13 mar 2012

Chancaní sigue reclamando por el agua

La Voz del Interior (13/03/2012)
Chancaní sigue reclamando por el agua



Pasaron el verano casi sin agua. No tienen cisternas suficientes, ni perforaciones ni bombas. Perdieron animales y cultivos.
Mientras algunas lluvias en las últimas semanas llevaron alivio a los 2.406 pobladores de Chancaní, en el departamento Pocho del árido y empobrecido oeste cordobés, el agua caída no varía el cuadro de uno de los veranos más tórridos que sus habitantes recuerden. Mientras, las soluciones de fondo para la provisión de agua se siguen esperando.
El pueblo ha hecho de la carencia y de la espera casi una forma de vida. En enero, hasta los animales con los que subsisten muchas familiar murieron de sed.
Ahora volvió el agua por el canal de riego que llega al pueblo. Todos saben que no durará mucho, pero al menos se nutrieron algunas represas familiares. Un deficiente sistema de filtración hace que luego de cada lluvia, el agua de red aparezca turbia por las canillas. Eso, cuando hay agua.
La potabilización aparece como una posibilidad lejana. “Siempre que llueve nos olvidamos un poco del problema, y volvemos a acordarnos cuando de nuevo estamos sin agua, pero este año ha sido más grave que nunca la sequía”, dice Miguel Villarreal, agrónomo y vecino de Chancaní.
La comuna continúa asistiendo con un camión cisterna a los vecinos de parajes como Santa Rosa o El Quemado.
Antonio Bolibó, jefe comunal desde 1999, había dicho en enero que era inminente que la Provincia enviara recursos para la construcción de un nuevo surgente en el pueblo. Las gestiones siguen, mientras esperan. “También pedimos una cisterna de 600 mil litros”, señaló.
Segundo López, quien fue jefe comunal hasta 1995, cuestionó: “Hay de dónde sacar agua, pero hay que conseguir cómo hacerlo, y mantener las perforaciones y las bombas. La comuna tiene que solucionar las cosas con más decisión”.
La escuela reclama una perforación propia para asegurarse agua. Cuenta con 200 alumnos entre preescolar, primario y nivel medio. “En la primavera se nos secaron más de 20 frutales y las hortalizas, tuvimos que sacrificar 60 pollos, y trasladar los conejos a la casa de un profesor”, contó América Gómez, directora del Ipem 354, de especialidad agrotécnica. “Es indispensable tener agua, no se puede sostener esta especialidad en sequía”, razonó.
Adaptarse. El médico Demetrio Villarruel llegó hace tres años al dispensario de Chancaní para quedarse cuatro días por semana. Es una tarea que a esta y otras muchas pequeñas comunas les cuesta mucho cubrir: los médicos sobran en las grandes ciudades pero faltan en sitios de escasa demanda.
“Por la falta de agua buena hay problemas frecuentes de dermatitis o diarrea, pero en general la gente ya sabe manejarla. Es como que hay una adaptación del organismo al problema”, plantea. Hoy al médico le preocupan tanto como el agua las mordeduras de serpientes y ya algo menos el mal de Chagas. La reciente erradicación de unas 40 viviendas rancho disminuyó el problema. Mientras, los cortes de electricidad atentan contra la calidad de vida. Son casi diarios y complican el mantenimiento de alimentos.
Rolando Agüero, de la Cooperativa eléctrica, reconoce la crisis y las carencias de la institución que no tiene sede, ni vehículos, ni elementos mantenimiento del servicio. “Las redes están deterioradas, si se corta un cable en Los Túneles, a veces vamos en la moto o alquilamos la camioneta a un vecino”, grafica. Su escaso personal no tiene ni seguro.

Espera en los Médanos
Perforación rota. Desde el paraje Los Médanos, a 30 kilómetros de Chancaní pero dependiente de su comuna, se sigue pidiendo el arreglo de una perforación que no funciona desde hace dos años y que dejó a siete familias en absoluta carencia.
Un camión. Es de la ex Dipas y llega de Villa Dolores, a 80 kilómetros. Renueva el agua de aljibes y cisternas familiares.
Promesa. Rolando Gómez, titular de la delegación oeste de la Subsecretaría de Recursos Hídricos, afirma que se gestiona una nueva perforación para el paraje, porque la que había está seriamente dañada.

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La espera eterna como forma de vida

Chancaní sigue esperando. Si, como se dice, la esperanza del pobre es larga, los vecinos de esta zona han hecho de la espera, justamente, una forma de vida parecida a la resignación.
“Hay gente mala que usa el agua para regar las plantas”, afirma un vecino. Pero una cosa es esperar las lluvias, que dependen del cielo, y otra esperar soluciones terrenales, que dependen de estamentos bastante más inferiores que los divinos.
El pueblo trascendió en los años ’80 por contar con uno de los mayores índices del país de Mal de Chagas y de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). En 2008, el Censo Provincial relevó allí que 26 por ciento de los hogares tiene NBI. Sigue siendo uno de los más altos de la provincia.
Cuando los problemas la hicieron visible como una de las capitales provinciales de la pobreza, las soluciones –pasajeras o constantes– comenzaron a llegar al ritmo de las campañas electorales, las acciones de gobierno y las obras solidarias. El nuevo siglo encontró a Chancaní con una imagen distinta, aunque con una altísimo grado de emigración.
En ese contexto, el clientelismo partidario y la crisis de algunas instituciones hoy son evidentes. Los pobladores que quedaron dejaron de esperar la electricidad, la red de agua, la telefonía, la escuela secundaria, un médico que se quede más de un día, la erradicación de ranchos, los celulares y hasta Internet. Todos esos beneficios llegaron, aunque muy pocos funcionen hoy con regularidad.
De todas, la carencia más preocupante es la del agua. En un entorno natural que se sabe hostil desde siempre, las obras para el aprovechamiento, conservación y distribución del líquido esencial deberían ser una realidad. Los vecinos las siguen esperando, como a la pavimentación del camino de 70 kilómetros que los separa de Villa Dolores, prometido en casi todas las campañas electorales.

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