12 jun 2018

Los pinares son un problema, aunque algunos no quieran ver



La Voz del Interior (12/06/2018)
Advierten de que pinares sin control reducen caudal de ríos

Investigadores universitarios de Río Cuarto suman conclusiones sobre el impacto de las forestaciones con especies exóticas. Apuntan datos sobre la calidad del agua en las Sierras y sugieren cuidar los bordes de arroyos.
Investigadores y docentes de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) aportaron nuevos estudios que sostienen que las forestaciones con especies exóticas “alteran la capacidad de los ríos de proveer servicios ambientales” en las Sierras de Córdoba. Fundamentalmente, ratificaron que especies como los pinos consumen más agua de los suelos que los pastizales y los bosques nativos, pero que además pueden reducir su calidad.
El planteo se suma a investigaciones aportadas en los últimos años por equipos de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL).
En el marco de una serie de actividades programadas por el Centro Científico de la UNRC, Romina Príncipe, Javier Márquez y Luciana Cibils Martina –del Departamento de Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias Exactas– exponen ahora esas conclusiones en colegios del sur provincial, como parte de una estrategia de comunicación de la ciencia.
“Si los arroyos están sombreados por pinos, existe menos diversidad, menos algas, menos alimento para los invertebrados, más cantidades de acículas y troncos” sostuvieron. “Y puede verse afectada la calidad del agua”, remarcaron sobre su trabajo.
“En la zona de Villa Alpina (Calamuchita), por ejemplo, es notoria la diferencia entre los arroyos. Estudiamos algas, invertebrados y el proceso de degradación de materia orgánica como indicadores del estado de los arroyos y vimos que las condiciones cambian mucho cuando hay pinos cercanos a los cursos de agua”, detalló Príncipe.
Cibils Martina indicó que en Córdoba “se ha forestado con especies buscando aprovechar la madera, o con fines turísticos, sin observar que esto conlleva que los cursos de agua reduzcan su caudal”.
Citó una investigación de Esteban Jobbagy, Ana Acosta y Marcelo Nosetto, de la UNSL, quienes demostraron que “los cambios en la cobertura vegetal en la zona serrana pueden tener importantes efectos sobre el ciclo hidrológico y afectar la magnitud y distribución temporal del caudal de ríos”.
El estudio de la UNSL, años atrás, abarcó la zona alta de Calamuchita, donde miles de hectáreas fueron forestadas con pinos. “El rendimiento hídrico de las zonas forestadas con exóticas es un 48 por ciento inferior a las que tenían pastizales autóctonos”, fue el dato saliente de aquella investigación.

Lecciones
“Si una cuenca de las Sierras se foresta en una proporción muy grande, se produce una merma en la cantidad de agua del río. Esto no quiere decir que la forestación no se pueda hacer, pero las consecuencias pueden ser complicadas si se foresta más de un 30 o 40 por ciento de la cuenca”, precisó Jobbagy, consultado por La Voz.
Indicó que en la zona serrana de pastizales, del total de lluvia llega un 20 o un 30 por ciento de agua al río. En cambio, cuando hay pinos en forma masiva sólo llega un 15 por ciento.
“En el Amazonas, los ríos reciben un aporte del 70 u 80 por ciento de la lluvia caída, pero en las sierras cordobesas naturalmente el aporte es bajo y es menor aún si se plantan árboles”, dijo Jobbagy.
Apuntó además que, cuando se “cosechan” los árboles, vuelve a aumentar el caudal de los ríos pero también la contaminación, por los sedimentos liberados.
El investigador señaló que, además de la merma en la cantidad de agua, los pinares han disparado muchas invasiones de especies como la zarzamora, una planta invasiva también exótica que crece debajo de ellos. Si se removiera la forestación, ese sistema probablemente ya seguiría consumiendo mucha agua.
Destacó además que en los incendios serranos, cuando en lugar de pastizales hay árboles (sobre todo exóticos), el fuego tiene más intensidad y produce más daño en suelos y en aguas.

No al borde de arroyos
Los investigadores de la UNRC señalaron, en tanto, que para reducir el impacto de la forestación en cursos de agua serranos, la primera recomendación es no forestar hasta el borde de los arroyos ni en sus nacientes.
“No es que no haya que poner pinos en ningún lado, sino que puede definirse un manejo para reducir impactos, como dejar un espacio libre alrededor de los arroyos”, señaló Cibils Martina.
Las especialistas marcaron la necesidad de contemplar las consecuencias sobre las áreas que aportan agua a sitios clave para generar energía o consumo urbano. Destacaron, además, que grupos de investigación de Agronomía trabajan ahora para definir qué prácticas son adecuadas y qué densidad de plantación es recomendable.
“Mientras los pinos se ven como algo lindo para el paisaje, los dueños de los campos, los gobiernos, los turistas, los empleados, todos aparecen con intereses cruzados. Lo que para uno es beneficio, para otros trae riesgo de incendios, por ejemplo”, acotaron. “No es fácil con ningún problema ambiental llegar a un acuerdo, pero el camino es tener en cuenta todos los intereses y ver las posibles prácticas de manejo”, concluyeron.
Para el ojo visitante, los pinares embellecen y suman verde a las Sierras. El dilema está en el manejo adecuado. Las especies nativas son las que mejor se adaptan a sus climas, suelos y fauna.
A la vez, sin forestación alguna o sin pastizales que retengan los suelos, la situación sería peor: el agua sólo correría hacia los ríos. Nada de ella quedaría guardada y en verano las crecientes serían aún mayores.

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Queda un tercio de los pinos plantados

Los pinares, sin un adecuado plan de manejo y control, representan un riesgo ante incendios, por su alta combustibilidad.
Las sierras cordobesas supieron tener más de 35 mil hectáreas de pinares implantados. En su mayor parte sembrados hace unos 40 años por una ley de promoción que ofrecía créditos y desgravaba impuestos. La idea original, que nunca funcionó, era generar celulosa para la industria del papel.
El valle de Calamuchita fue el centro de ese fenómeno, que le dejó en varias áreas esos paisajes vestidos de pinares. También se sumaron forestaciones implantadas en partes de Paravachasca y de las Sierras del Sur.
Hoy, queda menos de un tercio de esa superficie “apinada”: no más de 11 mil hectáreas.
Un factor del franco retroceso ha sido que la tasa de extracción fue muy superior a la de reforestación. Otro, el impacto de los incendios: sólo el devastador fuego de 2013 arrasó casi 11 mil hectáreas de pinares en Calamuchita, lo que representó unos 11 millones de árboles quemados.
La extracción nunca tuvo destino de papel. Su utilidad económica y laboral fue la industria de la madera para aserraderos.
Los pinares, sin un adecuado plan de manejo y control, representan un riesgo ante incendios, por su alta combustibilidad. En Córdoba, dominó el descontrol: a los productores forestales que tuvieron manejo de sus predios se sumaron muchos que los olvidaron. Aún hoy ocurre: quedan enormes superficies con restos quemados de incendios nunca levantados, que son combustible para expandir futuros fuegos.
Desde la Cámara de la Madera, defienden a la industria forestal. Señalan que con adecuados manejo y control representa una actividad económica sustentable. Pero piden medidas de prevención de incendios y más control para quienes sólo amontonaron forestaciones entre cerros.
Mientras, en la última década, diversos trabajos de universidades sumaron evidencias de que las plantas exóticas generan en suelos serranos más impacto hídrico que las nativas, por su mayor consumo de agua, además de tener mayor potencial de propagación del fuego y de ser invasoras, por lo que requieren control.

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