17 abr 2007

Bañados de Mar Chiquita

La Voz del Interior (17/04/2007)
Ahora el riesgo es que el agua baje y afecte bañados de Mar Chiquita

El nivel que alcanzó la laguna Mar Chiquita en 2003 y que obligó a que se modificara el valor de la cota máxima quedará registrado en su historia como el mayor que ha tenido a lo largo de sus 30 mil años de existencia. Ese año, varias cuadras de la única localidad costera quedaron bajo las aguas y hubo que relocalizar a los vecinos, rediseñar el pueblo y comenzar a construir una defensa. Pero ahora un libro de especialistas cordobeses advierte que un uso excesivo del agua del río Dulce por parte de Santiago del Estero podría eventualmente secar los bañados de la región.
Desde 2003 hasta el último marzo, el comportamiento del mar interior cordobés se mostró –una vez más– caprichoso. La bajante que tuvo fue de dos metros y medio. Y todo lo que últimamente se había inundado en Miramar volvió a ser superficie al aire libre. Sin embargo, las últimas precipitaciones registradas en las cuencas alta, media y baja del Salí-Dulce y de los ríos Suquía y Xanaes la han hecho recuperar unos 60 centímetros.
Aun así, si se compara el ciclo de vida de este lago de cuenca cerrada con sus pares del mundo, como el Aral y el mar Muerto en Asia, aparece el riesgo de que, como esos mares, el de Ansenuza también desaparezca por el manejo del agua que se hace cuenca arriba.
Los tratados firmados entre las provincias de Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba (usuarias del Salí-Dulce) en el siglo pasado no garantizan la cuota de agua necesaria para que los bañados del río Dulce y la laguna Mar Chiquita no perezcan.
Investigadores del Departamento de Hidrología de la Universidad Nacional de Córdoba desarrollaron modelos hidrológicos (una representación matemática del sistema real). Su aplicación arroja los caudales que necesita la laguna para no secarse y los que necesitan los bañados para inundarse periódicamente. “La mar” requiere no sólo un caudal mínimo para no secarse sino que por épocas se le hace imperioso recibir pulsos mayores de agua que son los que inundan y les dan vida a los bañados. Si Santiago del Estero elimina esos pulsos, no se producirían las inundaciones y desaparecerían los bañados.
“Córdoba necesita desesperadamente renegociar el tratado para asegurar las dos cosas porque, si se cumplen los cupos de agua fijados en él, es posible que la laguna se seque”, adelantó Enrique Bucher, director de Programa Promar, que lleva adelante la Universidad Nacional de Córdoba a través del Centro de Zoología Aplicada en Miramar.
El investigador aclaró que esos modelos “sólo proveen información útil” que podría ser utilizada por la Provincia cuando discuta con Santiago del Estero y Tucumán la política de manejo de la cuenca del Salí-Dulce, uno de los principales tributarios de la laguna. “No somos gobierno y la universidad no pretende serlo, nuestro trabajo es fruto del esfuerzo de esa casa de estudios para serle útil a una región pero no quiere meterse en su manejo”, reafirmó.

Nubes de sal
Durante cuatro años un grupo de 34 investigadores estuvo sistematizando las investigaciones y los estudios que hay sobre el humedal de Mar Chiquita y los bañados. Veían como una posibilidad real el hecho de que frente a la disminución del nivel del mar de Ansenuza la sal que contiene el agua se esparciera y se depositara en la zona. Probar esa hipótesis les resultaba muy difícil, hasta que el año pasado recibieron una fotografía satelital tomada por la Nasa que muestra nubes de sal generadas en la laguna. “Siempre tuvimos la sospecha de que en épocas de bajante se formaban esas nubes de sal pero ahora tenemos la prueba de esa foto tomada el año pasado. Con ello queremos alertar a los productores y a la gente que vive no tan cerca de la laguna y que dicen que su comportamiento no les afecta. Esa sal se deposita en algún lado y sí los puede afectar”, concluyó Bucher.
El trabajo de los investigadores rompe con algunos mitos arraigados en el imaginario colectivo de la región. Uno de ellos afirma que hay una conexión subterránea entre la laguna y el océano y que por eso el nivel tiene vaivenes. Sin embargo, no hay ningún dato científico que avale esa información que se transmite de generación en generación. “La laguna se alimenta de sus tributarios que son el Salí-Dulce, el Suquía y el Xanaes, y de las precipitaciones de la región. No hay ninguna conexión con el mar”, aclaró el director de Promar.

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