimpancés. Y Jane lo cantó: "Si tuvieran esta cultura probablemente serían sus himnos. Hay dos llamados que ellos hacen y que a mí me gustan mucho. Uno es un saludo de distancia". Y luego, como esa simio blanca que vivió más de 30 años con los chimpancés en la selva africana, saludó con alaridos a la audiencia.
"En la tarde, cuando están contentos y en un buen día, hacen otro llamado, lo más cerca que están de cantar". Y un nuevo saludo chimpancé, más dulce, colmó la Sala de las Américas del Pabellón Argentina.
Antes, la rectora de la UNC, Carolina Scotto, había leído las razones de por qué Goodall es merecedora del máximo título de la Casa de Trejo. Por enseñarnos que la comunidad por la que debemos preocuparnos es más amplia, tan grande como el planeta; por cuestionar a la humanidad al decir: "Quiénes somos nosotros para decidir que el sufrimiento humano es peor que el sufrimiento de cualquier otro ser vivo". Por liberar los prejuicios científicos con más conocimientos científicos.
Luego Goodall brindó su conferencia "Razones para la esperanza". Contó algunas anécdotas de sus estudios en la selva: cuando vio por primera vez a un chimpancé fabricar y usar una herramienta; peleas entre niños y madres separando; adopciones de bebés chimpancés huérfanos...
Después explicó por qué decidió abandonar su trabajo de campo al ver cómo la selva africana estaba desapareciendo. "¿Cómo podemos salvar a los chimpancés, si la gente que vive cerca de ellos está en una profunda pobreza?", se preguntó. "Tienen razón los jóvenes cuando dicen que nosotros hemos dañado el planeta. Están desesperanzados". Pero Jane tiene esperanzas. Esperanza en la juventud que quiere cambiar. Esperanza en su espíritu indómito. Ese espíritu que la llevó con 26 años a internarse en la selva para aprender el himno de los chimpancés.

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“No se erradica la pobreza dando dinero”

Hace 40 años que investiga y contribuye a la preservación de los chimpancés en África. Pero entendió que para hacerlo había que ayudar a las poblaciones locales a salir de la pobreza. Su fundación cuida el ambiente pero también incentiva el desarrollo de las comunidades y familias. Fue la primera en decir que los simios tenían cultura.
Cuando en los años ’60 dijo que los chimpancés tenían cultura –al descubrir que fabricaban sus propias herramientas–, gran parte de la comunidad científica le dio la espalda.
Cuatro décadas más tarde, Jane Goodall es la primatóloga de mayor fama mundial, pionera en el estudio y la preservación de los chimpancés en África.
Gracias a la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) está de visita, por primera vez, en Córdoba. Su llegada se produce en el marco de las celebraciones –auspiciadas por La Voz del Interior– que la UNC organiza por el doble "Año Darwin": en 2009 se cumplen los 200 años del nacimiento del naturalista inglés y 150 años de la publicación de El origen de las especies.
Goodall viaja 300 días al año para difundir un mensaje de esperanza sobre la protección de los animales y del medio ambiente, y la asistencia y ayuda a problemas sociales. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003 y es Embajadora por la Paz de las Naciones Unidas.
En la conferencia de prensa de ayer, en la Ciudad Universitaria, se mostró afable a pesar del largo viaje, como una líder espiritual que irradia paz y sabiduría.

–¿Cuáles fueron las reacciones de la comunidad científica cuando usted dijo que los chimpancés tenían cultura?
–Reaccionaron bastante mal. No sólo por eso, sino con el hallazgo de que los chimpancés tenían personalidades y emociones, que se pensaban eran privativas de los seres humanos. Todo depende de cómo se defina cultura. Para mí es el conocimiento traspasado de una generación a la próxima a través de observación y aprendizaje. Y ya se cree que los chimpancés aprenden la cultura de esta forma: observando y copiando el comportamiento de los adultos.

