27 feb 2017

La Isla de los Patos abandonada por el hijo de su creador




Día a Día (27/02/2017)
La Isla de los Patos, en estado de abandono

Este ícono de la gestión Mestre (padre) ya no es lo que fue. No hay patos, y la rodean escombros y malezas.
“¿Alguien sabe por qué se llama Isla de los Patos?”, dice Benjamín, de 14 años. Sus dos amigos levantan los hombres en signo de pregunta. “Ni idea, ¿de qué patos hablas?”, responde uno de los ellos. El estado de abandono y las modificaciones en la costa del río hicieron que con los años la Isla de los Patos como tal sólo sea un espacio del recuerdo para los mayores. No quedan ya chicos en la ciudad que puedan tener el registro de haber visto aves en este espacio de la Costanera, más que alguna que otra garza blanca o biguá negro.
El 6 de julio de 1988 Ramón Bautista Mestre inauguró este tramo recuperado de la Costanera hasta el puente Cantón, y tres años después, se habilitó la Isla de los Patos: un paseo obligado para cientos de cordobeses que en los ‘90 y hasta comienzo de 2006 concurrían con sus hijos para tomarse fotos y aprovechar para darles de comer a las aves.
El exintendente Daniel Giacomino fue el último que invirtió en una obra destacada, con juegos y rampas de acceso. Ya con la llegada de Ramón Javier Mestre, la isla intentó resurgir con dos “siembras” de patos. Pero no duraron.
Los vecinos de Alberdi fueron los testigos principales de cómo la fauna de esta zona fue desapareciendo. De los patos blancos que se movían como un espectáculo danzante no quedan ni las plumas. Los de la especie “sirirí” fueron los últimos que se animaron a este cauce, pero tampoco quedan rastros de ellos.
El quiosco que vendía flotadores y pelotas para el agua y llevaba el nombre de Isla de los Patos es un local vacío.
Testigo directo de estos cambios es Eduardo, el dueño de una venta de aberturas, bien en frente de la Isla. “Había, no sé, unos 50 patos por lo menos. Venía gente de afuera y todavía hoy llega algún que otro turista para conocerla, y cuando se encuentra con este escenario, se va”, cuenta.
Y sigue: “¿De qué Isla de los Patos hablan? Los que había se los comieron hace años, o ya no vienen. Sí, sí la gente viene, pero se va cuando ve cómo está”, y señala dos montañas de escombros que siguen sin ningún fin en este sector de la Costanera.
Tampoco la costa invita a sentarse, salvo a alguna que otra familia que se resigna a refrescarse sabiendo que el agua está marrón y que en el suelo hay de todo: latas, vidrios y bolsas de basura que arrojan los vecinos.
“Alacranes es lo menos que puede haber acá. Encontramos vidrios, latas”, dice Raúl, que junto con su mujer y otro matrimonio suman 18 personas sentadas al costado del río. “¿Los patos? No, no. Hace dos horas que estamos acá y no vinos nada. Acá los patos somos nosotros, somos 18”, dice el hombre y ríe sin problemas. Ellos se trasladaron en auto desde Alta Córdoba y pusieron un parlante gigante para escuchar música, mientras miran a sus hijos que disfrutan del río en este asfixiante febrero.
“¿Qué, qué, qué dicen que hay patos, dónde papá?”, pregunta uno de los varones que tiene 8 años. Sólo entre los más grande de este grupo de hermanos y primos, Samuel, de 12, asegura haber visto aves en el río cuando era bien chiquito. El resto no tiene memoria de que sus padres los hayan llevado para ver los patos.
Causas. Para el biólogo Felipe Kopta, hay varias factores que se aunaron para que el río deje en esta zona de ser un lugar de acogida para estos animales. Su principal explicación: “es el abandono”.
“Los patos son animales domésticos. Los trajeron, pero se quedarían en la medida en que los cuiden, que se trabaje sobre su repoblación. De lo contrario no, porque se los comen, se los llevan. El abandono mismo es lo que queda demostrado”, resume. Y recuerda que el primer indicio fue en 2006, cuando hubo una gran mortandad de aves, cuyas causas fueron analizadas y se concluyó que habían sufrido los efectos de la contaminación.
Los que resisten y sí se adaptan hoy a esta geografía urbana son las garzas blancas, morenas y los biguá, aunque son reacios a hacer nido en la Isla de los Patos. Se los puede encontrar kilómetros más adelante. Incluso más cerca de la Reserva San Martín se observan estas mismas aves.
“Hemos notado más pájaros en la zona de la Reserva porque están migrando de barrios, como de Valle Escondido, porque van sacando los árboles, pero no tenemos cambios en patos o un otras aves”, explica Carlos Zigarán, al aclarar que desde la Asociación Amigos de la Reserva San Martín se ocupan de zonas más bien no urbanizadas.
Por lo que para apreciar estas aves en Córdoba hay que andar varios kilómetros fuera de la traza urbana, o apelar a la memoria de los mayores que disfrutaron la Isla de los Patos. ¿De los Patos? ¿No será hora de cambiarle el nombre?, como se preguntaron Benjamín y sus amigos.

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