12 may 2019

Gentrificación en Córdoba Capital



La Voz del Interior (12/05/2019)
Gentrificación: ¿De quién es la ciudad?

Un barrio puede vivir un “boom” inmobiliario que lo lance al estrellato. El fenómeno está provocando un fuerte impacto social, tanto en Berlín como en Córdoba.
Nadie sentado. Nadie quieto. La enorme superficie de la Alexanderplatz se acerca a su punto de ebullición. Como un faro sobre el mar de cabezas, el ojo de vidrio de la torre de televisión vigila a las 40 mil personas que alzan su voz para invocar el nombre de la criatura. Los eruditos la llaman “gentrificación”. Los grafitis, los carteles y la clase media la interpelan con la frase “Berlín no está a la venta”.
La capital de Alemania se despereza de su breve pero intensa temporada comunista. Cada vez más coqueta, moderna y refinada. Casi irreconocible a su propia historia.
Tras la caída del Muro, hace 30 años, una ola de inversionistas empezaron a comprar propiedades en la entonces gris y olvidada urbe.
El apuro por reactivar la ciudad la llenó de colores e infraestructura, pero también empujó exponencialmente los precios de los alquileres. Ahí fue cuando el berlinés promedio empezó a preocuparse. Y puso el grito en el cielo.

Kreuzberg y Güemes
Lo que en Berlín aturde en Córdoba incomoda. Gentrificación es una experiencia que se vive a diario. Salir a caminar por barrio Güemes es un buen ejercicio. Allí la evidencia salta en trampolín. ¿Qué familia humilde que vivían alrededor de la vieja Plaza de Carretas –hoy la Feria de los Artesanos– habría imaginado que su casa humilde terminaría convertida en coctelería bohemio-chic o en tienda de luminarias art decó?
“El fenómeno de la gentrificación tiene el mismo tinte en la mayoría de las ciudades: diagnosticar un área como obsoleta, degradada, de forma negativa; planificar una intervención y prometer que esa intervención va a dar solución a los problemas urbanos de la zona. Se puede ver en Palermo en Buenos Aires, en Güemes en Córdoba o en Kreuzberg en Berlín porque es una tendencia mundial que responde a la idea de mercancía“, dice Ailen Suyai Pereyra, académica cordobesa que analiza en su tesis doctoral de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y de la alemana Bauhaus Universität Weimar cómo es la transformación urbana de barrio Güemes.
El perímetro del Paseo de las Artes es un testimonio en tiempo real. A su alrededor la suba de alquileres y servicios desplaza las tiendas de barrio para imponer franquicias, galerías y restós. Nuevas modas sustituyen viejas místicas. Por citar: la desaparición de los clásicos bares La La Lá y Wunderbar y la histórica tanguería El Arrabal fueron la génesis del nuevo de Güemes.
“El sistema no sólo vende lo material –agrega Suyai Pereyra–, sino también todo un paquete de experiencias que no tienen nada que ver con la dinámica barrial.“
“Berlín es pobre pero sexy”, fue el eslogan que el exalcalde de la capital y padrino de la gentrificación, Klaus Wowereit, utilizó en 2003 para tentar las grandes compañías a invertir en esa ciudad. Una frase icónica a la que el sitio web del tour “Entendiendo la gentrificación”, del grupo TipToe Travel, contesta con una metáfora: “Berlín se está convirtiendo en un Disney World de la cultura alternativa”.
Las calles de Kreuzberg, retrato al óleo de un antiguo complejo obrero transmutado en un barrio encantador, son donde la británica Lorna Cannon cuenta su versión de los hechos a turistas, a curiosos y a vecinos.
“Quieren entender qué está pasando y por qué la gente local está enojada –dice Cannon–. Es fácil encontrar turistas que vienen de París o de Londres y que se sorprenden por los bajos precios de los alquileres. Pero si vemos cuán rápido todo está subiendo, es claro que las cosas están cambiando en una dirección poco saludable para la ciudad”.

Desplazados
Las ciudades son cuadrículas. Laberintos. Epidermis sobre la que habitan personas. En su interior, las fronteras se multiplican. Dividen. Condicionan. Se reservan el derecho de admisión en la puerta del boliche.
Uno de los efectos antipáticos de la gentrificación ocurre sobre los más antiguos moradores de un lugar que, de pronto, ven subir los costos de vida. Si no pueden adaptarse, muchos deben mudarse.
“Yo lo pondría en términos de desplazados urbanos –explica Suyai Pereyra–. Desplazados por un proceso ajeno a ellos. Se trata de una planificación clasista del espacio urbano dirigida a cierto grupo de personas.”
Los vecinos fueron los primeros en ver las señales. Las adivinaron. Aparecía una galería acá, nacía un restó allá, desaparecía la despensa de la esquina. Más madera, metal, luces, decorado minimalista y nuevos códigos como tarros de mermelada en vez de vasos y autoservicio en vez de mozos. Contrastes: estilo despreocupado planificado frente a bohemia y abandono urbano históricos. Música electrónica. Cantantes del momento. El boom había llegado.
“Un factor determinante es que los planes de renovación del espacio público, infraestructura y servicios apuntan a una necesidad real y muy urgente de la población. Es mayor el impacto a corto plazo, como el aumento del valor del suelo y los alquileres, que posibles expulsiones de los pobladores a mediano y largo plazo. Sin embargo, sí se pueden identificar los principales beneficiarios de esas obras: inversores, desarrollistas inmobiliarios y turistas. Esto puede tener o no un efecto derrame en la comunidad”, explica la arquitecta Sara María Boccolini, que en su tesis doctoral de la Bauhaus Universität y la UNC analiza la transformación urbana.
Córdoba y Berlín rivalizan con sus propios símbolos: donde antes hubo una penitenciaría de mujeres, hoy funciona el polo comercial del Paseo del Buen Pastor; donde antes había terrenos vacíos en la East Side Gallery –perfectos para selfies con ángulo amplio frente al último pedacito intacto del Muro de Berlín–, hoy se levanta el estadio cerrado Mercedes Benz Arena.

