14 nov 2010

Se viene otra crisis hídrica

La Voz del Interior (14/11/2010)
Sin datos precisos sobre los otros lagos



El dique de La Falda tiene un diagnóstico, y no muy alentador: la mitad del volumen está ocupado por sedimentos.
La falta de estudios sobre los niveles de colmatación se repite en casi todos los lagos cordobeses.
Un caso que sí cuenta con datos llama la atención: un trabajo reciente encargado por la Cooperativa de La Falda determinó que el dique de esa ciudad (de muy pequeño tamaño), tras varias décadas de existencia tendría casi un 50 por ciento de su volumen ocupado por sedimentos.
Ahora estudian allí qué medidas se podrían tomar, pero partiendo de la base de que la remoción de los fondos puede generarles otros problemas.
Mientras más chico es el lago, menor es su vida útil. Pero también depende, cada caso, del aporte de sedimentos de los ríos y arroyos que lo nutren.
Los especialistas apuntan que no sólo es importante evaluar la cantidad de sedimentos, sino el tipo: no es lo mismo que se trate básicamente de arena y tierra arrastrados por los ríos, que la sumatoria de otros elementos como fósforo y nitrógeno depositado (típico de sitios donde confluyen líquidos cloacales no tratados), o incluso de eventuales restos de metales pesados.
En tanto, sobre el lago Los Molinos, el presidente del Ente Intercomunal, Enrique Tonon, señaló que en la parte profunda no se observa una acumulación al menos notoria de sedimentos, según relevamientos (aunque sin estudios específicos) que vienen haciendo junto con investigadores de la UNC y técnicos de Recursos Hídricos y Ambiente de Córdoba.
Pero apuntó que en la entrada de los ríos sí se fueron amontonando en la última década metros de arena y tierra, que hasta cambiaron el cauce y la fisonomía del lugar.
Hace un tiempo se autorizó a una cantera a extraer esa arena, con lo que, de alguna manera, se reduce su derivación paulatina hacia el lago.
Sólo tres por ciento. Otro caso: el pequeño dique Los Alazanes, que abastece de agua potable a Capilla del Monte. Osvaldo Allié, titular de la empresa municipal de agua de esa ciudad, señaló que el año pasado midieron los sedimentos y que representaban un tres por ciento del total del volumen.
El trabajo se facilitó porque el verano pasado, por la sequía, ese dique casi se secó. Ahora luce bastante mejor.

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No se sabe cuánta agua tiene el San Roque

No hay estudios actualizados que determinen el nivel de barros que quitan volumen al lago. Los especialistas desaconsejan dragar o remover el fondo.
El viernes pasado, el lago San Roque medía 30 metros, a 5,30 de su nivel de vertedero. Pero de esos 30 metros, nadie sabe en realidad cuántos son de agua y cuántos de sedimentos.
“Colmatación” se denomina el fenómeno por el cual los lagos se van llenando lentamente de sedimentos. En el caso del San Roque y de la mayoría de los lagos cordobeses, no hay estudios que muestren qué capacidad real de acumulación de agua han perdido.
Además de un proceso natural, por el arrastre de partículas desde los ríos y arroyos afluentes, los procesos de colmatación se aceleran cuando se suceden incendios o deforestaciones en las cuencas, lo que facilita una mayor erosión de los suelos. Las sierras cordobesas saben de fuegos y desmontes.
Edgard Casteló, subdirector de Estudios y Proyectos de la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Provincia, admitió que no existe un diagnóstico cierto de la profundidad real del San Roque. “Puede haber alguna estimación, pero no más que eso. No hay un relevamiento batimétrico actualizado”, contestó a este diario.
Vida útil. La colmatación marca la vida útil de un lago. En general, los especialistas señalan que presas medianas como el San Roque, Los Molinos o Embalse, por ejemplo, suelen ser imaginados para 200 ó 300 años de uso aproximadamente.
Cada vez que el lago se ve bajo, aparecen quienes se preguntan por qué no dragarlo, removiendo el fondo, para aumentar así la capacidad de almacenamiento en tiempos de crisis hídrica. Pero no es tan sencillo y puede que sea un remedio caro y malo.
“Para dragarlo, habría que usar tecnología que no existe en el país; además, el movimiento generaría una gran suspensión de esos sedimentos, que tiraría por la ventana el trabajo de saneamiento”, apuntó Casteló. “Al poner en suspensión todo ese sedimento con alta contaminación, se favorecería más el desarrollo de algas”, acotó.
Desde el Centro de Investigaciones Hídricas de la Región Semiárida (Cihrsa), que funciona en Córdoba y depende del Instituto Nacional del Agua, el ingeniero Juan Serra señaló que la última batimetría (estudio del nivel de sedimentos) en el San Roque fue hecha “hace varias décadas y ya no sirve”. Apuntó que sería necesario actualizar ese diagnóstico, en todos los lagos.
Serra planteó que el costo de un dragado “es inmenso” y que podría remover “mucha materia orgánica y otros restos depositados durante décadas en el fondo”, con consecuencias complejas. “Habría que estudiarlo muy bien”, resumió.
Contaminantes. Juan Weber, director del Laboratorio de Hidráulica de la Universidad Tecnológica Nacional, precisó que remover los barros sería posible mediante bombeo. “Pero mejor no hacerlo, porque dispersaría todos los contaminantes depositados en el fondo, sobre todo fósforo y nitrógeno”, señaló. Fósforo y nitrógeno son aportados, sobre todo, por los desagües cloacales sin tratar que desde hace décadas se arrojan al lago.
Son la causa, además, de la molesta proliferación de algas que los usan de alimento.
Para Weber, por ahora lo mejor sería tratar de reducir los sedimentos que arrastran los ríos y entran en el lago. En ese marco, evitar los incendios y la deforestación en las sierras sería clave.
Juan Carlos Ferrero, de la entidad ambientalista Adarsa, de Villa Carlos Paz, sostiene que buena parte de los sedimentos del lago se generó por el trabajo extractivo de la mina de uranio de Los Gigantes y de otra explotación en Santa María de Punilla. “Sin tener un análisis químico del sedimento, no se puede remover nada”, opinó.
Tras reclamar que se encaren estudios serios, Ferrero dijo saber que la batimetría que se hizo hace más de 30 años marcaba que los sedimentos ocupaban cerca del 10 por ciento del volumen.
Osvaldo Allié, actual jefe del servicio de agua en Capilla del Monte, recuerda cuando, trabajando en la entonces Dirección de Hidráulica de Córdoba, en la década de 1970, una empresa japonesa ofreció llevarse los sedimentos para usar como fertilizante, por el fósforo y nitrógeno que contenían.
“Ya era importante el volumen, porque hablaban de una inversión elevada para llevárselo”, apuntó Allié.
Oferta japonesa. Los japoneses insistieron en la oferta de dragar el San Roque en otras oportunidades, pero la Provincia nunca aceptó. Algunos señalan que por los mismos motivos que por los que ahora no se hace: la duda por el efecto de enturbiar el agua que consumen los cordobeses capitalinos. Sin estudios que definan cuántos sedimentos tiene el lago y cuál es su composición química y biológica, el diagnóstico se enturbia.
En cuanto al volumen, todos los consultados coinciden en que aún hay mucha más agua que barro. Pero que sería oportuno precisarlo.

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