17 feb 2013

Daniel Renison, el reforestador de las sierras

Día a Día (17/02/2013)
El reforestador hormiga de las sierras

Daniel Renison lleva 16 años poblando con árboles nativos las Sierras Grandes. Con tenacidad y “gauchadas” reforestó más de 45 hectáreas.
No se salva. Cualquier montañista que esté camino a Los Gigantes y se cruce con él deberá hacerse un espacio en el equipaje. Algunos rollos de alambre, una pinza, un plantín de tabaquillo. Daniel Renison pedirá amablemente que colaboren con la causa. Y nadie dirá que no. Cómo negarse a contribuir con un proyecto de reforestación que hace 16 años este biólogo viene sosteniendo con un trabajo de hormiga.
Más tarde explicará que sin bosque no hay suelo y sin estos no hay agua. Dirá que el suelo de las Sierras Grandes funciona como un gran tanque que retiene el agua de lluvia. Que en época seca, ese terreno largará el elemento vital en forma de arroyo. Y que los bosques nativos son la mejor manera de conservar esos suelos. Especialmente si son de altura.
Pero la travesía recién comienza y hay que prestar atención. Cualquier descuido, como pasó una vez con la tenaza, nos haría perder media mañana para ir a buscarla.
A paso lento. Es sábado por la mañana y una densa neblina cubre el paraje de Casas Nuevas, en el ingreso al macizo Los Gigantes. Es el extremo norte del cordón montañoso de Sierras Grandes. Donde atraviesan los ríos Yuspe y San Antonio que van a parar a Cruz del Eje. “Los bosques de altura condensan la niebla y aceleran las precipitaciones. Lamentablemente, con el sobrepastoreo y la tala indiscriminada estuvimos perdiendo ese capital. Un 20 por ciento de Sierras Chicas es hoy roca expuesta, producto de la erosión del suelo. Ya no tiene capacidad de absorción”, explica.
Estamos en marcha. Para llegar al área de reforestación, en el “Valle de los Refugios”, hay que transitar cinco kilómetros y ascender 300 metros. Entre dos y tres horas estaríamos allí. Unos tabaquillos en miniatura, especie nativa de la familia de las rosas, bambolean en el extremo superior de las mochilas. “Cuando empecé a estudiar la erosión de los suelos me quedé un poco perdido. En Argentina había pocos estudios sobre el tema, a diferencia de otros países. Sudáfrica, por ejemplo, se dio cuenta de que protegiendo las montañas uno consigue un rendimiento hídrico mejor que si tuviésemos una represa. Yo me volqué hacia la reforestación, porque es un proceso que se puede medir mejor y es una de las posibles soluciones para reducir la erosión”, cuenta.
Los procesos son lentos. Cada tabaquillo crece a razón de 2 a 40 centímetros por año. Pero además hay que protegerlos del ganado. Hacer especies de jaulitas de alambre. Estudiar cuál es terreno donde crecen mejor. Cómo hacer que se propaguen con el viento, a través de las semillas. Y medir el cauce de los ríos.
“Tenemos una hipótesis: un terreno reforestado mejora el rendimiento hídrico. Para eso tomamos muestras del cauce de un arroyo, en época seca, en un sitio en el que hemos plantado especies nativas. Lo comparamos con otra muestra modelo. Hasta ahora, el resultado es positivo. Pero hay que esperar 10 años para estar seguros de que esta mejora no se debe a una modificación geológica”, explica.
No son Simpson. La de Los Gigantes es sólo una de cuatro áreas de reforestación de un proyecto que hoy cuenta con subsidio de Conicet y el apoyo de la UNC. Renison comenzó con media hectárea y hoy ese terreno –propiedad de la familia Nores- alcanza las 45. Un alambrado divide la zona experimental del espacio de pastoreo. Y la diferencia es abismal. De un lado, pastizales cortos. Del otro, un bosque que parece el de Blancanieves.
“Cuando empecé a estudiar, supe que la reforestación tiene un costo-beneficio. Por un lado puede proveer agua pero por otro lado la absorbe. Cuando supe que especies como el pino reducen de un 20 a un 30 por ciento el rendimiento hídrico de una región, comparado con una especie nativa, me quise morir. Porque yo había ayudado a plantar esos árboles, cerca del refugio del Club Andino Carlos Paz. Fuimos y los cortamos. Aunque hubo gente que se enojó, era algo que teníamos que hacer”.
Hoy Daniel tiene varios proyectos en marcha y muchos ya consolidados. Aunque nunca olvida sus orígenes y mucho menos a quienes lo bancaron desde un comienzo. Cuando una familia “tipo” trascurre su fin de semana frente al televisor, los Renison agarran tabaquillos, se suben hasta los 2200 metros de altura, los plantan y los protegen del ganado. Con jaulitas de alambre.
Perfil. Desde 1997 sumó subsidios y voluntarios. Daniel Renison trabaja en el Instituto de Investigaciones Biológicas y Tecnológicas del Conicet y en el Centro de Ecología y Recursos Naturales Renovables de la Facultad de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales de la UNC. Del proyecto de conservación participa además la ONG Ecosistemas Argentinos y el Club Andino Córdoba.

En tres pasos:
1. La base. El proyecto de conservación surgió para evitar que se propague la erosión del suelo. Hoy el 20 por ciento de las Sierras Grandes tiene roca expuesta y ya no sirve para retener el agua. En esta zona se concentra el agua de lluvia que luego abastece el 80 por ciento de la población de la provincia.
2. Los ejes. Hay cuatro áreas de reforestación. La más grande tiene 45 hectáreas y se encuentra en Los Gigantes. Docentes, estudiantes y voluntarios plantan tabaquillos (foto) y maitenes, especies nativas. De esta manera se protege a los suelos de la erosión y se evita la formación de cárcavas.
3. El objetivo. Recuperar parte del capital perdido como consecuencia de la deforestación y el sobrepastoreo. Los bosques nativos son grandes protectores de los suelos que retiene el agua y podrían llegar a mejorar el rendimiento hídrico de una región.

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