1 abr 2018

Residuos, gremialismo y poder



La Voz del Interior (01/04/2018)
Mauricio Saillen, el poder detrás de la basura

El titular del gremio de la recolección de residuos de Córdoba pasó de ser un simple chofer de camión a construir un emporio político. La historia desconocida del hombre que impuso las condiciones que hoy encarecen el servicio más oneroso que pagan todos los cordobeses.
Mauricio Saillen es un hombre que no les tiene miedo a las transformaciones. No importa que sean políticas, sindicales o personales.
Hasta hace pocos años era un señor gordito con el cabello largo y desprolijo, que llevaba las camisas anchas colgando fuera del cinturón, se abrazaba con el líder camionero Hugo Moyano y el entonces gobernador José Manuel de la Sota. Alimentaba los sueños módicos de cualquier dirigente gremial argentino: seguir eternizado en la conducción de su sindicato (detenta hace 16 años la Secretaría General del Sindicato Único de Recolectores de Residuos y Barrido de Córdoba, Surrbac) y continuar obteniendo ventajas para sí mismo, para su grupo de familiares y amigos y, si también se podía, para sus afiliados.
Aunque todos sus amigos le siguen diciendo “el Gordo”, Saillen hoy es un hombre delgado que vive preocupado por su imagen. Pasó por un bypass gástrico, se hizo quitar papada y viajó a Cuba para tratar asuntos de su salud. Toma Coca light, cuida el negro impoluto de su cabello y el arco prolijo de sus cejas, usa aritos de brillantes en las dos orejas, tiene tatuajes en brazos y espalda, suele maquillarse el rostro y se viste con joggins chupines, zapatillas runner y ajustadas remeras Nike para resaltar el exigente trabajo de gimnasio al que se somete todas las semanas.

Su cara en las calles
El cambio de Saillen también incluyó abandonar el padrinazgo que había aceptado del gremio de Moyano, conseguido gracias a la buena relación que tejió con el cuñado del camionero, el actual presidente de AFA Claudio “Chiqui” Tapia.
También profundizó sus diferencias con sus pares sindicalistas locales hasta quedar al frente de uno de los brazos en que se dividió la CGT, y aprovechó la oportunidad que hace cinco años le brindó el kirchnerismo para dar el sorpasso: le habilitaron la creación de una obra social propia y pudo imponer su propio convenio laboral en las empresas encargadas de la limpieza en la provincia de Córdoba.
Esos cambios llegaron acompañados con un notable acicalamiento de su ego, que hoy puede apreciarse en colectivos, camiones, clubes de fútbol, centros vecinales, reparticiones y vestimentas que llevan impresos su rostro y su nombre.
Un visitante que llegara hoy a la ciudad de Córdoba no tardaría mucho en preguntar quién es ese tal Saillen, cuyo nombre llevan impreso en la espalda todos los recolectores cuando van colgados de los camiones de la basura o arrastrando la escoba por miles de calles de la ciudad.
Si el visitante pasa por el parque Sarmiento, verá que existe un lugar con un cartel enorme que dice: “Base Julio Mauricio Saillen”. Y si anda por la Circunvalación, verá un predio donde están estacionados dos colectivos ploteados con el rostro y el nombre de Saillen.
Mucho más se sorprenderá si alguien le cuenta que esos dos predios son propiedad del Estado y que, hasta ahora, nunca un funcionario se atrevió a retirar ese cartel del Ente de Servicios y Obras Públicas (Esop) ni de los colectivos del corralón de la empresa estatal Córdoba Recicla Sociedad del Estado (Crese). En esos dos lugares, lo saben todos, se hace lo que Saillen manda. Así lo admitieron funcionarios, exfuncionarios, abogados, empleados y exempleados que conversaron con La Voz.
El culto a Saillen incluye también un permanente elogio hacia su figura, que se ve en la cantidad de premios y plaquetas que deben entregarle en cada ocasión social, y en los miles de mensajes laudatorios que recibe en sus páginas de las redes sociales, donde los afiliados de su gremio se fotografían imitando su gesto de boxeador: puño cerrado cerca del rostro y sonrisa ganadora.

