30 may 2017
Villa María refuerza la entrega de semillas del INTA
8:00 a.m. | 
Publicado por
Eco Sitio |
El Diario de Villa María (30/05/2017)
“Gente que empezó en la primaria sigue viniendo por las semillas”
Desde el INTA local destacaron la función social de las huertas que se generan a partir del programa. Entregan casi cinco mil kits de siembra por temporada y premian a familias que mantienen una continuidad del espacio verde
José Martínez y Luciana Escurra están a cargo del programa ProHuerta en la agencia local del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Cada uno aborda los distintos grupos barriales, escolares, familias y personas interesadas en las huertas familiares desde su disciplina.
José es ingeniero agrónomo y Luciana trabajadora social. Afirman que mientras él se encarga de la parte técnica, ella organiza y planifica las distintas actividades que le demandan por estar coordinando el programa.
Aunque después de más de 20 años involucrada en esto, Luciana se anima a dar consejos sobre el tema e incluso sobre qué hacer con las verduras una vez cosechadas. Eso sí, admite que se le complica con los adultos mayores.
“El jubilado tiene una cultura del trabajo en la huerta, por ahí querés meter un bocadillo, pero se las saben todas”, comentó entre alguna risa.
Cada temporada entregan 4.650 bolsas con semillas de estación y ya es costumbre ver el cartel “No hay más semillas por esta temporada” en el edificio de calle Tucumán -donde funciona el INTA- como si fuera la boletería de un teatro que agotó entradas.
“Viene gente a buscar semillas que aprendió a hacer la huerta en la primaria. Siempre se pensó que hacer algo ecológico era difícil o al menos más complicado de lo que realmente es”, expresó Luciana.
Aseguran que la gente no va solamente a buscar la semilla, sino que acude por asesoramiento permanentemente. Incluso tienen un “premio a la huerta”, que consiste en entregar gallinas ponedoras o árboles frutales a las familias que logren cierta continuidad en este tipo de espacios verdes.
Sembrando conciencia
José Martínez, agrónomo, recuerda que las huertas escolares nacieron con el objetivo de abastecer a los comedores del Paicor -aunque luego prohibieron el uso de alimentos frescos-, pero a su vez hizo docencia sobre la importancia de esta iniciativa.
“Desde la década del 90 a la actualidad hubo mucha docencia sobre la agroecología y eso ahora es algo muy común. Hay muchas alternativas, pero la agroecología aparece como una opción saludable”, destacó.
Tanto él como Luciana afirman que hacer una huerta “tiene un significado para cada persona y para cada familia, más allá de la seguridad alimentaria y la alimentación sana”.
Cuentan que para algunos funciona como “terapia” ocuparse de mantener firme este sitio de agricultura, mientras que para otros además representa un ahorro significativo en la economía del hogar.
“Hay estudios hechos de todo lo que se puede ahorrar con una huerta en la casa. La idea ahora es que la gente empiece a generar sus propias semillas y se empiece a desprender del programa a medida que avanza con su propia huerta”, señaló Luciana Escurra.
Sobre la circular del INTA que recomienda no decir “agrotóxicos”
“Que se llame a las cosas por su nombre”
En este mes se conoció una circular del INTA que obliga a no usar el término “agrotóxico” en ningún documento oficial, ya que puede indicar “una posición valorativa negativa que presupone un uso inadecuado o inapropiado de una alternativa tecnológica que bien empleada no debería constituirse en riesgo para la salud humana o ambiental”, según el documento.
Al respecto, José Martínez opinó que está “de acuerdo”. “Me parece bien que se llame a las cosas por su nombre. Eso te da una mejor comprensión del asunto, en este caso comprende a todo lo que está disponible, aprobado y regulado a nivel comercial”, argumentó.
“A partir de toda esta sensibilización social, hay una búsqueda de productos más amigables con el ambiente y la tendencia es el monitoreo de cultivo para saber si realmente es necesario o no el uso de estos productos para no malgastar dinero, incluso”, agregó.
