6 abr 2009

Unidos por la basura

La Mañana de Córdoba (06/04/2009)
Unidos por la basura



La semana pasada, la entente cordiale que mantienen el intendente Daniel Giacomino con el gobernador Juan Schiaretti fue puesta duramente a prueba. Los vecinos de la localidad de Bouwer, hastiados de convivir con el gigantesco basurero metropolitano a pocos metros de sus viviendas, decidieron cortar la Ruta 36 e impedir que los camiones de Crese descargaran los residuos en el predio.
Durante tres días la ciudad estuvo en ascuas sobre cuándo se solucionaría la situación que, de momento, sólo ocasionó problemas en el circuito de recolección domiciliaria.
Desde el punto de vista político, la cuestión encierra un potencial choque de jurisdicciones capaz soliviantar los espíritus más templados. El tema es relativamente sencillo: el intendente es el responsable de recoger la basura en la ciudad de Córdoba, pero el predio de Bouwer se encuentra dentro de la esfera de responsabilidades de la Provincia. Si Crese no puede descargar los residuos por la protesta, tampoco puede recogerlos. Como es obvio, el impacto sobre la calidad de vida de la ciudad es inmediato y fuertemente negativo, con el previsible enojo contra Giacomino. Sin embargo, y a pesar de ello, su responsabilidad sobre el tema es bastante exigua. La resolución del asunto debería ser resorte del gobernador, aunque la asociación pública entre sus responsabilidades y el enojo vecinal se antojara como bastante lejana.

Amigos son los amigos



A pesar de la entidad de la amenaza, la convivencia entre Schiaretti y Giacomino permaneció imperturbable; aún más, todo indica que ha salido fortalecida.
En lo peor de la protesta, sus funcionarios permanecieron permanentemente en contacto. Las instrucciones eran claras: debían colaborar para levantar el corte de la manera más pacífica posible, para luego entonces comenzar a trabajar en la solución definitiva de las demandas. Ambas cosas se lograron con costos políticos relativamente módicos.
Pero la hipótesis de la colaboración en esta coyuntura no fue un dato inicialmente contemplado como plausible por ciertos sectores. Desde el juecismo y, claramente, desde la prensa “independiente”, se apostó vivamente a que las relaciones entre la Provincia y el municipio sufrieran el primer cimbronazo de importancia. Ciertamente existían razones para mutuos reproches: desde la falta de previsión del Palacio 6 de Julio hasta el censurable olvido provincial del medio ambiente metropolitano, cualquier cosa podría haber sido dicha. Si estallaban las hostilidades, al menos habría un atenuante cortoplacista para ambas partes.
Pero el casus bellis no fue tal. Si bien es cierto que los vecinos de Bouwer forzaron una nueva etapa en la cohabitación táctica entre el gobernador y el intendente, los fundamentos objetivos de esta alianza no variaron en absoluto a consecuencia de este revuelo. Ya lo anticipamos el 7 de octubre de 2007: “Giacomino deberá obrar sabiendo que la población difícilmente toleraría cuatro años más de enfrentamiento campal con el gobernador. Esto significa que deberá tender puentes hacia Schiaretti, y que deberá trabajar para juntar las piezas de jarrón chino roto por Juez en su relación con la Casa Rosada”. La posición no ha variado un ápice desde entonces.
Así como a finales del año pasado Schiaretti no tuvo inconvenientes en aportar fondos para que los empleados de Cliba no alterasen la paz social de la ciudad, Giacomino no vaciló en callar cualquier tipo de acusación contra la gestión ambiental de la Provincia. Al parecer, la tan reclamada cooperación entre gobernador e intendente ha llegado para quedarse, y ejemplos sobran en los últimos meses.

Antecesores culpables
Es fácil advertir que, en un ejercicio contrafáctico, el incidente de Bouwer habría tomado el cariz de un verdadero Chernobyl si el intendente hubiera sido Luis Juez. En términos literales, el líder del fin del choreo habría tapado de basura al gobernador, quienquiera que éste hubiera sido, con la lógica reacción y consiguiente devolución de gentilezas. De seguro, el asunto habría eclipsado prontamente la eterna disputa por las papeleras en el río Uruguay, escalando a niveles de paroxismo. No deja de ser un alivio que este escenario sea cosa del pasado.
Pero Giacomino no parece dispuesto a olvidar que la potencialidad del conflicto está a la vuelta de la esquina, al menos, si Juez consigue acceder a la gobernación. En declaraciones formuladas a CADENA 3 el fin de semana, sostuvo que desde el Frente Cívico recibe críticas “porque tengo buena relación con el gobernador, algo que nunca se debería haber perdido”, para agregar que con Schiaretti no mantiene “una relación política sino institucional” y que Córdoba “no estaría tan postergada si los intendentes no se hubieran peleado con los gobernadores como se pelearon”. Este análisis de corte pacifista es una manifestación clara de su decidida convicción por mantener los vasos comunicantes con la Provincia cueste lo que cueste, aunque esto suponga renunciar a la dramaturgia oportunista de la victimización.
No obstante que la cooperación institucional constituya uno de sus principales ejes de gestión, el enojo con su antecesor parece ser otro de los aspectos clave que guían las acciones y palabras de Giacomino. Así, y también en las mismas declaraciones radiales, el intendente no se privó de destacar que Juez nombró la friolera de 5.000 nuevos empleados con los consiguientes costos salariales, y que tal presente griego condicionó severamente las finanzas municipales durante todo 2008. Quizá por tal motivo haya sido especialmente directo: “Las gestiones de Germán Kammerath y Luis Juez han sido muy malas para la ciudad de Córdoba”, equiparando el penoso mandato del ucedeísta con el bufo período de su mentor. Semejante identificación simbólica es un cross a la mandíbula del juecismo.
¿Puede –en rigor– Giacomino sorprenderse de la gestión anterior, habiendo sido viceintendente de la ciudad? En términos teóricos, debería haber estado avisado. Su posición dentro del Partido Nuevo fue siempre de gran relevancia y, al menos hasta el primer trimestre de 2008, su relación con Juez bastante fluida. Pero en términos prácticos, dudamos que el intendente haya conocido en profundidad las dimensiones del dislate municipal. No es un secreto que Juez no logró conformar jamás un equipo de gobierno razonable, y mucho menos que tuviera nociones serias de las finanzas de la ciudad. Como buen populista, fue marcadamente procíclico: como entraba más plata, gastaba más. Y lo hacía aumentando los sueldos de los muchachos del Suoem. Cuando la plata se acabó, no estaba más en el gobierno. Un problema para su sucesor. Quizá nadie conocía las reales dimensiones del asunto, ni siquiera el ex intendente.
Es probable que el desaguisado heredado hubiera sido deliberadamente disimulado por Giacomino de no ser por la suicida propensión marginal de Juez a impartirle consejos de gobierno a través de los medios, a pesar de sus escabrosos antecedentes en materia de administración. Nadie soporta semejante falta de pudor. En consecuencia, el intendente optó por hacer lo contrario de su antecesor, liberándose de su tutela y pactando una cohabitación de buena fe con Schiaretti.
Suena escatológico, pero el ejemplo vale mil palabras: en buena parte gracias a Juez, la Municipalidad y la Provincia están unidas por la basura. ¿No era lo que todos querían, al fin y al cabo?

Ver Noticia On Line

0 comentarios:

Buscar este blog

Blog Archive

Temas

Archivo de Blogs