17 sept 2014

Los pinares y el riesgo que implica al ecosistema



La Voz del Interior (17/09/2014)
Queda un tercio de los pinares plantados

Entre incendios y extracción, quedan 12 mil de las 35 mil hectáreas sembradas hace 30 años. Analizan hacer bosques mixtos, sumando otras especies.
Santa Rosa de Calamuchita. Después del último megaincendio que, hace un año, consumió miles de hectáreas forestadas con pinares en la zona alta de Calamuchita, el futuro de la industria forestal regional se avizora incierto. Las opiniones van desde los que piensan que a la actividad le quedan los años contados hasta los que ven posible un renacimiento.
La cantidad de pinos está en franco retroceso, a causa de los incendios y del bajo nivel de resiembra, mucho menor a la tasa de extracción. De las 35 mil hectáreas que había en la década de 1980, se redujeron a unas 12 mil actuales.
En 2012 el registro apuntaba unas 22 mil hectáreas con ese “cultivo”. Sólo el voraz incendio de septiembre de 2013 habría arrasado unas diez mil, con 11 millones de pinos quemados.
“Revertir esto dependerá de que todos los actores del sector planteen una estrategia conjunta. Las acciones aisladas no sirven”, opinó el ingeniero agrónomo Esteban Zupán, técnico para Córdoba de la Dirección de Producción Forestal de la Nación.
Zupán sostuvo que desde hace años el ritmo de plantación es muy inferior al de extracción. En los últimos 15 años, apenas se repuso entre el 20 y el 30 por ciento de lo que se taló.
El futuro de los bosques implantados se debatió días atrás en las Jornadas Forestales de Córdoba, realizadas en Villa General Belgrano. Se mostró que de 32 aserraderos que había en 2005, quedan nueve en la zona de pinares, que va de San Clemente al norte hasta Alpa Corral al sur, pasando por La Cumbrecita, Villa Alpina, Villa Berna, Yacanto y otras. De los 700 trabajadores que empleaba el sector, quedarían unos 200.

Buscando alternativas
“La idea es seguir y con más fuerza”, lanzó Alejandro Sey-farth, prosecretario de la Cámara de la Madera de Córdoba. Contó que se decidió formar una “mesa forestal” cordobesa, entre productores, la Cámara y tres ministerios provinciales (Seguridad, Agricultura y Agua y Ambiente). “Ya empezamos a trabajar sobre tres ejes: prevención de incendios, reforestación y una ley para el aprovechamiento de la biomasa”, detalló.
“Venimos reclamando al Gobierno mayores controles y prevención en todo este ambiente rural”, precisó respecto a la necesidad de evitar incendios.
Sobre planes de reforestación, contó que la idea es hacerlo desde ahora con bosque mixto (no sólo pinos) y utilizar especies exóticas junto a autóctonas, de acuerdo con el lugar.
Para Seyfarth, el aprovechamiento de la biomasa, que hoy no se hace, es clave. “Por un lado para mayor rentabilidad, y por el otro, para recuperar los desechos de la actividad y hasta de los incendios”, dijo. La idea es que esos desechos sean combustible para generar energía o calefacción. Para eso, se gestiona apoyo estatal y una ley.

Plantar a otro ritmo
“Algunas de las forestaciones implantadas que quedan son de difícil acceso para extraerlas y procesarlas como madera. Otras son preservadas por sus propietarios por cuestiones turísticas. Igual no es conveniente desmantelar todo, hay que ser equilibrados. El tema es que hay que volver a plantar a un ritmo importante, como décadas atrás”, opinó la ingeniera agrónoma Mónica Dorado, especialista de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC.
Aldo Rudi, que lleva cuatro décadas como forestador y tiene una empresa que produce plantas, consideró que hay una salida diferente. “El futuro de la actividad en Córdoba estará en manos de los agricultores o ganaderos, que agreguen otra actividad a la que ya hacen”, precisó. “Forestar es buen negocio, el mejor rendimiento de soja no se compara con los 20 metros cúbicos de madera por año que puede crecer en una forestación de álamos, eucaliptos o pinos”, planteó. Rudi recordó que las primeras plantaciones de pinos se realizaron en las Sierras con otro objetivo. “Lo que queda en Córdoba es poco, y lo que se hizo en aquella época estaba mal hecho. Éramos grandes importadores de papel de primera calidad y las plantaciones pretendían servir para fabricar papel y evitar la importación. Para eso se exigían forestaciones con gran densidad; heredamos densidades que no tienen nada que ver con la técnica de las forestaciones para extraer la madera”, dijo.

