16 mar 2015

El Código de Convivencia: defensa y posturas

La Voz del Interior (16/03/2015)
Código de Convivencia, bienvenido el debate

Por Ramón Javier Mestre - Intendente

Cuando comenzamos a trabajar en la propuesta de un nuevo Código de Convivencia, sabíamos que se trataría de un gran desafío, porque, como intendente, es otra de las grandes obras públicas que se puede proponer desde un gobierno.
Vivimos en una sociedad que aumenta y suma diversidad de intereses; genera más oposiciones de voluntades que entran en tensión con la declamada intención de vivir en comunidad, y esto es lo rico del debate que por estos días comienza en el Concejo Deliberante.
Por eso, el primer paso fue conformar una comisión ad honorem , integrada por especialistas de distintas disciplinas que tuvieron la tarea de buscar las coincidencias en este mar de diversidades, y de promover una amplia convocatoria para recopilar los intereses comunes. Se hizo un sinnúmero de consultas con distintos sectores sociales. Como decimos siempre, la diversidad da riqueza, construye identidad, promueve la creatividad y renueva los desafíos.
La advertencia que debemos hacer 
–para evitar que el debate pierda su foco– es que este nuevo marco jurídico procura plasmar en norma escrita aquellos cambios sociales y culturales que se vienen registrando hace tiempo; y que al Estado le llevará tiempo adecuar sus herramientas y recursos para trasladarlo a la práctica.
El Código marca el rumbo y la aspiración de una sociedad que deberá, a partir de sus futuros gobiernos, materializarlo con controles y nuevas formas de organizarse.
La profundidad y trascendencia que tiene concebir un Código de Convivencia requiere que los dirigentes políticos discutan a la altura de esta circunstancia, porque la nueva legislación va a expresar una suerte de nueva moral entendida como la conciencia social, comunitaria, en la que se reflejarán los parámetros éticos sobre los que protagonizaremos esta parte de la historia de nuestra querida ciudad.
Nadie puede saber cuál es la moral que gobierna a la sociedad cordobesa, pero no faltan voces para criticarla y señalar la pérdida de valores, sin proponer alternativas o acciones que busquen una solución.
Nosotros decidimos enfrentar el problema; en estos largos años cambió la filosofía con la que nos movíamos como sociedad, y cuando cambia la filosofía, cambia la ética, y eso se nota en muchos ámbitos, pero, sobre todo, en la forma en que nos conducimos en la ciudad como vecinos.
Sé que es difícil el debate cuando el contexto es el de un proceso electoral. Pero la gestión de gobierno no se puede realizar en función de los votos; la sociedad requiere que trabajemos mirando de cara al futuro.
De esto nosotros podemos dar testimonio con una conducta en tal sentido; muchas decisiones las tomamos sin medir lo que era políticamente correcto o lo que quedaba bien; avanzamos sobre lo que había que hacer, no sin pagar altos costos políticos. Y siempre intentando nivelar hacia arriba.
Confío en que nuestros legisladores de la ciudad colocarán por encima de sus conveniencias sus críticas con espíritu constructivo, mirando al futuro, sin especulaciones secundarias, sectoriales o de coyuntura, para mejorar este cuerpo normativo que en conjunto tenemos que ofrecerle a la sociedad.

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La convivencia, un compromiso

Es comprensible que la Municipalidad de la ciudad de Córdoba actualice las normas que rigen la vida urbana, pero mucho más importante es que controle su cumplimiento efectivo.
El inminente tratamiento legislativo del nuevo Código de Convivencia Ciudadana de la Municipalidad de Córdoba abre enormes expectativas en el conjunto de la sociedad. No es para menos: se trata de un ordenamiento de amplio alcance, inspirado en fijar metas claras en cuanto a derechos y obligaciones de los vecinos, en una ciudad cada vez más extendida.
La iniciativa –que será analizada desde mañana en el Concejo Deliberante– viene precedida de algunas voces discordantes con el anteproyecto redactado por un equipo de juristas a solicitud del intendente Ramón Mestre.
No se trata de objetar de raíz el texto redactado por los expertos, sino de clarificar interrogantes sobre pasajes controversiales de la futura ordenanza, que viene a reemplazar al viejo Código de Faltas hoy vigente.
Por cierto que es bienvenida una herramienta pública de estas características destinada a propiciar la buena coexistencia vecinal, en un marco de respeto de los derechos individuales y de las obligaciones que competen a cada uno. Y, de hecho, obligaciones que atañen también al propio municipio.
Por caso, el futuro diseño de convivencia contempla sanciones a los vecinos que infrinjan las normas de higiene pública. En rigor, es una materia que las autoridades del Palacio 6 de Julio lejos están de aprobar, a la luz de los constantes colapsos en la red de cloacas o a la vista de la basura que se acumula en los espacios públicos.
No se trata de caer con el peso de la responsabilidad sólo sobre la autoridad de control. No habrá ordenamiento eficaz sin una toma de conciencia global. Pero, vale insistir, no se pueden prever multas dinerarias a los peatones que cruzan calles y avenidas por sectores no permitidos cuando muchas arterias céntricas y barriales carecen de ese tipo de señalización exclusiva. Tampoco están precisadas las atribuciones legales con las que contarán los inspectores municipales para labrar ese clase de multas.
Una ciudad como Córdoba –que acredita un exponencial crecimiento– no puede quedar a merced de habitantes desaprensivos o de la desidia de los que gobiernan.
Es tarea del conjunto reglar la buena convivencia, que no es otra cosa que ajustarse a las normas públicas establecidas.
Existen muchas malas prácticas que resulta imperioso disciplinar. Sin dudas que hay que multar a quienes conducen un vehículo bajo los efectos del alcohol. Pero cualquier norma que intente corregir esa cuestión será letra muerta si no se produce una toma de conciencia de los infractores consuetudinarios.
La experiencia de los juristas que refrendaron el anteproyecto y el espacio de debate que tendrá como actores a los concejales deben ser el punto de partida para cristalizar, por fin, el anhelo de una convivencia en armonía.

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