Parecidos
Hace 40 años que Goodall investiga la conducta de los chimpancés en el parque nacional de Gombe, en Tanzania. Su experiencia le dice que "lo que enseña el hecho de que haya cultura entre los chimpancés es que no hay línea divisoria nítida entre ellos y nosotros, los seres humanos. Al mismo tiempo, somos las únicas criaturas que inventamos un lenguaje para comentar problemas y tratar de solucionarlos. Hemos desarrollado nuestro intelecto en forma explosiva, a pesar de que hay muchas semejanzas entre nuestro cerebro y el del chimpancé. Lo que hace pensar que es muy triste que esta criatura tan brillantemente intelectual esté destruyendo el planeta. Nuestras decisiones parecen estar basadas en cómo afectarán a la próxima reunión de accionistas, y no cómo afectarán a nuestros nietos y bisnietos.

–¿Tiene esperanza de que se frene la extinción de especies?
–Si continuamos destruyendo especies, y sus hábitats, esto llevará con seguridad a la extinción de la especie humana. Creo que hay esperanza, pero hay que actuar ya. En el Instituto Goodall tenemos un programa para gente joven en 112 países, con más de 10 mil personas en todo el mundo. Va de jardín de infantes hasta la Universidad, e implica tener tres proyectos personales para ayudar a los animales, a las plantas y a la gente. De esa forma descubren que hay una interrelación entre los problemas en esas tres áreas.

–¿Cree que algunas organizaciones ecologistas o defensoras de animales aún no toman conciencia de que la preservación de los animales está en relación directa con el bienestar de la población?
–Algunas son conscientes. Esa idea la tuve al volver por encima del parque nacional de Gombe. Cuando empecé mi trabajo, en 1960, la población fuera del parque aumentó dramáticamente por la llegada de refugiados. Fuera del área protegida, los árboles se morían, estaban sin hojas. La gente luchaba para ganarse la vida debido a problemas del suelo, de erosión y cambio de clima. ¿Cómo se podía hacer para salvar a los chimpancés cuando la población alrededor estaba sufriendo? Eso nos hizo implementar un programa que mejora la vida de las poblaciones de 24 aldeas, ayudándolos en la forma en que ellos desean que se los ayude. A 10 años del programa, la gente está tan contenta que a su vez ayuda a proteger a los chimpancés. Se dan cuenta de que proteger el medio ambiente es proteger su futuro.

Ayuda humana
Las palabras de Goodall no son sólo un discurso: sus programas ayudaron al desarrollo de la población africana: "La peor forma de erradicar la pobreza es dar dinero a la gente", dice, y lo explica: "En nuestros planes hay un fuerte desarrollo de microcréditos a mujeres. Proponen proyectos sostenibles ambientalmente. Ellas se responsabilizan y los hacen funcionar. El apoderamiento de las mujeres es importante porque son las que están criando a la próxima generación".
Sobre la responsabilidad de los países desarrollados en la conservación de las especies y del ambiente, fue clara: "Más que de los países desarrollados, la responsabilidad es de la gente adinerada. Hay gente obscenamente adinerada en países pobres. De todas formas, los países desarrollados han robado recursos naturales de otras regiones y de alguna forma tienen que compensarlo con una ayuda mayor.

–El avance de la frontera agropecuaria en Argentina, ¿es similar al de otros países?
–Esta tendencia de sacrificar áreas silvestres se produce en todo el mundo, y con los biocombustibles la situación se ha puesto peor. Esta destrucción desconsiderada daña al planeta y sus posibilidades de reconstituirse.

ONG mundial
En Internet. ( www.janegoodall.org ) El Instituto Jane Goodall, fundado en 1977, es una organización global sin ánimo de lucro que insta a actuar local y globalmente en favor de todos los seres vivos, creando ecosistemas sanos, promoviendo hábitats sostenibles y educando a nuevas generaciones de ciudadanos activos y comprometidos en todo el mundo.
Opinión. En la página 18A, la psicóloga Laura Danón (UNC) se refiere a "Jane Goodall y el diálogo con otras especies".

