30 dic 2016

Visiones contrapuestas sobre bosques y producción

La Voz del Interior (30/12/2016)
Horacio Britos: Sería un error reducir las zonas rojas, son intocables

Es ingeniero agrónomo, trabaja con pequeños productores rurales del norte cordobés y cuestiona el proyecto para modificar la ley provincial.
Horacio Britos vive en Quilino y asesora a pequeños productores caprinos y vacunos del norte cordobés. Es ingeniero agrónomo y está entre los que cuestionan los pretendidos cambios en la ley de bosques, al compás del Movimiento Campesino de Córdoba del que participa.
“El nudo del problema es el mapa. Quieren modificar la ley sin mostrar el mapa de las zonas que dejarían como rojas, intocables. La Provincia aspira a que un millón de hectáreas del norte y noroeste cordobés marcadas como rojas pasen a amarillas; ahí ya no habrá posibilidad de bosque, y ahí surge el alerta”, apuntó.
“Trabajé mucho en gestión de expedientes ante Ambiente para autorizar a productores el uso de bosque nativo con fines ganaderos y forestales. Hay acciones que se pueden hacer, con rolado de baja intensidad y abriendo picadas. Eso ya lo permite la ley actual. Pero con mucho control, para no abusar”, sentenció.
“Todos queremos producir más, pero el tema es que por aumentar la producción algunos años, no nos quedemos luego sin recurso bosque y sin recurso suelo. Eso no le serviría a nadie”, argumentó.
El agrónomo apuntó que en el norte los suelos son más frágiles y menos ricos que en otras regiones agropecuarias y que debe contemplarse con más atención “la cuestión climática”, respecto al irregular régimen de lluvias en la zona. “No se puede plantear una expansión sobre la zona árida sin contemplar su ecosistema”, dijo.
Según citó, la destrucción del bosque en esta región acelera el avance de las salinas y dijo que sin monte en el pie de sierras los campos de una amplia zona reciben menos agua y se salinizan más. También, que al reducirse la presencia de aves rapaces aumentan las plagas, entre otros efectos ligados a los recursos hídricos y a la conservación de los suelos.
Britos rechazó que no tocar el bosque implique no producir. “Yo tengo una mirada productivista, pero sin degradar el entorno, con el aprovechamiento forestal del monte, aumentando la producción de miel y los tambos caprinos, por ejemplo, que conviven con el bosque”. Insistió en que “también cabe hacer ganadería, pero con precaución” y dijo que el rolado dentro del bosque, mal aplicado, “puede terminar en pocos años matando todos los renovales nativos, dejando a la larga suelos improductivos”.
También sostuvo que la reforma propuesta aumentaría la conflictividad por la posesión de tierras, al citar que una hectárea con monte que hoy vale 500 dólares, sin monte se vendería al doble.
Abogó, finalmente, para que los fondos previstos por ley lleguen a todos los productores que conserven bosque en sus campos y sugirió que además se los exima del impuesto inmobiliario rural.

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Virginia Aramburu: Que dejen intervenir el monte, pero con criterio

Una productora ganadera, con campos que conservan bosque y arbustales, plantea sus razones para apoyar la reforma en la ley.
Virginia Aramburu tiene un campo destinado a ganadería, en el paraje El Guanaco, cerca de la laguna Mar Chiquita, en el norte cordobés. Está a favor de que se reforme la ley de bosques actual y asegura que sus animales “pasan hambre” porque no puede intervenir el monte dentro de su propiedad para sembrar pasturas.
“No se puede producir carne con el renoval, el arbustal, porque te quita posibilidades de sembrar pasturas para que el animal coma. Se mueren dentro del monte y hasta se lastiman. Para mí, es ilógico el pedido de no tocar absolutamente nada, como me parece ilógico pasar por topadora todo. Tenemos que ser criteriosos para intervenir el monte y conservar lo que debe ser conservado, sin degradar la tierra”, apuntó, en el marco de una asamblea en la Sociedad Rural en Jesús María.
Aramburu comenzó su proyecto con su marido, hasta que enviudó hace seis años. Tiene tres hijos y se declara ganadera “al cien por ciento”. En su campo, cría ganado bovino, ovino y caprino. Tiene unos 200 animales en 1.800 hectáreas. De esa superficie –acotó– 536 hectáreas fueron declaradas zona roja y no las puede tocar. Un plan de desmonte que presentó en su momento no le fue autorizado.
Virginia apunta a esas superficies en donde crecen arbustales muy espinosos, con muchos ejemplares de tuscas y garabatos “que asfixian todo lo que intenta crecer”. Sostiene que sin árboles eso no es bosque, y que ahí se le debería dejar intervenir. “Es malo tanto para la producción ganadera como para la fauna autóctona. Tengo en mi campo pumas, corzuelas, pecaríes y he visto ejemplares lastimadas por ese arbustal. Me pasa lo mismo con las cabras y ovejas. Tenés que estar peleando contra algo que no sirve para producir y que nunca será bosque”, planteó Aramburu.
Respecto de si la pretensión final es avanzar con soja o maíz, la mujer replicó: “Yo no soy agricultora, no me gusta. Mi vecino tiene la misma superficie que yo, pero al 100 por ciento con chacra. No quiero eso para mí. Creo que el norte es un lugar para hacer ganadería intensificada, con criterio selectivo. No con un monte cerrado que me permite tener una vaca cada 20 hectáreas para que coma: esa ecuación no me sirve”.
Aramburu cuestionó el papel de la Policía Ambiental de la Provincia: “El Estado debe garantizar personas capacitadas para controlar, que es lo que no ha sucedido. Van al campo a multarte, incluso cuando tenés todo en regla”.
“Tenemos que sentarnos a pensar una solución viable para todos, no solamente para la persona que está en la ciudad y cree que hay que mantener todo tal como está. A mi campo creo que debo conservarlo, pero produciendo, si no ya no puedo seguir. Si no llegamos a un entendimiento, sacando del medio todas las cosas que son medias verdades, no vamos a llegar a ningún lado”, concluyó.

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