Ascenso meteórico
Saillen está construyendo un emporio político sostenido con fondos que provienen de los impuestos que pagan los cordobeses y cada vez le importa menos disimularlo. Tiene gremio, mutual, obra social, farmacia, una fundación de beneficencia, delegaciones en grandes ciudades del interior, un club de fútbol y presencia política creciente en una decena de centros vecinales.
Para una de sus principales críticas, la concejala socialdemócrata Laura Sesma, “ha conseguido una fortuna económica, tiene presencia en las calles de toda la ciudad con su gente en los camiones y ha desarrollado un poder territorial que le permite influir en la elección de cualquier futuro intendente”.
El líder sindical tuvo un ascenso meteórico. Entró a la empresa Cliba en 1998 como chofer de camión, tarea en la que –recuerdan compañeros de época– fue conocido por romper varios palieres cuando iba a descargar los vehículos en el predio de enterramiento sanitario de Bouwer.
“Era muy negligente, un poco bruto, y no sabía hacer bien la maniobra de descarga. Eso le trajo problemas con la empresa, que lo estaba por despedir, cuando se presenta a elecciones”.
Saillen consiguió hacerse elegir delegado en el predio de enterramiento de Bouwer antes de un posible despido. Con la ayuda de los entonces gremialistas “Oreja” Suárez y Ramón Toledo, armó la lista Verde, que en 2002 le ganó las elecciones a la Azul y Blanca de Ignacio Mingot, quien estaba al frente del gremio desde su creación en 1985.
Saillen nació en una familia humilde de barrio Argüello. Vecinos de entonces lo recuerdan ayudando a sus padres con las tareas de embolsado y venta de carbón. Con su primera mujer, vivió en una modesta casa en un pasaje sin salida de barrio Avellaneda y se movilizaba en un viejo Rastrojero.
Vivió con varias parejas, con las que se cree que tuvo cinco hijos, pero sólo se casó hace pocos años con una bella morocha, Verónica Quevedo, que le presentaron en un baile en Río Cuarto y con la que se unió en matrimonio en una fiesta muy concurrida en Forja.
Saillen la hizo entrar en la comisión directiva del Surrbac y la nombró presidenta de su fundación “social y popular”. En el último verano, ayudó para que se calzara las plumas y fuera tercera vedete de la obra Es trava, la ganza, que integró la oferta teatral de la temporada de Villa Carlos Paz. Separado desde hace pocos meses, ahora aparece en las redes con su nueva y muy joven pareja.
Saillen vive actualmente en barrio Ayacucho, adonde se habían mudado sus padres, en una casa amplia y muy cuidada de calle Francisco Recalde, custodiada las 24 horas desde una garita policial y que fue refaccionada, ampliada en varias oportunidades y mejorada con el trabajo de un numeroso grupo de afiliados de su gremio, llevados en horario de trabajo, según contó a este diario una de las personas que participó en esas tareas domiciliarias.

Empleados, pero del gremio
Más de una decena de testimonios conseguidos por La Voz afirman que Saillén usa a empleados municipales de Crese y del Esop, y también de las empresas concesionarias Cotreco y Lusa, para que, en horario de trabajo, realicen tareas que no tienen nada que ver con la recolección de residuos.
Además de llevarlos para que trabajen en las obras de su domicilio particular, son ocupados en múltiples tareas y lugares, incluyendo labores para el gremio, aunque cobrando sueldos del Estado y de empresas privadas.
Algunos trabajan en una panadería de barrio Villa Posse, donde Surrbac renta un camping policial; otros ayudaron a construir la tribuna del club de fútbol Amsurrbac, que con el apoyo económico del gremio ascendió a primera división de la Liga Cordobesa en octubre de 2017.
Los mismos empleados son llamados para integrar la hinchada que debe seguir al equipo, a la que trasladan en los ómnibus de dos pisos que habrían sido donados por la empresa Lusa. Al colectivo de “la banda del Surrbac” lo estacionan en el predio de Crese.
Otros empleados, aunque cobran sueldo del municipio o de las empresas privadas, realizan tareas en los centros vecinales cooptados por el gremio, como el de Villa El Libertador; participan en eventos solidarios, como dar copas de leche a niños en diferentes barrios de la zona sur; trabajaron en verdulerías que pertenecen a un integrante de la comisión directiva del gremio; participan en la construcción de un polideportivo cerca de la ruta 9 sur; fueron a hacer trabajos de mantenimiento en casas de fin de semana de directivos, etcétera.
En otras palabras, el municipio y las empresas privadas pagan sueldos a personas que trabajan para consolidar al ya poderoso gremio de Saillen.