¿Crisis anunciada?
“No quisiera ser apocalíptico, pero le queda poco tiempo a la industria forestal en Calamuchita”, lanzó el agrónomo Fernando Martínez, asesor en emprendimientos forestales. Estimó que a la industria le quedan dos años en la zona centro-norte de Calamuchita (en torno a Villa Yacanto y San Clemente), y cuatro o cinco en la sur (hacia Río de los Sauces y Alpa Corral).
“La industria forestal no gozaba de buena salud y se empeoró con el fuego de 2013. Queda mucho menos de lo que había, porque el fuego quemó mucho y los árboles que quedaron débiles son atacados por insectos que los terminan matando”, indicó.
Además de las tormentas de viento y los incendios, apuntó otro factor: el alto valor de la tierra en la zona turística, lo que hace mucho más rentable dedicarse en las Sierras a la actividad inmobiliaria que a la forestal.
“El sur de Calamuchita es la única zona que todavía se sigue reforestando algo, y es la de menor valor turístico e inmobiliario”, comentó.
Martínez sugirió, hacia el futuro, forestar con otras especies, menos combustibles que los pinos.
Desde hace unos años, algunos vienen sugiriendo que se promueva el roble y la acacia, también de valor comercial, pero de menor riesgo ante el fuego. Otros apuntan también a nativas, como algarrobos.

Dilemas ambientales
Algunos investigadores con perfil ambientalista advierten que los pinos son más combustibles que otras especies, consumen más agua que los pastizales naturales y que los bosques nativos y son especies invasoras que avanzan sobre las demás.

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Lo que el fuego destruyó y no se limpió

Se calcula que la mitad del millón de pinos que los huracanes de 2012 voltearon en Calamuchita no fueron levantados. Eso agravó los incendios de hace un año.
Una cuestión derivada de los últimos grandes incendios que no se resolvió es la de los desperdicios y la madera quemada que quedó esparcida. Es material combustible que representa un serio riesgo para agravar incendios.
Se calcula que la mitad del millón de pinos que los huracanes de 2012 voltearon en Calamuchita no fueron levantados. Eso agravó los incendios de hace un año. Y de los 11 millones de pinos quemados en 2013, más de la mitad no fue retirada. Y ese material seco incrementa los riesgos por varios años.
Para el agrónomo Esteban Zupán, el volumen de lo quemado supera largamente la capacidad de los aserraderos para procesar la madera. “No hay maquinarias para procesar eso rápido, que dé tiempo de aprovecharlo antes de que deje de ser útil”, consignó.
No se trata sólo de troncos: hay toneladas de ramas y desechos por el suelo, que pueden ser nafta para futuras chispas.
Muchos campos forestados han sido limpiados tras esos siniestros y son habitualmente mantenidos con raleos y calles cortafuegos. Pero más de la mitad no tiene ningún mantenimiento por parte de sus dueños, que no los explotan para extraer madera. Hasta ahora, el Estado no los controla ni exige con éxito los mínimos requerimientos para evitar riesgos.
Y cuando el fuego avanza, ya no distingue entre campos bien y mal cuidados.

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Exóticas vs. nativas: ¿un conflicto innecesario?

Investigadores con perfil ambientalista vienen marcando que los pinares implantados masivamente implican ciertos dilemas.
Advierten que son más combustibles que otras especies, consumen más agua que los pastizales naturales y que los bosques nativos y son especies invasoras que avanzan sobre las demás.
Durante las Jornadas Forestales de Córdoba, varios especialistas que defienden estas plantaciones, opinaron sobre la antítesis planteada entre exóticas y nativas. “Es un conflicto innecesario”, apuntó Esteban Zupán. “La forestal es una actividad productiva que tiene fecha de inicio y final. No viene a reemplazar al bosque nativo. Hay un ordenamiento a nivel provincial que define las áreas donde se puede plantar otra cosa y cuáles preservar con nativas. No es realista el conflicto. Y hablar de bosque nativo en lugares donde nunca lo hubo es hablar de introducir una especie que termina también siendo exótica”, acotó.
Consideró que “obviamente hay que recuperar al bosque nativo, porque está muy degradado en Córdoba, no sólo en superficie sino en composición genética. Hay que trabajar mucho en eso, pero no hace falta entrar en conflicto con otros bosques para producir maderas”.
Mónica Dorado opinó que “hay un movimiento que ha ganado los medios y hace fuerza contra los pinares, como si tuvieran un chip contra el ambiente”. Agregó que “todas las especies tienen distintos requerimientos de agua y nutrientes. Hay especies que van en ciertos lugares, en zonas de mucha altitud, donde ciertas nativas no van; todo se puede complementar”. Dorado comentó: “Hay altitudes donde lo nativo no se desarrolla y los pinos son pioneros; entonces son una alternativa para evitar el suelo desnudo y la erosión, generando fuentes de trabajo”.
En tanto, Aldo Rudi manifestó: “Hay buena voluntad pero una gran ignorancia, y no hay peor combinación que esa porque termina en fundamentalismo. No se trata de enfrentar, las plantas son universales; lo que hay que medir es si crecen y se adaptan”.
Fernando Martínez, a su vez, planteó que “por más que haya mil incendios más, los pinos ya son de Calamuchita, son especies naturalizadas, no se van a ir, tienen una capacidad de resiembra natural enorme. Tenemos que acostumbrarnos a ellos y tratar de cuidar ese ambiente, con forestaciones controladas, mezclándolo con otras especies para que los bosques sean menos combustibles y con una efectiva prevención”.

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