8 nov 2021

Los relictos de caldenes son casi historia

 


El Puntal de Río Cuarto (08/11/2021)
Fue productor en uno de los últimos relictos de caldenes: "El ecosistema está enfermando"

Ignacio Vanelli, cuyo campo está en zona de Villa Valeria, sostuvo que "la visión de campo sucio como campo de monte es un paradigma que tenemos que borrar"
Ignacio Vanelli protagonizó una experiencia señera de producción rural en un establecimiento familiar ubicado en el Corredor Biogeográfico del Caldén. En diálogo con Puntal, el productor asegura: “Debe haber un cambio cultural, la visión de campo sucio como campo de monte es un paradigma que tenemos que borrar”.
Entre la zona de Villa Sarmiento, cerca del límite con San Luis, sobrevive una de las últimas porciones de monte de caldén que quedan en Córdoba.
Se trata de una superficie de 820 ha de monte nativo “del espinal”, (región del caldén) -más 40 hectáreas agrícolas aproximadamente- repartidas en distintas parcelas y la principal producción es la ganadería.
El campo se ubica en el noroeste del departamento General Roca, a 40 kilómetros de Villa Valeria, entre Villa Sarmiento y Justo Daract (San Luis). Pertenece a zona roja (según la clasificación de la ley nacional de bosques), y al “Biocorredor geográfico del Caldén”, según la Secretaría Córdoba Ambiente.
Es uno de los últimos montes en buen estado de conservación del Corredor del Caldén, los suelos con textura variable de franco arcilloso a franco-arenoso. Hay zonas de tierra negra y zonas más medanosas. Desde la localidad de Villa Valeria se llega recorriendo 38 kilómetros de camino de tierra por la ruta provincial 14.
Allí, Ignacio llevó adelante un proyecto de integración del monte nativo a la producción por más de 10 años y trata de conectar con gente que esté en su misma situación, apuntando hacia una transición agropecuaria sostenible, un proyecto agroecológico integral. “La tierra es propiedad de mi madre, antes de mi abuelo. La intención fundamental que me mueve es la conservación y la restauración del bosque nativo, su re-valoración y dignificación, e integración en el medio social”, expone el joven, que si bien es oriundo de Buenos Aires, desde niño tuvo relación con el lugar con permanentes visitas.

“El monte no está integrado”
“Fui un productor en el monte, que es una situación particular. Es un poco eso lo que me moviliza y lo que estoy en búsqueda ahora para integrar el monte a la producción a la economía, a la sociedad, a la gente. Mi experiencia fue esa, que el monte no está integrado, ni tampoco es valorado por la economía a nivel país a nivel macro, ni tampoco por las economías regionales, por los pueblos”, indica Ignacio, quien actualmente reside en San Luis.
El lugar también tiene una relevancia cultural histórica; cerca en el río Quinto (Popopis) han sido hallados restos fósiles. Fue tierra de huarpes y ranqueles, los pueblos cercanos nacieron como importantes fuertes durante la época colonial. El cañadón que se encuentra sobre el camino pasando Pizarro, todavía conocido por los locales como “el paso lechuzo” o “huaico”, figura en el libro del escritor, periodista, político y militar argentino Lucio V. Mansilla (1831-1913), “Una excursión a los indios Ranqueles”.

-¿Cómo fue la vida en el monte?
-Desde muy chico que estoy vinculado con el territorio, el campo es familiar, de mis abuelos. De una crianza muy alejada de la ruralidad. Fue un cambio muy drástico, pero una elección totalmente personal y buscada.

-Durante este tiempo hiciste observaciones, ¿qué conclusión sacaste sobre el estado del territorio?
-Hice entre 10 o 15 años de observación, a la par del avance del desmonte han ocurrido cambios en el suelo, en el clima, visibles para todos. Cambios en las aguas de napas, cambio climático que se está viviendo más pronunciado en esa zona. Cambio en el agua con bajos que se inundan. Lo que sí he notado es que el monte lo manifiesta, las floraciones son muy irregulares, a veces escasas. Ciertos árboles, como el llamado sombra de toro, se debilitan hasta quebrarse solos con los vientos, y también pasa con los caldenes y algarrobos. Se nota en la floración y la producción de chauchas. Son síntomas a los que hay que prestarles atención porque nos hablan de un ecosistema que se está enfermando. Esto repercute en nuestra vida; tras dos o tres años alejado del territorio, me empecé a vincular a lugares donde está más valorado el monte o hay otro nivel de conciencia sobre la importancia de la naturaleza. No están tan divididas la economía o la producción con la naturaleza, que es la base, por ahí no se nota esto en nuestra visión común de la economía. Un ecosistema enfermo va a producir alimentos enfermos y así seguirá la cadena.

-¿Cuál es el mensaje a las nuevas generaciones de esta zona?
-Las personas que tienen la suerte de poseer todavía monte que por ahí no sienten que es valorado sepan que es muy importante la conservación y en mi punto de vista la integración también. No solamente es algo a proteger sino algo a integrar con nuestros hábitos de vida, de consumo de alimentación y de producción. Tiene que haber una relación que no busque borrarlo del mapa, al contrario, que se den cuenta de que esas plantas tiene muchos años equilibrando el ecosistema. Yo creo que se está empezando a entender, es vox populi la importancia de los árboles nativos.
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