El verdadero patrón
El gremio puede darse el lujo de manejar esos sueldos porque en muchas situaciones actúa como dueño de las empresas estatales y a veces también de las prestatarias privadas.
Es por todos sabido que el Surrbac decide quién entra a trabajar y a quién se despide de los organismos municipales Esop y Crese y de las empresas privadas vinculadas al servicio de la basura. Usan los automóviles oficiales como propietarios, manejan las herramientas y controlan las compras.
También paralizan el servicio cuando quieren realizar asambleas o llevar a sus afiliados a actos políticos, como cuando llenaron el Estadio del Centro el 4 de octubre de 2013 para apoyar la candidatura a diputada nacional de la kirchnerista Carolina Scotto y todo el turno noche de la ciudad quedó sin recolección de residuos. En esos casos, las empresas no recurren a sanciones: saben que la respuesta del gremio sería peor.
“Cuando llegué a trabajar a la Crese, me sorprendió primero ver que los sindicalistas tenían autos más lujosos que los gerentes, y luego comprobar que nosotros éramos los inquilinos y ellos los dueños”, relató otro exfuncionario que tuvo un alto cargo en Crese y se fue por discrepancias con el intendente Ramón Mestre.
“A mí y a dos compañeras nos despidieron por decisión del gremio”, contó una exbarrendera. “Nos despidieron porque nos acusaban de hacer mala cara y no querer pagar las remeras que nos descontaban obligadamente del sueldo. Y cuando fui al Esop a reclamar, me dijeron que ellos no sabían nada de mi despido, que lo decidió Saillen. Pero lo real es que perdí mi trabajo”.
El manejo de los contratos y despidos que hace el Surrbac como si fuera el Estado y dueño de las empresas también quedó en evidencia años atrás cuando un grupo de afiliados quiso presentar una lista opositora a Saillen en 2014. Además de que varios de ellos terminaron internados en un hospital con los huesos rotos, amenazados y debieron irse lejos de Córdoba para proteger sus vidas, fueron echados por las empresas para las que trabajaban. “Éramos unos 30 empleados de Lusa, Cotreco y Crese, pero el gremio decidió que nos echaran y no quedó uno solo de nosotros”, contaron a este diario tres de los despedidos.
Por el otro lado, Saillen y el resto de los miembros de la comisión directiva gozan del privilegio de darles empleo a tantos familiares como quieran.
El Surrbac, Crese y las empresas concesionarias son refugio para numerosos parientes. Por ejemplo, Juan, hijo menor de Saillén, aparece como empleado de Crese, donde también trabajaría su hermana Micaela. Franco, otro de sus hijos, actual legislador provincial gracias al acuerdo que su papá hizo con el kirchnerismo, era uno de los 25 empleados de la empresa recolectora riocuartense Gamsur que –se descubrió– cobraba sueldo sin trabajar.
Esta situación, de otros empleados que cobran en Río Cuarto pero sin trabajar, continúa hasta hoy, pese a que Gamsur fue reemplazada por Cotreco debido a que el entonces intendente Juan Jure se “hartó” de las molestias del Surrbac.
Saillén no quiso hablar para esta nota. Pero al día siguiente del pedido de entrevista, el jueves 28, emitió un comunicado en el que denuncia “operaciones periodísticas” que, según dijo el Surrbac, no tienen otro objetivo que atacar los derechos de los trabajadores.
También denunció que un vehículo Siena gris “merodea” los domicilios de los dirigentes del sindicato. En realidad, se trata del auto que transportaba a los periodistas de este diario que fueron a fotografiar el domicilio del secretario general del Surrbac. Sólo estaba el guardia que custodia la casa y un llamativo contenedor para la basura instalado al lado de la garita.
Es el patrón del Surrbac, quien decide sobre los ingresos y despidos en Crese y el Esop. También, en Lusa y Cotreco.

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Más Información:

- Un emporio gremial impermeable a controles. En la ciudad de Córdoba, la basura tiene un patrón. Se mueve con guardaespaldas, en autos de alta gama; sus seguidores le rinden culto, y maneja un emporio gremial con miles de afiliados, cuyo poder va en ascenso.

- El listado de barrenderos fantasma. Uno de los exfuncionarios, que pidió reserva de su nombre, aportó en su momento documentación que probaba que, en septiembre de 2016, el gremio de Saillén le pasaba al municipio el detalle de unos 1.300 barrenderos que cobraban sus sueldos, cuando en realidad había solamente 650 empleados trabajando en esa área.

- Un amigo de gustos caros y parientes bien acomodados. Hay una persona a la que Mauricio Saillén llama “hermano”. Se acompañan desde hace 16 años, cuando –mientras ambos eran choferes de colectivo en la empresa Cliba– ganaron la conducción del sindicato Surrbac, en una peleada elección en la que uno iba como candidato a secretario general y el otro a vocal suplente. Pascual Vicente Catrambone, 50 años, es el otro hombre fuerte del gremio.

- Video. Mauricio Saillén, el poder detrás de la basura. El titular del gremio de la recolección de residuos de Córdoba pasó de ser un simple chofer de camión a construir un emporio político.
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