12 feb 2011

La Quebrada: una reserva abandonada

La Voz del Interior (12/02/2011)
La Quebrada: una reserva abandonada



Ubicada en el corazón de las Sierras Chicas, tiene una superficie de 4.200 hectáreas y la visitan unas 100 mil personas cada verano.
Río Ceballos. Personal de la Cooperativa de Agua de Río Ceballos advirtió días atrás que, en un parador turístico en plena Reserva Hídrica y Natural La Quebrada, se desmontaba un sector de bosque nativo. En la zona está prohibida por ley toda deforestación sin autorización. El municipio actuó rápidamente para detener la tarea, con la participación de Ambiente de la Provincia. Ese episodio forma parte en realidad de una cadena de carencias en una reserva de 4.200 hectáreas que tiene como objetivo principal proteger, además de la naturaleza autóctona que queda, la cuenca de la que se abastece el dique La Quebrada, fuente de agua potable para 70 mil personas de la región.
El sendero que conduce a la cascada Los Hornillos es uno de los más visitados. Sin embargo, no cuenta con cartelería suficiente, espacios demarcados ni controles de guardaparques. En un recorrido por el lugar, se observa ganado suelto a orillas del lago y falta de control sobre los accesos, además de tachos de basura insuficientes.
También hay carpas en lugares no autorizados, piedras pintadas con aerosol, restos de fogones hechos con leña del lugar y hasta acampantes al pie de la cascada, sitio peligroso ante crecidas. Todas estas acciones se encuentran prohibidas, pero se incumplen a diario. Mientras, la reserva se degrada.
Para cuidar esas 4.200 hectáreas, la Secretaría de Ambiente designó a tres guardaparques, aunque dos están de vacaciones desde diciembre pasado, justo cuando la carga de visitantes llega a su pico. Cada verano, se estima que llegan al lugar unas 100 mil personas.
Acciones. Tras un reciente convenio con Ambiente provincial, el municipio colocó nueve informantes en el sector del perilago, que también controlan los espacios de uso público para evitar que dejen basura y provoquen inconvenientes. La cooperativa de agua local incorporó desde diciembre otros cuatro informantes en el acceso a la reserva, que además de repartir folletería entregan bolsas de residuos para que los visitantes no dejen basura. Antes, ni eso existía.
Ambiente anunció además que entregará una casilla para ubicar en el acceso y que invertirá en materiales para construir corrales y evitar la presencia de animales sueltos, en conjunto con tres propietarios de campos, ya que sólo el 27 por ciento de las tierras de la reserva es propiedad pública.
Darío Manea, de Áreas Naturales Protegidas de la Provincia, dijo que en la zona de Los Hornillos nunca fue controlado el impacto de los visitantes. “A partir de febrero se implementará un plan que obligará a los ingresantes a firmar un libro y aclarar su tiempo de permanencia, se definirán lugares de acampe y se mantendrá la prohibición de no hacer fuego. Además se incorporarán dos nuevos guardaparques para controlar el sector hasta la cascada”, afirmó Manea a Radio Turismo de Río Ceballos. Eso es lo que no se está cumpliendo hasta ahora.
La visión local. Pablo Gris, director de Ambiente del municipio de Río Ceballos, valoró el nuevo convenio suscripto con la Provincia, aunque esté limitado al sector del perilago. ?“La falta de controles viene desde hace muchos años. Es al menos un comienzo. Pero el esfuerzo será muy grande y se necesitan muchos recursos más que no están presupuestados por la Provincia”, acotó.
La Cooperativa local, que ruega por conservar la reserva como su fuente de agua, desde hace cuatro años interviene en acciones de concientización. Su presidente, Marcelo Fassi, expresó: “No se puede retrasar más la aplicación de un plan integral de cuidado de la reserva, que contemple un adecuado uso turístico, control de la actividad agropecuaria en la cuenca alta y un plan ordenado de crecimiento urbano en la zona de Colanchanga, aguas arriba del dique. Esto ha sido reclamado durante años y no se ha hecho casi nada”, concluyó.
La esfera privada configura otra pata esencial. “Hay temas estructurales que definen el futuro de la reserva que nadie se atreve a enfrentar, como el aumento de la población en Colanchanga ni la falta de reglamentación de filtros, sangrías o pozos negros. No existe un plan de zonificación de la reserva, que indique cómo y dónde se pueden sumar construcciones. Tampoco un programa de uso sustentable para regular la ganadería”, comentó un vecino que prefirió el anonimato por temor a represalias de lugareños y autoridades.
Varios advierten, junto a entidades ambientalistas, que si persiste el descontrol no debería sorprender que pronto aparezcan complejos de cabañas y explotaciones comerciales. Y que la reserva, cada día sea menos reserva, con menos vegetación y menos retención de agua para alimentar un lago clave para la sustentabilidad de la región.

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Leyes que no se cumplen, agua que se pierde

Con el declarado objetivo de “proteger las cabeceras de cuenca de la mayoría de los cursos de agua que atraviesan la provincia”, Córdoba fue creando por ley varias reservas hídricas. Fernando Colautti.
Lo que no creó, nunca, fueron los mecanismos efectivos para que esas reservas no quedaran sólo dibujadas en los papeles.
De hecho, todas las evidencias muestran que las sierras reservan cada vez menos agua. El tanque de los cordobeses se ha pinchado.
Deforestación, sobrepastoreo, incendios y avances urbanos o de emprendimientos sin planificación implican un combo que genera que cada vez haya menos cubierta vegetal.
De ese modo, se retiene cada vez menos agua y las vertientes y arroyos dejan de aportarla en los meses clave de sequía.
Para evitar eso, servirían las reservas hídricas. En 1987, se creó por ley la de La Quebrada, de 4.200 hectáreas, en las Sierras Chicas.
En 1999, nació la de Pampa de Achala, que abarca 146 mil hectáreas en las que nacen los ríos que nutren los lagos de Embalse y Los Molinos –este último abastece de agua a un 30 por ciento de la superficie de la Capital–, entre otros.
En 2001, por otra ley, nació la de Los Gigantes, para proteger la cuenca que alimenta al lago San Roque.
Pero las áreas declaradas como reservas no funcionan como tales. La mayoría de esos territorios son de propiedad privada y los acuerdos con sus dueños para un tratamiento de suelos adecuado no son sencillos. Menos cuando no son una prioridad política.
Las reservas de Pampa de Achala y La Quebrada no tienen casi presupuesto para guardaparques ni controles o reforestación, que eviten su continua degradación.
La de Los Gigantes directamente no existe: a 10 años de sancionada la ley, jamás fue reglamentada, por lo que no es aplicable.
Sólo con la creación en 1996 del Parque Nacional Quebrada del Condorito, vecino de Pampa de Achala, se generaron en sus 40 mil hectáreas condiciones de sustentabilidad.
En una provincia semiárida, la provisión de agua debiera ser un asunto estratégico central. Pero Córdoba sigue descuidando su fuente principal de un recurso que será cada vez más complejo y caro de obtener.

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