2 mar 2022

Villa María, árboles centenarios que caen por la codicia

 


El Diario de Villa María (02/03/2022)
Eligieron talar también el diálogo

Los algarrobos de más de 100 años aparecieron resecos luego de que, a mediados de enero, mostraran rebrotes. El titular de la Subsecretaría de Ambiente y Saneamiento del Municipio, Germán Tissera, brindó detalles sobre la situación
Federico Falco es un escritor argentino, nació el 20 de septiembre de 1977 en General Cabrera -a 75 kilómetros de Villa María-, tiene cuarenta y cuatro años, y en 2020 publicó una novela que se llama “Los llanos”. En esa novela, en un fragmento, dice: “Contar una historia cambia a quien la cuenta”. Pienso en eso, si ahora que volveré a hablar de aquellos algarrobos que están en la esquina de las calles Derqui y 12 de Octubre, en barrio Palermo, me sucederá algo: quiero decir, si podré entender por qué esos árboles que hace un mes mostraban rebrotes verdes, nuevos, embrionarios, por estos días están con los rebrotes mustios, resecos, flojos, entre un amarronado y un amarillo pálido, como comienza a ponerse el color de la piel de los enfermos.
Falco, en su libro, también dice: “La naturaleza tiene un lenguaje hecho de recurrencias. Aprender a leerlo implica saber detenerse, tomar nota, reconocer, mirar de cerca”. Mi compañero de El Diario, el mismo que los últimos días de enero fotografió los árboles con los rebrotes, hace algunas semanas pasó otra vez por el lugar y, por ese lenguaje hecho de recurrencias, frenó en el auto y se frenó él y me envió algunas imágenes. “Recién veo hasta qué punto va el odio, la avaricia, no sé qué es, pero mirá”, me dijo en un audio de WhatsApp. El, tal vez no sepa cuál es la palabra para nombrar esto -yo tampoco sé cuál emplear, cuál sería la más ¿precisa?- por algo que Falco menciona, justamente con precisión, en su obra: “El lenguaje sirve para las percepciones, para todo lo que entra por la piel, para las astucias de los cinco sentidos, pero los sentimientos siempre un poco se le escapan. Las palabras le erran, o suelen errarle, o no siempre alcanzan para lo que uno siente adentro (…)”.
¿Es egoísmo? ¿Indiferencia? Tal vez. Esa vacilación, en una de esas, es la respuesta: la prueba de que, a veces, las palabras no son suficientes.

¿Se aplicaron químicos?
El geólogo Germán Tissera está a cargo de la Subsecretaría de Ambiente y Saneamiento de la Municipalidad de Villa María. Hace poco conversé con él y me dijo que sí, que es “muy probable” que se les haya vuelto a aplicar un químico, porque los árboles son muy antiguos -tienen, según profesionales, alrededor de doscientos años-, “tienen mucha fuerza” y habían empezado a recuperarse tras la tala. Acá, recordemos: desde Seguridad Ciudadana, en noviembre del año pasado, le avisaron a Tissera que cuatro personas estaban cortando los dos árboles. Antes, en 2019, alguien les había hecho un orificio para inyectarles químicos y secarlos.
En su momento, comentó el funcionario, se hicieron todas las actuaciones: ahora habrá que hacerlas de nuevo y las enviarán al juez de faltas que es “quien tiene que sancionar a la persona, si es que ha realizado ese acto”. Esta aclaración es importante porque, ¿cómo se demuestra que fue tal el que secó los árboles? Tissera dijo: “Es bastante complejo, porque tenés que agarrar a la persona en flagrancia. Tendrías que estar en el momento de la aplicación. O buscar testigos y esto debería ser denunciado penalmente para que se abra una investigación. Nosotros, a través del Municipio, lo que hacemos es instruir al juez para que aplique las ordenanzas -sobre todo el artículo 9 de la Ley 7.125- que tenemos, que son claras en este tipo de hechos”.
Y aclaró la otra parte de la cuestión, que ya la explicamos en enero y que reproduzco tal cual la describí en enero: “(…) después de que muriera el antiguo dueño del terreno hubo una herencia y, hace tres años, una de las herederas le dijo a Tissera que necesitaba sacar los ejemplares porque quería construir y él le dijo que no, que no la iban a autorizar y que si lo hacía, entonces, iba a tener una infracción (…)”. Esta otra cuestión tiene, según Tissera, algunos matices legales porque todavía se discute quién era el propietario cuando los árboles se secaron, quién es ahora. Esto, al parecer, lo está trabajando el juez de faltas.

“Eligió cortar el diálogo”
Tissera habló, además, de una serie de reuniones -dos o tres- que mantuvo con una mujer en 2016 o 2017: no sabe si es la propietaria, pero recuerda que le dijo a ella que presentara una alternativa para construir, un plan en el que la estructura se adaptara a los árboles o que pensara en una remediación ambiental -en la que participe un consultor-, porque el daño es grave, es al patrimonio ecológico. Y ella, sin embargo, insistió en la extracción. Luego, desapareció. Tissera volvió a saber de ella, a verla, en 2019, cuando detectó que los algarrobos estaban secos intencionalmente. “Creo que el camino que se eligió es el de cortar el diálogo y actuar por impulso. Nosotros entendemos situaciones, escuchamos a los vecinos, respondemos a los reclamos, pero la verdad que por la magnitud de los árboles, de aproximadamente 200 años, era algo imposible que se permitiera la extracción desde el municipio”, dijo.

Frágil
Supongo que no hay mucho más para decir. Supongo que quise contar esta historia para que me cambie, para que algo cambie. Supongo, porque lo siento, que no cambió nada. Supongo que sigo convencido de algo que no quiero decir pero que diré lo mismo: que todo, absolutamente todo, es frágil. Que todo puede romperse, que a veces se rompe y que a veces –muchas veces- no se puede hacer nada.
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