14 jun 2020

Organizaciones que cultivan sus propios alimentos



La Voz del Interior (14/06/2020)
La huerta familiar y comunitaria, una salida saludable a la crisis

Organizaciones y familias se lanzaron al cultivo de sus propios alimentos. Las instituciones capacitan, pero faltan semillas.
Semanas atrás se cerró un barrio de la ciudad de Córdoba para realizar un operativo sanitario por sospechas de casos de Covid-19. Las autoridades provinciales y municipales asistieron con alimentos a la población en cuarentena. Pero una vecina fue contundente en el pedido: “No nos traigan arroz y fideos. Queremos frutas y verduras”.
Constancia Mias, subsecretaria de Ambiente de la Municipalidad, asegura que ese fue el disparador para lanzar el programa Fomentando Huertas Agroecológicas, del que participan el municipio, la Provincia, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) y la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba.
La pandemia y la inevitable cuarentena provocaron una explosión de huertas familiares y comunitarias por varios motivos. El principal es la crisis económica, pero también la obligación de quedarse en casa dio más tiempo libre a mucha gente. En el medio se suma una mayor conciencia de la gente sobre la importancia de una alimentación saludable.
La iniciativa interinstitucional repartirá 20.900 kits de semillas en barrios vulnerables. “No sólo vamos a entregar el kit, sino que vamos a realizar un seguimiento de las familias u organizaciones para que realmente puedan producir. Queremos que sea una conducta que perdure en el tiempo” asegura Mias.
La asistencia está pensada para familias, pero también para organizaciones sociales, centros vecinales y comedores comunitarios.
La escasez de semillas en el mercado es una limitante para estos programas. Mias reconoce que no se consigue este recurso. Juan Marcelo Conrero, decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC, asegura que por ese motivo están lanzando un curso para que las personas aprendan a generar sus propias semillas a partir de las verduras que compran en la verdulería.

Campaña récord
“En la campaña otoño-invierno 2020 se ha generado un incremento en la demanda de semillas hortícolas. En esta campaña, la semilla distribuida fue equivalente a 29.500 kits en toda la provincia”, comenta Ramiro Podversich, coordinador regional de ProHuerta del Inta.
Este programa asiste técnicamente y provee de insumos desde hace 30 años a la población de bajo recurso para autoconsumo y a productores de la agricultura familiar que proveen a mercados de la economía social.
Podversich agrega que, por la pandemia, hubo un incremento de pedidos de semillas de sectores de clase media con fines recreativos y terapéuticos. El especialista asegura que esta tendencia viene creciendo en los últimos años y está asociada al auge de ferias y sistemas de provisión que privilegian la relación productor-consumidor. “Actualmente, el programa trabaja en 45 ferias de la agricultura familiar que ofrecen alimentos en toda la provincia”, comenta.

Programa de asistencia
Impulsada por un aumento de las consultas, la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC lanzó el Programa Asistencia Social Alimentaria (Pasa). El campo escuela de la facultad está sumando más hectáreas para la producción de verduras y hortalizas. El objetivo es garantizar cerca de 61 mil platos mensuales de 650 kilocalorías.
En junio están cultivando acelga, espinaca, remolacha, lechuga, apio, lenteja, arveja y maíz. En julio se incorporará la papa. Zanahoria, zapallito, tomate y pimiento empezarán a cultivarse en septiembre. El programa también prevé la entrega de 500 huevos y mil litros de leche por mes.
Conrero asegura que es común ver que los comedores comunitarios sólo cocinen guisos con arroz, fideo, algo de pollo y escasas verduras. Para el decano este escenario es una potencial crisis nutricional a futuro si no se revierte ahora.
“La iniciativa también quiere enseñar a producir. En estos tiempos de crisis hay una necesidad de asegurarse el alimento. Hemos tenido un crecimiento exponencial de pedidos y de consultas”, asegura.
Y agrega: “El costo de logística y traslado es lo que más encarece a estos productos. Con el 30 por ciento de lo que sale comprar estos alimentos, se pueden producir en casa. Cultivar un kilo de verdura cuesta entre 10 y 12 pesos”.
La facultad creó un equipo de asistencia a huertas para formar a referentes barriales en estas labores. Estos profesionales también visitarán el lugar para conocer el tipo de suelo y el acceso al agua con que cuentan.
“Estamos impulsando la capacitación de la gente en el lugar. Formar un líder y un referente con nexo permanente con nosotros y que además pueda capacitar a otras personas”, comenta.
Y recuerda que el Campus Virtual de la UNC ya cuenta con un curso para crear una huerta en casa, que es uno de los más vistos por los usuarios de este sistema de formación a distancia.

