9 sept 2012
Restrepo disertó en Río Ceballos
9:32 a.m. | 
Publicado por
Eco Sitio |
La Voz del Interior (09/09/2012)
Entendimos que una ciudad debe manejarse como una casa
El reconocido arquitecto disertó en Río Ceballos sobre planificación urbana. Destacó el rol del Estado en la solución de conflictos. Fue uno de los que cambió la cara a Medellín.
Hace más de una década, Medellín era una de las ciudades más violentas del mundo, las redes ciudadanas prácticamente no existían y su territorio estaba a merced de narcotraficantes, paramilitares y sicarios. La gente vivía encerrada y sufriendo los efectos de 50 años de ausencia del Estado en las decisiones esenciales de la convivencia ciudadana. De ese diagnóstico partió un equipo coordinado por Gustavo Restrepo a comienzos de 2000 para intentar modificar el tejido social de esa ciudad, que hoy tiene 2,4 millones de habitantes. Así se acuñó el concepto de urbanismo social.
Restrepo fue el principal orador del Seminario Internacional de Urbanismo que organizaron la Municipalidad de Río Ceballos y la Universidad Nacional de Córdoba. En ese marco dialogó con este diario: “Interpretamos que la ciudadanía le reclamaba mayor presencia al Estado. Vivíamos en zonas informales en donde predominaba la violencia arraigada, guerrillas, milicias paramilitares, y los espacios públicos no existían porque eran coto de disputas intestinas. Una de las primeras decisiones fue recuperar esos territorios para los sectores desprotegidos y abrirlos a la comunidad”, dijo Restrepo.
En ese contexto se construyeron plazas, bibliotecas, centros sanitarios, colegios, hubo mejoras en vías de comunicación, transporte, edificios policiales y complejos deportivos.
–¿Cómo fue esa intervención?
–Los ciudadanos fueron determinantes en la elección de los proyectos. Se involucraron activamente y son los custodios de cada equipamiento porque fueron parte de su instalación y recuperaron la autoestima por sentirse reconocidos por el Estado. Entendieron que deben cuidar el mobiliario. A 10 años de las primeras instalaciones, las obras están intactas. Se construyó un imaginario de ciudad donde prevalecen el respeto y el reproche a los malos comportamientos. Por eso, los espacios y los edificios públicos educan.
Otro de los aspectos que destaca de esta experiencia es el uso de los recursos de manera responsable. Explica que las obras fueron diseñadas para que resultaran sustentables, con procesos transparentes de licitación, al entender que los dineros públicos son sagrados y que debe prevalecer el interés general sobre el particular.
“En términos de administración, entendimos que la ciudad debía manejarse como se lo hace en una casa, con criterio y responsabilidad”, señaló. A ello le añadió la decisión de las gestiones de gobierno de sostener esa política a largo plazo, materializada en el programa Medellín Bio 2030, que fija pautas de crecimiento e inversión.
Respecto del déficit habitacional, el modelo privilegió el mejoramiento integral de las condiciones de vida de las personas en los barrios marginales por sobre la relocalización en otros sectores. Se dotó a esos sectores de infraestructura moderna, se mejoraron los servicios de transporte y se invirtió en salud, educación y cultura.
–¿Cómo decidieron privilegiar el espacio propio?
–Nos encontramos con una sociedad herida y desconfiada, que pedía cambios de fondo. Y en el momento en que esas transformaciones llegaron a su barrio, era un contrasentido que debieran irse a otro lugar. Entonces trabajamos en mejorar sus viviendas, ayudar a comprar sus parcelas o facilitarles el alquiler del lugar en donde vivieron décadas para afianzar esa historia y la cultura ciudadana. Así, ese urbanismo de pequeñas transformaciones también resultó pedagógico: comprendimos que la relocalización es fuente de futuros conflictos si no está correctamente planteada.
Por esa experiencia, Restrepo y su equipo resultaron distinguidos en 2009 con el premio de oro de la empresa Holcim Awards para Latinoamérica.
