14 oct 2008

Un río surcado de proyectos

La Voz del Interior (14/10/2008)
Un río surcado de proyectos

Defender el río Suquía y evitar que, sobre todo en determinadas épocas del año, se convierta en un foco infecto que arrastra toda clase de basura y elementos contaminantes, es una obligación de todos. De las autoridades en primer lugar.
El río Suquía forma parte indisoluble del paisaje urbano de Córdoba y es desde siempre un sello distintivo de la ciudad, un paseo muy apreciado por sus habitantes y una suerte de tentación para toda clase de emprendimientos urbanísticos.
Algunos, como su sistematización vial, dieron excelente resultado, ya que recuperaron sus orillas y las convirtieron en una vía rápida para llegar o salir del centro de la ciudad. Otros, en cambio, sobre todo los que trataron de operar sobre su curso de agua, terminaron en absolutos fracasos. Pavimentar su lecho, por ejemplo, fue una ocurrencia absurda que el río,con su comportamiento natural, se está llevando de a poco.
Podría decirse que, como un espejo, el río refleja lo mejor y lo peor de la ciudad. Si algo no ha faltado al Suquía son proyectos... y contaminación. De los proyectos, apenas si queda alguna huella. Pero la contaminación puede observarse a simple vista a lo largo de casi todo su curso, sobre todo en estas épocas de lluvias escasas, en las que sus aguas tienden a estancarse.
No en vano existen hoy equipos de investigación de universidades privadas y estatales que analizan sus aguas para determinar hasta qué punto las actividades que se desarrollan en sus orillas las contaminan. Ahora, el río vuelve a ser noticia porque los vecinos que habitan la ciudad a partir de camino a Chacra de la Merced kilómetro 5,5, punto en el que se ubica la planta de tratamiento de líquidos cloacales de Bajo Grande, están en pie de lucha contra la contaminación.
La denuncia, presentada a través del Centro de Derechos Humanos y Ambiente (Cedha), expresa que las actividades de la citada planta violan el artículo 55 de la ley nacional 24.051, que establece las mismas penas que las del artículo 200 del Código Penal (reclusión o prisión de tres a 10 años) para quien, utilizando residuos peligrosos, envenenare, adulterare o contaminare de un modo peligroso para la salud, el suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general.
Se trata de una presentación grave y fundada, que apunta a una cuestión tan fundamental como el volcamiento de materia fecal en el río y que motivó la intervención del fiscal federal de la ciudad de Córdoba, Gustavo Vidal Lascano.
Según la denuncia, después de la planta depuradora, el agua posee 2.560.000 bacterias coliformes fecales cada 100 mililitros, cuando lo permitido son mil bacterias cada 100 mililitros.
Estamos en presencia, pues, de una acción cuyos efectos deben ser modificados a la brevedad, más allá de las responsabilidades penales que se adjudiquen. Pero no es sencillo, ya que el origen de la anomalía no está en la desidia o el celo que pongan los funcionarios responsables de la planta de Bajo Grande en el desempeño de su responsabilidad, sino en la administración de la ciudad, cuyo crecimiento edilicio desbordó las previsiones en materia de infraestructura. Tanto que el intendente anterior había suspendido las nuevas conexiones cloacales en febrero de 2004. La prohibición fue “letra muerta” y hoy, con nuevas autoridades, la Dirección de Obras Privadas del municipio dejó de exigir la factibilidad de cloacas para otorgar los finales de obra.
La denuncia de los vecinos, y también otros indicadores, es evidencia de que el descontrol no puede continuar, por lo menos mientras no se terminen las obras de ampliación que, con un financiamiento nacional que se retacea, se están realizando en Bajo Grande. Parece mentira que sean estas páginas las que deban señalarles prioridades tan evidentes a las autoridades. Pero está claro que terminar Bajo Grande debe ser un objetivo estratégico a salvo de cualquier contingencia o crisis.
El río que cruza nuestra ciudad es una bendición que genera espacios abiertos aprovechables para el esparcimiento, humedece el aire y brinda a la ciudad un pulmón contra la contaminación, un espacio verde de indudable aporte a la salud del medio ambiente. Defenderlo y evitar que se convierta en un foco infecto que arrastra toda clase de basura y elementos contaminantes, es una obligación de todos. De las autoridades municipales, en primer lugar.

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