2 dic 2016

Tres años del tornado en Villa del Rosario



La Voz del Interior (02/12/2016)
A tres años del peor tornado, Villa del Rosario está de pie

Eran las 18.45 del 2 de diciembre de 2013 cuando la casa prefabricada que Paola Díaz compartía con sus dos hijos, de 7 y 5 años, voló en pedazos por el aire.
La familia quedó a la intemperie, bajo un cielo negro, a merced de un tornado y una violenta tormenta de lluvia y piedra. Hacía sólo un mes que habían alcanzado el sueño de la casa propia. Pero, como a un globo, vieron cómo el viento se la llevaba. No podían ni sospechar que estaban en medio de uno de los peores tornados que recuerde Córdoba.
Primero, empezaron a temblar los vidrios, haciendo un sonido estridente. Luego sintieron que crujía, como si intentara seguir amarrada al piso. Finalmente, el viento la arrancó por completo. Paredes, ventanas y puertas se desparramaron a varios metros. Paola, que es enfermera en Villa del Rosario, recuerda que “todo volaba”.
Un panel, que dividía un ambiente de otro, cayó encima de su hijo Santiago, entonces de 5 años, que además quedó aplastado por otros objetos.
No fue sólo el tornado. Se sumó una pedrea intensa y helada que agregó complicaciones. La mujer se puso como escudo de su otro hijo, Lautaro –de 7 años–, y lo cubrió con su espalda, recibiendo ella los piedrazos en una casa ya sin techo. Desde esa posición, veía cómo la tormenta le arrebataba todo. Los niños tuvieron miedo de morir; el más grande le preguntó si podía rezar.
La prefabricada estaba cerca del río. En ese sector sólo había tres vecinos, alejados entre sí, por lo que la ayuda tardó en llegar. Un hombre sacó a Santiago y a Lautaro y los resguardó en su casa.
Tras el tornado, los niños estuvieron con tratamiento psicológico “porque todo los asustaba”. La mamá cuenta: “El más grande sentía que se movían las paredes y empezaba a gritar ‘se van a caer, se van a caer’”.
Se fueron de Villa del Rosario un tiempo. Volvieron y hoy, en el mismo terreno, se construyeron su nueva casa, ahora de material. Hubo ayuda oficial, de los vecinos y de los familiares.
El tornado la lastimó, pero le dejó algunas lecciones. Disfrutar más de sus hijos es una de ellas, marca Paola.

Viento trágico
Aquel temporal se llevó la vida de Esteban Pereyra. Tenía 35 años. Estaba casado con Vanesa Algarbe, con quien tuvieron ocho hijos. Él estaba trabajando en la zona rural el día en que el cielo se empecinó en caer sobre esta zona del departamento Río Segundo.
Aún no se sabe con certeza la causa de su muerte. Hay dos versiones: que lo aplastó un tractor o que murió por la violencia de la pedrea. Una tercera explicación arrimó uno de sus hijos, luego de un sueño. Según el niño, su papá le contó que el viento lo arrancó del tractor tirándolo contra un tejido. Y le dijo que se quedara tranquilo, que estaba bien.
Eva, la madre de Esteban, dice que aún no pudo superar la muerte de su hijo y que cada nueva tormenta se lo recuerda.

Daños y normalización
El temporal se cobró dos vidas. Hubo muchos heridos y enormes daños en viviendas, en fábricas, en clubes, en plazas, en colegios y hasta en la capilla.
El municipio relevó 20 casas con daños totales y unas 120 con parciales. Varios autos resultaron aplastados. Se cayeron 450 postes de telefonía. La mitad del alumbrado quedó fuera de servicio y se despedazó una gran cantidad de árboles. La zona del balneario fue la más afectada, dejando una postal desoladora, nunca antes vista en esta ciudad de 20 mil habitantes, a 78 kilómetros de la Capital.
En pocas horas, Villa del Rosario recuperó la luz. Luego el agua. Con el tiempo, se plantaron casi cuatro mil árboles, se colocaron nuevas luminarias y, en diciembre, se reinaugurará una zona de la costanera. Los negocios y las fábricas reabrieron, unos con más dificultades que otros. Las escuelas se repararon y muchas casas afectadas fueron reconstruidas.
Aún así, todavía no se recuperó el cien por ciento la ciudad. “Quedan varias viviendas dañadas”, reconocen en el municipio, entre otros daños. Los vecinos también marcan secuelas pendientes.
En las calles se puede palpar, además, la huella psicológica que el tornado dejó: todos los vecinos consultados aseguran que temen a las tormentas más que antes.
Ricardo Manera, el intendente que era concejal cuando ocurrió el temporal, dijo que normalizar la ciudad demandó unos siete millones de pesos, sin contar los gastos generados a cada familia o empresa. Según aseguró, como ciudad ahora están mejor preparados para reaccionar ante un fenómeno de semejante magnitud.

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