15 ene 2008

Del riesgo país, ¿al "riesgo kilovatio"?

La Voz del Interior (13/01/2008)
Del riesgo país, ¿al "riesgo kilovatio"?

El sistema eléctrico argentino estuvo en los últimos días al borde del colapso. En Córdoba, las zonas no turísticas sufrieron los mayores problemas. La crisis energética, ahora y en el próximo invierno, augura problemas crecientes. La agroindustria, que la Provincia quiere relanzar, puede llevar la peor parte.
Los elaborados discursos no pudieron tapar la realidad. El sistema eléctrico estuvo en los últimos días al borde del colapso y los cortes se generalizaron en todo el país. El martes último hubo 50 mil interrupciones, según lo debió admitir la presidenta Cristina Kirchner.
En Córdoba, según funcionarios oficiales, los cortes se aplicaron en zonas no turísticas para evitar complicar aún más a los veraneantes, que ya tenían problemas para conseguir combustibles y cajeros automáticos con dinero.
Ese día, la Argentina registró un máximo histórico de consumo –385,2 gigavatios (GWh)–, con un pico de demanda de 17.885 megavatios (MW), lo que obligó a importar electricidad de Brasil para evitar que el país fuera un mapa en el que se veían amplias zonas a oscuras. “El sistema está al límite”, se sinceró ante La Voz del Interior un funcionario de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (Epec).
Cristina Kirchner asumió el costo político de admitir que existe una crisis y que ésta se mantendrá, al contrario de lo que había hecho su esposo y antecesor, quien nunca reconoció el problema.
Los picos de consumo eléctrico se incrementaron en forma paulatina desde el año 2000, con más fuerza a partir del crecimiento, de mayores ingresos en los bolsillos de la población y de más facilidades de pago para la compra de electrodomésticos, en especial de equipos de computación y aires acondicionados. Los picos de demanda rondaban los 13.700 megavatios (MW) en 2000, se elevaron levemente a 14.300 durante la crisis de 2002 y el año pasado pegaron el salto a 18.000 kilovatios, es decir que desde la devaluación se incrementaron más de 20 por ciento. Por contrapartida, no se ha incorporado ninguna central desde fines de la década de 1990.
“Cada aire acondicionado consume 1,5 kilovatio/hora de promedio. Si se tiene en cuenta que en Córdoba se vendieron unos 200 mil aparatos en 2007 y estuvieran todos prendidos al mismo tiempo durante una hora, consumirían la mitad de la energía que genera Embalse”, explica un técnico de Epec para mostrar cómo los picos ya no pueden ser atendidos con la actual infraestructura.
El Gobierno nacional espera sumar entre abril y mayo las centrales a “ciclo abierto” Manuel Belgrano (Campana, Buenos Aires) y San Martín (Timbúes, Santa Fe), con una producción de 500 megavatios.
Si el aporte es insuficiente, el Gobierno “gerenciará” la demanda, haciendo parar las industrias en las horas pico.
El problema se repite con los combustibles. El crecimiento generó mayor actividad, en especial en el transporte y en el campo, que ahora sufren la falta de gasoil. El cuadro se complica al extremo entre mayo–junio, cuando se levanta la cosecha de granos gruesos (se espera que esta campaña bata otro récord) y las sembradoras y los camiones no tienen combustible.
Ahora faltan naftas porque el año pasado cayeron la extracción de petróleo y la producción de naftas, al mismo tiempo que se patentaban 670 mil vehículos. Hay más consumo, pero la oferta no creció.

Cómo se soluciona
El Gobierno nacional acudió al método simple de adelantar la hora y alentar el cambio de lámparas incandescentes por las de bajo consumo que, aunque genera conciencia sobre el grave problema que tiene el país, sólo es un ahorro modesto comparado con la brecha que existe entre oferta y demanda. Hay otros instrumentos que la administración kirchnerista no quiere usar y que van desde los subsidios a las lámparas de bajo consumo (cuestan tres veces más que las comunes) hasta gravar con un impuesto especial la compra de los aires acondicionados hasta que pase la emergencia. Claro que eso significaría resignar calidad de vida en un país que al menos en los últimos años prefirió disfrutar de la vida antes que ajustarse el cinturón.
Pero el verdadero ajuste es el precio de un bien que es escaso y estratégico. Cuando el precio de un bien es barato, se consume y hasta en exceso, como sucedía hasta hace poco cuando no importaba que las luces del alumbrado público estuviesen prendidas durante todo el día. Ahora, cuando eso sucede, la gente llama a los medios de comunicación para denunciarlo.
Con una tarifa social para los más vulnerables y precios crecientes para las otras categorías de usuarios, el ahorro energético sería una realidad.
Este criterio debería aplicarse también en las naftas, ya que lo contrario significa que las industrias y el transporte público carecen de gasoil, mientras que automóviles Premium, que valen más que las viviendas que el Banco de Córdoba ofrecerá pagar en 30 años (40 mil dólares), consumen libremente todo el combustible que desean. Y desde hoy, con los precios del 31 de octubre, pese al fuerte aumento que tuvo el petróleo.
Con el esquema elegido, el kirchnerismo decidió quemar las reservas existentes, ya que nadie hará exploración y producción con rentabilidad negativa. Desde 2009, el país se verá obligado a importar crudo, advierten los expertos, que señalan además el riesgo de que el petróleo cruce la barrera de los 150 dólares.
Esas medidas implican un “progresismo al revés”, que beneficia a los sectores más acomodados en lugar de a los más pobres, que necesitan que la fábrica tenga las puertas abiertas –o sea que tengan gas o electricidad– para ganarse un sueldo con su trabajo.
“En los ’90, la droga fue el dólar barato y en esta década, la droga es la energía barata”, advierte el especialista Daniel Montamat.
Está claro que el Gobierno debe fijar reglas claras para que las inversiones (quien destina dinero a un proyecto siempre quiere “ganar” dinero) tengan rentabilidad y surjan proyectos para poseer más energía.
Además del hogar. Si la Argentina tiene una balanza energética negativa (exportaciones menos importaciones de combustibles, gas natural y electricidad), tanto las cuentas fiscales como las de la balanza de pagos, se complicarán.
Y lo más importante: los proyectos para expansión de la agroindustria quedarán a un costado por la falta de energía, en momentos en que la demanda de alimentos crece en el mundo por la expansión de China e India, principalmente.
Córdoba sólo industrializa un tercio de la producción de sus bienes primarios, como los granos y la carne, al mismo tiempo que necesita mejorar “las ventajas competitivas en industrias de bienes de capital y de consumo durable, que aún no logran insertarse en el mundo”, advierte el economista Juan Manuel Garzón.
Juan Schiaretti asumió la Gobernación prometiendo que trabajaría para que la industria, en especial la procesadora de alimentos, tuviera toda la electricidad y el gas natural que necesita para desarrollarse y aprovechar el “viento de cola” que supone la demanda global de alimentos. Nada se podrá hacer si la energía es insuficiente.
En la década pasada, se vivía pendiente del “riesgo país” (la diferencia de tasas que pagaba la Argentina con relación a Estados Unidos y que suponía el riesgo de la cesación de pagos); hoy, el “riesgo kilovatio” puede representar de contar con energía y, por ende, la imposibilidad de seguir creciendo.
La crisis supone un doble desafío para Córdoba: por un lado, los inconvenientes que implica la carencia de ese bien imprescindible y, además, porque hará aún más lento el desarrollo de la provincia.
La falta de energía no es sólo una anécdota de verano.

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