28 ago 2011

Estudios sobre los incendios forestales

La Voz del Interior (28/08/2011)
Tras el fuego, disminuye la población de lagartijas



Un estudio de la UNC y Conicet muestra cómo los incendios cambian el hábitat de estos reptiles. En los sitios quemados, habita un 80% menos de estos animales.
Los efectos de los incendios que todos los años afectan las sierras y el norte cordobés son visibles. El año pasado se quemaron casi 11 mil hectáreas de pastizales, árboles y arbustos. En 2009, 121 mil.
Sin embargo, ¿qué ocurre con los animales? Nicolás Pelegrín, becario de Conicet del Centro de Zoología Aplicada de la Universidad Nacional de Córdoba, estudió qué ocurre cuando se quema el hábitat de las lagartijas.
Y detectó una disminución de la población de estos reptiles del 80 por ciento al comparar una zona de la reserva Chancaní quemada hace 14 años, con otra aún intacta.
El descenso en la cantidad de ejemplares no se vio en la cantidad de especies. “Había 11 especies en el bosque intacto y nueve en el incendiado que ahora es un pastizal regenerado de tres metros de altura. Pero en algunas especies había una reducción de hasta el 95 por ciento en la cantidad. El fuego cambió el paisaje”, comenta Pelegrín.
El investigador asegura que el fuego es un factor negativo para el bosque porque los incendios actuales son antinaturales por su potencia. Incluso para árboles resistentes al fuego como el quebracho. Los efectos indirectos en la fauna son la destrucción del hábitat, lo cual altera la disponibilidad de refugios y alimentos.

Según Pelegrín, las lagartijas encuentran dos problemas cuando un bosque se convierte en pastizal: “Son lugares cerrados que dificultan la movilidad y tienen propiedades térmicas diferentes. Los pastizales tienen una gran amplitud térmica. Son muy fríos y cálidos, un inconveniente para los lagartos. El bosque ofrece diferentes alternativas para termorregularse”.
Para realizar el estudio colocó 25 trampas en cada sitio durante 86 días. Cada dos semanas las revisaba. Al trabajo lo realizó de octubre a marzo, la época de mayor actividad de estos reptiles. De esta manera, pudo determinar que en Chancaní hay 14 especies de largatijas que como máximo pueden alcanzar 40 centímetros de largo.
De paso aclara: “Las lagartijas no son venenosas, como dice la gente. No pueden causar daño en las personas. El dragón de Komodo (Indonesia) y el monstruo de Gila (Desierto de México-EE.UU.) son los únicos lagartos ponzoñosos”.
Sin pastizales. Pero Pelegrín no puede saber si la cantidad de lagartijas detectadas en el pastizal formado tras el incendio es un número ecológicamente correcto. No tiene cómo compararlo porque ya no existen pastizales en el chaco árido argentino.
Antes eran un paisaje normal, pero la ganadería cambió todo. Incluso los incendios. “Los pastizales crecen en sitios donde no crecen árboles. El ciclo de los pastizales es que crecen, se secan, se vuelven materia inflamable y un fuego los renueva. El fuego es parte del sistema”, explica Pelegrín.
Originalmente, los incendios en esa región se restringían a los pastizales. Eran fuegos bajos y poco intensos. El ganado comenzó a dispersar especies leguminosas como espinillos y algarrobos. Los pastizales se redujeron y las leñosas se propagaron. El pastizal se convirtió en un arbustal. Ahora los fuegos que se producen allí son mucho más fuertes que antes.
“Hubo un cambio en la intensidad de los fuegos. Antes sólo quemaba el pastizal. Ahora como tienen una altura mayor y un combustible más potente, alcanzan los árboles y se queman los bosques. Tienen un comportamiento impredecible y más poderoso”, señala.

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La polémica del incendio controlado

En otros países se utiliza el fuego prescripto para mejorar la biodiversidad de los bosques y evitar incendios mayores.
En algunos casos, el fuego aumenta la biodiversidad del lugar porque regula en etapas el tipo de vegetación y la fauna asociada a ella.
A su vez, una quema controlada de biomasa evita su acumulación, la cual puede ocasionar grandes incendios incontrolables.
En los fuegos prescriptos, la idea es imitar a la naturaleza. Pero Pelegrín cree que esta práctica es imposible en el Chaco Árido. “Cuando se prende un bosque nativo es difícil apagarlo. Sólo queda controlarlo”, dice.
Y agrega: “Es imposible hablar de fuego prescripto en el Chaco. La recomendación sería tener una política de remoción de material seco para bajar la intensidad de los potenciales incendios”.

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