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“Gente que empezó en la primaria sigue viniendo por las semillas”
Desde el INTA local destacaron la función social de las huertas que se generan a partir del programa. Entregan casi cinco mil kits de siembra por temporada y premian a familias que mantienen una continuidad del espacio verde
José Martínez y Luciana Escurra están a cargo del programa ProHuerta en la agencia local del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Cada uno aborda los distintos grupos barriales, escolares, familias y personas interesadas en las huertas familiares desde su disciplina.
José es ingeniero agrónomo y Luciana trabajadora social. Afirman que mientras él se encarga de la parte técnica, ella organiza y planifica las distintas actividades que le demandan por estar coordinando el programa.
Aunque después de más de 20 años involucrada en esto, Luciana se anima a dar consejos sobre el tema e incluso sobre qué hacer con las verduras una vez cosechadas. Eso sí, admite que se le complica con los adultos mayores.
“El jubilado tiene una cultura del trabajo en la huerta, por ahí querés meter un bocadillo, pero se las saben todas”, comentó entre alguna risa.
Cada temporada entregan 4.650 bolsas con semillas de estación y ya es costumbre ver el cartel “No hay más semillas por esta temporada” en el edificio de calle Tucumán -donde funciona el INTA- como si fuera la boletería de un teatro que agotó entradas.
“Viene gente a buscar semillas que aprendió a hacer la huerta en la primaria. Siempre se pensó que hacer algo ecológico era difícil o al menos más complicado de lo que realmente es”, expresó Luciana.
Aseguran que la gente no va solamente a buscar la semilla, sino que acude por asesoramiento permanentemente. Incluso tienen un “premio a la huerta”, que consiste en entregar gallinas ponedoras o árboles frutales a las familias que logren cierta continuidad en este tipo de espacios verdes.
Sembrando conciencia
José Martínez, agrónomo, recuerda que las huertas escolares nacieron con el objetivo de abastecer a los comedores del Paicor -aunque luego prohibieron el uso de alimentos frescos-, pero a su vez hizo docencia sobre la importancia de esta iniciativa.
“Desde la década del 90 a la actualidad hubo mucha docencia sobre la agroecología y eso ahora es algo muy común. Hay muchas alternativas, pero la agroecología aparece como una opción saludable”, destacó.
Tanto él como Luciana afirman que hacer una huerta “tiene un significado para cada persona y para cada familia, más allá de la seguridad alimentaria y la alimentación sana”.
Cuentan que para algunos funciona como “terapia” ocuparse de mantener firme este sitio de agricultura, mientras que para otros además representa un ahorro significativo en la economía del hogar.
“Hay estudios hechos de todo lo que se puede ahorrar con una huerta en la casa. La idea ahora es que la gente empiece a generar sus propias semillas y se empiece a desprender del programa a medida que avanza con su propia huerta”, señaló Luciana Escurra.
Sobre la circular del INTA que recomienda no decir “agrotóxicos”
“Que se llame a las cosas por su nombre”
En este mes se conoció una circular del INTA que obliga a no usar el término “agrotóxico” en ningún documento oficial, ya que puede indicar “una posición valorativa negativa que presupone un uso inadecuado o inapropiado de una alternativa tecnológica que bien empleada no debería constituirse en riesgo para la salud humana o ambiental”, según el documento.
Al respecto, José Martínez opinó que está “de acuerdo”. “Me parece bien que se llame a las cosas por su nombre. Eso te da una mejor comprensión del asunto, en este caso comprende a todo lo que está disponible, aprobado y regulado a nivel comercial”, argumentó.
“A partir de toda esta sensibilización social, hay una búsqueda de productos más amigables con el ambiente y la tendencia es el monitoreo de cultivo para saber si realmente es necesario o no el uso de estos productos para no malgastar dinero, incluso”, agregó.
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