26 abr 2010

Algo huele mal en Bajo Grande

La Voz del Interior (26/04/2010)
Algo huele mal en Bajo Grande

La forma en que reaccionaron las autoridades municipales y provinciales ante la inevitable contaminación del río Suquía pone en evidencia una política de improvisación.
La contaminación en las aguas, cada vez peorLa contaminación del río Suquía aguas abajo de la planta depuradora de Bajo Grande, que afecta a la población de Chacra de la Merced pero que puede llegar incluso hasta la de Río Primero, es otra muestra del colapso de una ciudad como Córdoba, que sufre más de un decenio de administraciones erráticas, inconsecuentes y carentes de planificación.
Situaciones extremas como las que se viven por el volcamiento de líquidos cloacales casi sin tratamiento, con el consiguiente olor nauseabundo y el peligro latente de contraer graves enfermedades, generan, por otra parte, reacciones tardías que, si bien pueden justificarse en obligaciones administrativas insoslayables, no dejan de provocar cierto estupor en la población.
Es en ese contexto debe inscribirse la denuncia, presentada ante la Justicia por dos reparticiones del Gobierno provincial contra la Municipalidad de Córdoba, por contaminar el río Suquía. ¿Acaso la administración provincial pretende desligarse de toda responsabilidad en esta grave irregularidad, lavándose las manos con una denuncia que la ponga a salvo de posibles acusaciones de incumplimiento? ¿No tendría que ser otra la actitud de quienes, se supone, deberían colaborar para resolver tamaña irregularidad y, sobre todo, resguardar la salud de la población?
Resulta imperdonable que funcionarios municipales demoraran tanto en brindar información para prevenir a la población, omitiendo también cumplir con el plan de mitigación de las consecuencias de este tipo de desbordes. Es otra evidencia del desconcierto que impera entre los funcionarios municipales. "Es el crecimiento incontrolado, estúpido", podría decirse, parafraseando una célebre expresión de un ex presidente de Estados Unidos.
Hay datos que sólo ese desconcierto podrían ignorar, tanto en el ámbito provincial cuanto municipal. La planta de Bajo Grande fue inaugurada en 1980, cuando la ciudad de Córdoba tenía 77 mil conexiones a la red cloacal. Para 1998, las conexiones habían subido a 165 mil y ya entonces estaba sobrepasada la capacidad para tratar los efluentes cloacales. 12 años después, obras imprescindibles aún no fueron concluidas.
No podía pasar otra cosa que la que está sucediendo y, ante los hechos consumados, hay funcionarios municipales que pretenden ocultar líquidos cloacales bajo la alfombra y funcionarios provinciales que reaccionan sacándose el lazo de encima a través de una denuncia.
Semejante realidad deja en ridículo, por ejemplo, la legítima pretensión de conservar impolutas las aguas del río Uruguay ante la supuesta contaminación de la papelera Botnia. E incluso, también, la de preservar el bosque nativo, frente al avance del desmonte, para ganar tierras para la agricultura. El cuidado del medio ambiente y de la salud de la población -indisolublemente unidos- merecen prioridad en la agenda oficial.

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