24 ago 2014

La espada de damocles de los incendios pasados



La Voz del Interior (24/08/2014)
Las secuelas son graves y el riesgo persiste

En Calamuchita, existe una importante cantidad de pinos quemados que nadie ha retirado hasta el momento. El año pasado, ese departamento tuvo 62 mil hectáreas incendiadas y Villa Yacanto fue la localidad más castigada por las llamas. Daños en la fauna.
Las condiciones climáticas justificaron esta semana el “alerta máxima” por incendios en Córdoba, pero la alarma cobró fuerza por el recuerdo aún caliente de las llamas que hace un año consumían unas 100 mil hectáreas serranas, repartiendo imágenes de destrucción que quedarán por largo tiempo en la memoria colectiva cordobesa.
Un año después, los daños ambientales y paisajísticos muestran sus secuelas y millones de pinos quemados y no retirados siguen representado riesgos en Calamuchita. Al mismo tiempo, esas llamas aceleraron una buena cantidad de debates, aún abiertos, sobre el Plan Provincial de Manejo del Fuego y su financiamiento.
No fue 2013 el año con más superficie quemada en Córdoba: décadas atrás hubo varios con más de 200 mil hectáreas afectadas. Tampoco fue el año más trágico: en 2005, por ejemplo, dos hermanos murieron quemados.
El de 2013 fue, sí, el más agresivo. Condiciones climáticas extremas (tras meses de sequía, una sucesión de días de calor, fuertes vientos y humedad del cuatro por ciento, inusual para Córdoba) facilitaron lo que los técnicos llaman “incendios explosivos”.
En apenas nueve días se quemaron 96 mil hectáreas, sólo en el área serrana, según un relevamiento satelital de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales. Es casi el doble de la superficie del departamento Capital. El valle de Calamuchita se llevó la peor parte: 62 mil hectáreas arrasadas, muchas con pinares.
El total anual, sólo en las Sierras, superó las 110 mil hectáreas, según estimaciones de este diario. Hasta hoy, el Plan Provincial del Fuego no publicó su estadística de 2013.

Casas quemadas
La Provincia puso en marcha el Plan de Reconstrucción Cura Brochero para asistir a los damnificados. Se estimó en 60 la cantidad de viviendas y cabañas turísticas dañadas. De las más de 20 casas familiares totalmente destruidas, el Ministerio de Desarrollo Social asegura que, a un año, se construyeron y entregaron 15 (10 en Villa Yacanto, tres en Salsipuedes y dos en Villa Ciudad de América) y que seis están en ejecución. Dos más no se iniciaron, argumentando problemas de dominio.
En Villa Ciudad de América se quemó también un vivero familiar, que fue reconstruido con apoyo provincial.
En el paraje La Pampa, cerca de Ascochinga, las llamas devoraron el establecimiento educativo privado La Lucena. Un año después, con apoyo de vecinos, instituciones y aportes provinciales, la nueva estructura está en marcha. Pedro Dunn, que hace un año creyó sepultado su esfuerzo de 20 años, asegura que en 2015 su colegio con orientación en ambiente retomará la actividad.
En Villa Yacanto ardieron tres aserraderos. Dos lograron recuperarse. Sebastián Martínez (39), cuya familia poseía dos, contó que entre ambos armaron uno, cuatro meses después de las llamas. De las ayudas prometidas, poco les llegó. Las líneas de créditos ofrecidas no convencían: “Tenías que empeñarte en pagar cinco o seis años y no sabemos si quedan pinos para dos o tres años”, sostuvo. Dijo que sólo recibieron un subsidio nacional de 20 mil pesos, muy bajo para el daño sufrido.

El pueblo más golpeado
Yacanto, en Calamuchita, fue la localidad más complicada. “Mejoramos mucho, pero la recuperación demandará al menos diez años. Hay pinares en los que ni se ha podido entrar y gente que perdió todo su ganado”, resume un año después Oscar Musumeci, intendente de Villa Yacanto.
En cinco años, el pueblo estuvo dos veces recalentado por las llamas, lo que generó una conciencia comunitaria. “Se vive un clima de guerra ante la sospecha de incendio”, apuntó Musumeci.
Yacanto estuvo meses sin energía porque el fuego quemó las líneas de media tensión. Con subsidios nacionales se repararon, mientras se aguantó con equipos generadores móviles.
La localidad tiene hoy más elementos para combatir el fuego: recibió un camión cisterna y una autobomba de la Nación, abrió calles cortafuegos en su perímetro y creó el área de Defensa Civil municipal.
Respecto a las varias cabañas para turismo destruidas, el intendente dijo que algunas se reconstruyeron de forma privada y otras con créditos del plan Procrear.

Ambiente y paisaje
Cada fuego impacta. Quema bosques nativos en una provincia que sólo conserva el cinco por ciento de los que alguna vez tuvo. Erosiona los suelos serranos, que pierden su capacidad de retener agua y cada lluvia termina luego más fácilmente en crecidas de ríos, y en lagos que se colman de sedimentos arrastrados.
Esa esponja dañada reduce el aporte de agua en meses de sequía, en una provincia con recurrentes crisis hídricas. Los árboles, si vuelven, tardan entre 30 y 40 años para parecerse a los adultos quemados.
La fauna silvestre se pierde: estudios muestran que dos años después de incendios sólo se observa el 41 por ciento de las aves que se veían antes.
Cada fuego compromete además el paisaje, capital vital para una provincia turística.
Demasiados costos e impactos como para que los cordobeses no hagamos lo posible para que no se repitan.

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