Sobrevivientes
Durante su propio tour sobre “Protesta y gentrificación”, el alemán Tobi Allers, del sello Berlinkultour, cuenta la historia de pequeños negocios de barrio que ahora comparten vereda con restaurantes gourmet. Sobre la Oranienstraße, entre pequeñas panaderías, locales de cómics, bares alternativos y una florería abierta las 24/7, se destaca la clásica librería Kisch & CO, que logró renovar un contrato muy por debajo del promedio.
“La suya es una historia de supervivencia –dice Allers y mira la multitud alrededor–. Esto se volvió un gran movimiento. El año pasado éramos 35 mil y esta vez somos más. Es un tema que atravesó toda la sociedad. Estudiantes, trabajadores, jóvenes, ancianos”.
Con la boca abierta y los dientes en punta, un gran tiburón de papel y cartón nada sobre las miles de cabezas. La figura de un depredador en la cima de la cadena alimenticia fue la elegida por el grupo de jóvenes alemanes que la llevan a hombros para personificar uno de los protagonistas de esta historia.
La corporación de bienes raíces Deutsche Wohnen opera en Berlín y administra casi 165 mil propiedades residenciales y comerciales, de acuerdo con el sitio especializado Consorsbank. Junto con otras gigantes como Vonovia, domina el mercado en una ciudad de 3,5 millones de habitantes –casi tres veces Córdoba capital.
Es vox populi que estas empresas hacen uso de prácticas poco amigables con el objetivo de forzar la salida de los inquilinos y dar paso a mejores clientes. Entre las más mencionadas por el público están, por ejemplo, reparar las aberturas de los espacios comunes durante el gélido invierno nórdico o hacer mejoras en la fachada en pleno verano.

El punto de conexión
La voz de un megáfono sacude consignas sociales con música tecno de fondo. La gente baila –disfrazada y ruidosa– a través de la Alexanderstraße. Esta imponente avenida, diseñada para lucir los desfiles militares de la antigua Unión Soviética, ahora sirve de corredor para otra posible revolución. El movimiento Expropiemos Deutsche Wohnen & Co está reuniendo firmas para que el Estado de Berlín pueda expropiar los departamentos de las grandes compañías y convertirlos en viviendas sociales.
De alcanzar las 170 mil firmas habrá un referéndum en 2020, lo que aplicaría por primera vez en 70 años el artículo 15 de la Constitución alemana de 1949, que permite la estatización de la propiedad privada.
Lo que sí ya está en marcha en algunos vecindarios de Berlín es la cláusula Milieuschutz, un estatus que prohíbe renovaciones “innecesarias” siempre discutido. ¿Cuentan un ascensor o un balcón como una necesidad moderna?
La gran avenida empieza a vaciarse. El mensaje permanece latente. Esta capital europea lleva la vanguardia. Fue la primera ciudad de Alemania en implementar, en junio de 2015, la ley federal que limita los aumentos del alquiler a un 10 por ciento promedio anual. Un año después, el Senado prohibió además el alquiler de departamentos enteros por brevísimos períodos de tiempo, especialmente vía Airbnb.
Córdoba, experimento reciente de una gentrificación tardía, pone voz a organizaciones de vecinos como Defendamos Alberdi, el movimiento de artesanos o la Red de Vecinos de San Vicente. Queda ver, por ejemplo, qué será de barrio San Martín con la puesta en valor de su excárcel y cómo avanzará Portal Güemes, el proyecto estrella de la Municipalidad y de la Provincia en calle Belgrano.
La nueva ciudad se abre paso en la historia. La vieja ciudad reclama su lugar. Alexanderplatz, en el corazón de Berlín, es un punto de conexión. Una plaza antes visitada por campesinos en carretas y hoy frecuentada por oficinistas en subte. Es un lugar que espera. Aquí se dará el encuentro –o el choque– previo a la partida.

Ver Noticia On Line
.

0 comentarios:

Buscar este blog

Blog Archive

Temas

Archivo de Blogs