16 jul 2016

Críticas a la política de espacios verdes de Mestre

La Voz del Interior (16/07/2016)
Espacios verdes: ¿empezar por el techo?

El municipio se olvidó del verde en veredas y en plazas, pero lo exigirá en los techos.
En las veredas de la ciudad de Córdoba, falta gran parte de los árboles que por ordenanza son obligatorios. En el Centro, tienden a desaparecer hasta las cazuelas para los nuevos ejemplares. Y en amplios sectores, la poda –que está prohibida si no tiene autorización expresa– hace estragos en el arbolado.
En las plazas de Córdoba, falta buena parte del equipamiento y los cuidados que serían necesarios para que los vecinos entiendan que se trata de espacios verdes. Y muchas carecen, además, de la cantidad de árboles suficientes para no parecer baldíos.
El municipio habilita densas urbanizaciones en inmensos espacios verdes productivos de la periferia o en enclaves céntricos que antes fueron reserva verde, como el ex-Batallón 141. En ninguno de esos casos el verde parece importar demasiado en el orden de prioridades públicas.
Pero en Córdoba los particulares estarán obligados a cubrir de vegetación las terrazas de los edificios que habitan: la recuperación del verde urbano comenzará, literalmente, por el techo.
Eso dispone la ordenanza de techos verdes que aprobó días atrás el bloque oficialista del Concejo Deliberante.
La norma establece que en un plazo máximo de cuatro años deberá tener cubierta vegetal el 40 por ciento de la superficie de todos los edificios de vivienda de más de 400 metros cuadrados de terraza, y la de los edificios industriales o institucionales de más de 600 metros cuadrados. La ordenanza no hace distinciones entre edificios a construir y edificios ya construidos.
No es difícil comprender las intenciones de los impulsores del proyecto. Son bellísimas las fotos aéreas de las ciudades que exhiben verdaderos mosaicos de verde. Esos espacios están en la cresta de la ola del diseño y sus beneficios ambientales serían numerosos: evitar el fenómeno urbano de las islas de calor ocasionadas por el exceso de cemento; reducir el consumo de energía al amortiguar las temperaturas extremas y colaborar en la reducción de inundaciones, al demorar el escurrimiento del agua. Además, generar bienestar entre quienes puedan disfrutarlas.
Ante semejante cantidad de argumentos de manual, sorprendieron las inmediatas reacciones negativas de desarrollistas, constructores, ingenieros, abogados y, también, arquitectos: “No es así como lo hacen las ciudades que toman en serio este tipo de medidas”, es la frase que sintetiza buena parte de esas opiniones negativas. Otros concluyen con una contrapropuesta irónica: que primero lo haga el municipio, para dar el ejemplo.
Luego vienen numerosas razones técnicas que advierten que no es tan sencillo –y mucho menos, económico– cubrir de tierra y de pasto los techos de edificios de varias décadas, que no fueron diseñados con esos fines.
Casi nadie cuestiona, en cambio, la obligación de hacer terrazas en las nuevas edificaciones, con los correspondientes incentivos económicos.
Hasta ahora, la discusión quedó entre especialistas. Pero no es difícil, tampoco, imaginar lo que ocurrirá en las reuniones de consorcio, cuando los mismos propietarios que pasan penurias cada vez que hay que afrontar reparaciones menores en los edificios o reemplazar los matafuegos caigan en la cuenta de que habrá que invertir entre 350 mil y cerca de 500 mil pesos para cumplir con los requerimientos mínimos de verde en las terrazas.
La ordenanza aún no fue reglamentada y ya hay amenazas de amparos judiciales en algunos de los 400 edificios que, según estiman los autores de la norma, estarían obligados a cumplir con las terrazas verdes.
Tal vez sea otra de las tantas normas que se acumulan sin que nadie las cumpla. Mejor sería que se aproveche la oportunidad de discutir por dónde debería comenzar a reverdecer la ciudad.

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