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“Flor de laburo”: la red de 50 quintas que cura el hambre

No ha sido un tiempo fácil para nadie. Es la frase que se repite en cada barrio de la ciudad de Córdoba. Y la historia no es diferente para los habitantes de los barrios El Sauce, La Toma y El Tropezón.
En ese sector de la zona oeste de la Capital, la fundación La Morera tiene un amplio y sostenido trabajo. La irrupción de la pandemia por coronavirus obligó a dar un golpe de timón en sus acciones sociales. Esto hizo que los esfuerzos se volcasen a la construcción de 50 huertas comunitarias para la provisión de alimentos.
Ezequiel Kowalski habita la villa El Tropezón. El joven contó que la huerta familiar surgió de la campaña “Flor de laburo”. “Quiero ser claro: esto surgió para atender la emergencia de comunidades periféricas que transitan problemas sociales, económicos, ambientales y alimentarios”, expresó.
En primera persona, explicó que su experiencia en la creación de una de las huertas le permitió ver el alimento que consume. “Se me viene la cara de la ‘doña’ de villa El Sauce que me dijo que ahora es huertera. Estaba con el rastrillo y la tierra con escombros. Ahora ahí hay lechuga, acelga, unos ‘oréganos’. Nos merecemos una luz de esperanza”, comentó.
Para Ezequiel, esta práctica ayuda a cambiar la vida y la mentalidad de la gente. “Un mismo ‘don’ me miraba sonriente y me pedía que viera la lechuga que sacaba de su tierra. Son minúsculos granos de arena para que el día de mañana nazca ‘un día mejor’”, pidió.
Para él, este gran número de tierras cultivadas puede ser el origen de un cambio. “Se empieza a crear un sistema alimentario de la barriada, del ‘rancherío’, y eso se agradece mucho”, explicó, pensando en el hambre que azota la zona en la que vive.
El titular de la fundación La Morera, Gonzalo Montiel, explicó que el origen de las huertas es un proyecto ideado durante una época anterior a la pandemia. “‘Flor de laburo’ tiene un año y medio de desarrollo. Nació por una iniciativa de un grupo de mujeres de barrio El Tropezón y de Villa El Sauce. En ese momento, surgió la idea de un vivero para vender plantas y hacerlas crecer, con el apoyo del Centro de Extensión Universitaria de la Universidad Provincial de Córdoba y de la empresa Molvento”, rememoró.
La iniciativa fue mutando y se fueron incorporando, ante el agravamiento de la crisis económica, los hombres y los varones jóvenes. Al momento de pensar cuáles eran esos plantines con más circulación en el mercado, surgió un nombre ancestral: la peperina.
“Fuimos con los jóvenes a los sitios de donde históricamente sacaron la peperina para vender, allá en el monte, en una zona retirada de Carlos Paz. Recuperamos la historia de la planta, la importancia que siempre tuvo para las familias más postergadas”, relató Montiel.
El asunto derivó a un proyecto que involucró al sector empresarial, al estatal y a la ONG. “Molvento puso la tierra, un sistema de riego, y el año pasado cosechamos mil plantas de peperina. Es la plantación más importante en Córdoba. Y además no dejamos de producir flores y plantas de huerta”, destacó el referente.
Pero, cuando comenzaba el año, el Gobierno nacional dictó el decreto de aislamiento social. El trabajo informal, como la venta ambulante de peperina, no tuvo cabida y el hambre no tardó en instalarse en las tres barriadas.
“Nuestra lógica fue: ya que no se puede vender, vamos a juntar fondos para garantizar un refuerzo alimentario de la gente que trabajaba vendiendo peperina. En grupos de dos, que haya continuidad en la producción de plantines”, comentó Montiel.
En poco tiempo, La Morera agregó un refuerzo educativo a la entrega de alimentos. Y comenzó a promover la creación de huertas.
“Buscamos generar pequeñas huertas familiares para recuperar la experiencia de gente que ha plantado y tiene conocimiento de trabajar la tierra. En la actualidad, ya se crearon 50”, contó entusiasmado.

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