Los resultados de ese trabajo intentan replicarse en algunas favelas de Brasil.
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Entendimos que una ciudad debe manejarse como una casa
El reconocido arquitecto disertó en Río Ceballos sobre planificación urbana. Destacó el rol del Estado en la solución de conflictos. Fue uno de los que cambió la cara a Medellín.Hace más de una década, Medellín era una de las ciudades más violentas del mundo, las redes ciudadanas prácticamente no existían y su territorio estaba a merced de narcotraficantes, paramilitares y sicarios. La gente vivía encerrada y sufriendo los efectos de 50 años de ausencia del Estado en las decisiones esenciales de la convivencia ciudadana. De ese diagnóstico partió un equipo coordinado por Gustavo Restrepo a comienzos de 2000 para intentar modificar el tejido social de esa ciudad, que hoy tiene 2,4 millones de habitantes. Así se acuñó el concepto de urbanismo social.
Restrepo fue el principal orador del Seminario Internacional de Urbanismo que organizaron la Municipalidad de Río Ceballos y la Universidad Nacional de Córdoba. En ese marco dialogó con este diario: “Interpretamos que la ciudadanía le reclamaba mayor presencia al Estado. Vivíamos en zonas informales en donde predominaba la violencia arraigada, guerrillas, milicias paramilitares, y los espacios públicos no existían porque eran coto de disputas intestinas. Una de las primeras decisiones fue recuperar esos territorios para los sectores desprotegidos y abrirlos a la comunidad”, dijo Restrepo.
En ese contexto se construyeron plazas, bibliotecas, centros sanitarios, colegios, hubo mejoras en vías de comunicación, transporte, edificios policiales y complejos deportivos.
–¿Cómo fue esa intervención?
–Los ciudadanos fueron determinantes en la elección de los proyectos. Se involucraron activamente y son los custodios de cada equipamiento porque fueron parte de su instalación y recuperaron la autoestima por sentirse reconocidos por el Estado. Entendieron que deben cuidar el mobiliario. A 10 años de las primeras instalaciones, las obras están intactas. Se construyó un imaginario de ciudad donde prevalecen el respeto y el reproche a los malos comportamientos. Por eso, los espacios y los edificios públicos educan.
Otro de los aspectos que destaca de esta experiencia es el uso de los recursos de manera responsable. Explica que las obras fueron diseñadas para que resultaran sustentables, con procesos transparentes de licitación, al entender que los dineros públicos son sagrados y que debe prevalecer el interés general sobre el particular.
“En términos de administración, entendimos que la ciudad debía manejarse como se lo hace en una casa, con criterio y responsabilidad”, señaló. A ello le añadió la decisión de las gestiones de gobierno de sostener esa política a largo plazo, materializada en el programa Medellín Bio 2030, que fija pautas de crecimiento e inversión.
Respecto del déficit habitacional, el modelo privilegió el mejoramiento integral de las condiciones de vida de las personas en los barrios marginales por sobre la relocalización en otros sectores. Se dotó a esos sectores de infraestructura moderna, se mejoraron los servicios de transporte y se invirtió en salud, educación y cultura.
–¿Cómo decidieron privilegiar el espacio propio?
–Nos encontramos con una sociedad herida y desconfiada, que pedía cambios de fondo. Y en el momento en que esas transformaciones llegaron a su barrio, era un contrasentido que debieran irse a otro lugar. Entonces trabajamos en mejorar sus viviendas, ayudar a comprar sus parcelas o facilitarles el alquiler del lugar en donde vivieron décadas para afianzar esa historia y la cultura ciudadana. Así, ese urbanismo de pequeñas transformaciones también resultó pedagógico: comprendimos que la relocalización es fuente de futuros conflictos si no está correctamente planteada.
Por esa experiencia, Restrepo y su equipo resultaron distinguidos en 2009 con el premio de oro de la empresa Holcim Awards para Latinoamérica.
Los resultados de ese trabajo intentan replicarse en algunas favelas de Brasil.
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