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Jane Goodall y el diálogo con otras especies

La primatóloga inglesa inauguró nuevos cauces en el estudio de los chimpancés, y abrazó la lucha por la defensa de esa especie. Por Laura Danón.
El 14 de julio de 1960 dos mujeres inglesas cruzan en barco el lago que une a Kigoma con la selva de Gombe. Una de ellas, Jane Goodall, es enviada por el arqueólogo y paleontólogo Louis Leakey –para quien trabajaba como asistente– a estudiar el comportamiento de los chimpancés en su entorno natural. La segunda mujer, la madre de Jane, viaja para satisfacer a las autoridades inglesas, quienes no aceptan que una joven viva sola en la selva.
Esta historia tiene muchos rasgos excepcionales. Una mujer de 26 años, en ese momento sin formación científica, se aleja de la civilización, vive en una tienda y se dedica –sorteando peligros– a establecer un vínculo lento de conocimiento y confianza con los chimpancés.
Sus observaciones revelaron a los chimpancés como criaturas con rasgos de personalidad individuales y reacciones emocionales semejantes a las de los humanos. Individuos que se insertan en una red compleja de interacciones sociales, entre las cuales se destacan los vínculos familiares y amistosos, las luchas por el poder y el dominio, los actos crueles y los gestos altruistas.
Criaturas con variadas capacidades cognitivas, tales como la habilidad para construir y emplear distintas herramientas –cuyo ejemplo más conocido es la manufactura de “cañas de pescar” hechas con tallos para “pescar” termitas– los rudimentos de transmisión cultural, el aprendizaje por imitación, la planificación inmediata y el razonamiento.
Las observaciones de Goodall, que tendían a borrar las distinciones entre los humanos y los chimpancés, suscitaron agitados debates en la comunidad científica.
La ciencia de la época enfatizaba la necesidad de distancia y objetividad respecto de los animales estudiados y la etología buscaba convertirse en una disciplina técnica, impersonal y estadística. Goodall, que ignoraba tales estándares, partió de intuiciones opuestas, tratando a sus chimpancés como criaturas individuales, bautizándolos con un nombre propio, empatizando con sus avatares vitales y con sus reacciones emocionales y manteniendo con ellos vínculos afectivos y sociales.
Las relaciones entre ciencia y filosofía son complejas y no siempre armónicas. Sin embargo, hay al menos dos implicancias éticas de los estudios empíricos de Goodall –y de otros similares con primates no humanos– que, creo, resultan benéficas y enriquecedoras.
En primer lugar, la predisposición empática hacia sus objetos de estudio le permitió a Goodall detectar que eran seres inteligentes, con una vida emocional rica y variada. A su vez, la evidencia empírica que indica que estos animales poseen tantos rasgos otrora considerados como específicamente humanos, llevó a muchos pensadores a sostener que debemos ampliar los límites de nuestra comunidad moral para tratar a los chimpancés como criaturas a las que debemos otorgar derechos similares a aquellos que poseemos las personas.
Tal extensión revolucionaria de la “comunidad de los iguales” se encuentra hoy en estado incipiente. Son muchos, sin embargo, quienes trabajan para elaborar herramientas teóricas y estrategias prácticas que la tornen posible. Goodall se encuentra entre ellas.
Desde 1986, la primatóloga dedicó la mayor parte de su tiempo y esfuerzos a la militancia por los derechos de los chimpancés; denunció el riesgo de extinción por la destrucción de sus hábitats naturales y a la cacería para fines comerciales.
Cabe añadir a esto, en segundo lugar, que la tarea de extender nuestra capacidad para empatizar con quienes no pertenecen a nuestra especie no tiene por qué considerarse contrapuesta a la capacidad para preocuparnos y atender al sufrimiento de los miembros de nuestra especie. Por el contrario, se puede pensar que buena parte del daño que los humanos causan a otros humanos descansa en nuestra tendencia a distanciarnos psicológicamente de aquellos que consideramos como diferentes.
La extensión de nuestras capacidades empáticas e interpretativas que fomenta Goodall pone en ejercicio las mismas habilidades que nos permiten, en el ámbito de nuestra especie, salir de los estrechos límites de la propia familia, del grupo de amigos, de nuestra clase social, de nuestra cultura o género, para establecer vínculos con quienes están fuera de nuestras pequeñas comunidades locales.
En este sentido, comprometernos con un mejor trato para otras especies probablemente sea un buen medio para llegar a tratarnos mejor entre nosotros. Tarea que también se encuentra, si se quiere, en estado incipiente.

por Laura Danón
Psicóloga. Doctorada en Filosofía. Becaria del Conicet

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