11 jul 2017

Otro estudio que demuestra lo peligroso del glifosato



La Voz del Interior (11/07/2017)
Para un grupo de científicos cordobeses, el glifosato afecta a la biodiversidad y genera sus malezas

Científicos cordobeses determinaron que, aun en dosis bajas, este herbicida afecta al 70% de las especies nativas. La presión sobre la flora local provoca la aparición de plagas resistentes.
Además de afectar la biodiversidad del bosque nativo, el propio glifosato está generando su némesis: especies nativas resistentes al mismo herbicida.
Esta es la conclusión más importante de un trabajo realizado por científicos del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv, perteneciente al Conicet y a la Universidad Nacional de Córdoba) y publicado hace unos días en la revista Ecotoxicology and Environmental Safety.
Los investigadores analizaron los efectos del glifosato, el herbicida más usado en Argentina, en 23 especies nativas del bosque chaqueño cordobés.
Recolectaron semillas de remanentes de montes ubicados en zonas agrícolas de Río Ceballos, de Colonia Caroya y de San Agustín. Luego las hicieron germinar en un invernadero y aplicaron diferentes dosis del herbicida.
El 70 por ciento de las especies murieron o tuvieron efectos subletales (dificultades para crecer) cuando se les aplicó un cuarto de la dosis de glifosato recomendada para uso agrícola.
Esta proporción es la cantidad de herbicida que podría llegar a un relicto de bosque nativo producto de la deriva ocasionada durante la fumigación de un campo cercano.
Con la mitad de la dosis recomendada, el porcentaje de plantas nativas afectadas fue del 92 por ciento. Estos efectos fueron observados en los plantines luego de 21 días de vida.
Analizaron especies herbáceas, arbustos y árboles, como tala y aromillo.
Estos resultados siguen la tendencia observada en otros estudios realizados en otras regiones biogeográficas.
Entre los efectos negativos de es­ta práctica, está la pérdida de bio­diversidad en estos relictos de bosque nativo, como también cambios en la estructura y la com­­posición de las comunidades naturales. “Las especies más sensi­bles podrían sufrir extinciones locales”, indica el trabajo.
Pero hay un efecto inesperado: la generación de malezas debido a la exposición constante y a las bajas dosis de glifosato.
“Esta estrategia repetida puede cau­sar una gran presión para seleccionar biotipos y una resistencia posterior al herbicida”, explica el trabajo.
Y agrega: “Nuestros resultados sugieren el desarrollo de biotipos tolerantes en muchas especies de bosques del chaco. Algunas de estas especies nativas pueden ?potencialmente convertirse en malezas”.
Leonardo Galetto, uno de los autores del estudio, asegura que la aparición de malezas resistentes ya se viene dando hace varios años.
Un ejemplo es la campanita ( Ipomoea purpúrea ), una enredadera de flor azul a violeta que ya está invadiendo los campos.
Los investigadores vieron que, aunque muchas especies mueren, también muestran un gradiente de tolerancia al herbicida.
“Esto se debe quizá a que ya hay una historia de 20 años de exposición al glifosato, y algunos biotipos se vuelven resistentes”, explica Galetto.
Y agrega: “Numerosos estudios a nivel global indican el potencial que tienen dosis muy bajas de glifosato para seleccionar rápidamente biotipos con altos niveles de resistencia”, dice.
Otras malezas nativas que ya sufren los campos cordobeses son diferentes especies nativas de la familia de los amarantos, las rubiáceas y las malváceas.
“El manejo agronómico actual termina complicando tanto la conservación de la flora nativa como la producción al seleccionarse germoplasma que se vuelve resistente al glifosato y comienza a invadir los campos. Son malezas inmanejables para los agricultores”, explica Galetto.

Recomendaciones
Galetto señala algunas recomendaciones que surgen de este trabajo, como lograr un mayor apego de los productores a las buenas prácticas de aplicación de agroquímicos.
Por ejemplo, aplicarlos en días sin viento, con una modalidad y cantidades de producto recomendadas en el momento del ciclo del cultivo apropiado y en el sector del lote en que es necesario.
También plantea que se deberían crear zonas “ buffer ” cercanas a estos relictos de monte donde se prohíba la fumigación.
Galetto cree que quizá ya es hora de repensar si a largo plazo esta tecnología y este modelo de producción son los mejores.
“Nos debemos un debate como so­ciedad para explorar otras opciones que son tanto o más exitosas que las que se im­plementan actualmente, para man­tener una renta en la producción de cultivos y cuidar el capital na­tural del que disponemos”, reflexiona.
El grupo de investigación. Integrantes: Leonardo Galetto, Florencia Ferreira y Carolina Torres, del Imbiv, y Enzo Bracamonte, de la Facultad de Ciencias Agropecuarias.

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¿El problema es el herbicida o cómo se lo aplica en Argentina?

Otro estudio reciente, realizado por investigadores de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), habla de que el glifosato es un herbicida “pseudopersistente”.
¿Es el glifosato tan tóxico o son las malas prácticas agrícolas las que generan problemas ambientales y sanitarios? Galetto responde que las causas son complejas y múltiples.
Recuerda que cuando se promo­vió esta tecnología, se pensaba que con poca concentración podían controlarse las malezas.
“Eso parecía que iba a ser una buena práctica ambiental. Pero la naturaleza fue seleccionando poblaciones más resistentes y los productores comenzaron a aplicar más cantidad de agroquímicos”, explica.
Galetto señala que en muchos casos, en argentina, se aplica hasta cuatro veces más que la dosis recomendada.
También hay problemas en las formas en cómo se aplica. La deriva (producto que cae fuera del área cultivada) ideal del producto no debería superar el dos
por ciento del total aplicado, pero hay estudios que indican una deriva de hasta un tercio, debido a que se realiza en condiciones climáticas inapropiadas (mucho viento) y con prácticas agrícolas inadecuadas.
Sobre el glifosato, señala que su principio activo se degrada en el ambiente, pero se transforma en otras sustancias conocidas como “Ampa”, que se acumulan y sobre las que no se han estudiado sus potenciales efectos ambientales y sanitarios.
Otro estudio reciente, realizado por investigadores de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), habla de que el glifosato es un herbicida “pseudopersistente”. Esto significa que, si bien se degrada rápidamente en el ambiente, su uso intensivo provoca que tenga una presencia constante en los suelos y los cuerpos de agua.
“Según las prácticas actuales, las tasas de aplicación son más altas que las tasas de disipación. Por lo tanto, glifosato y Ampa deben ser considerados como contaminantes ‘pseudopersistentes’”, señala el trabajo publicado en la revista científica Environmental Pollution.
Investigadores del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (Conicet y UNLP) y del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) estudiaron la presencia y la concentración de estas sustancias en suelo, en partículas en suspensión y en las agua superficiales de la región pampeana mesopotámica
Detectaron la presencia de glifosato o Ampa en casi todas las muestras del suelo y en más de la mitad de las de agua.

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