20 mar 2010

200 años pisando el ambiente

La Voz del Interior (20/03/2010)
Una historia de 200 años pisando el ambiente

Por Karina Maschio
Reserva El Edén de Flora y Fauna, Villa Rumipal

El Bicentenario de la gesta de Mayo, que se celebra este año, me parece una buena oportunidad para soñarlo como un momento bisagra, que sirva para un giro como sociedad que nos reconecte con el ambiente.
Si miramos a distancia, antes de esta cultura de la que formamos parte, las comunidades originarias vivían en una relación armónica con la naturaleza. La madre Tierra y el padre Sol establecieron una relación de pares.
La relación de dependencia con ella era elegida y esto generaba una hermandad, un trueque con la Tierra: tomaban lo que necesitaban de ella y le agradecían y adoraban. Los pueblos originarios se permitían convivir con el animal que todos llevamos dentro, pero que en la actualidad -con nuestra crecida razón- hemos verbalizado y escindido de esa esencia. Negamos el núcleo, el chip más valioso, nuestra matrix .
Como naturalista, creo que el paso hacia la consolidación de la patria que dimos hace 200 años incluyó a la naturaleza y al ambiente. Nos fuimos independizando de la autoridad extranjera y de la interna, nuestra, esa autoridad que tiene lo que late dentro y que conecta con el recurso del que realmente dependemos.
Esa es una independencia que nos perjudica; la naturaleza se queja y evidencia que nos falta calidad de vida.
El hombre "blanco", del que en gran parte descendemos, llegó a estas tierras sin su tierra, con heridas en sus pies por cortar sus raíces. Esas llagas le impidieron reconectar, arraigarse y predominó el depredador. Desconoció a la naturaleza e ignoró las reglas de relación hombre-ambiente. La naturaleza fue para él un ser desconocido, del que también había que cuidarse, doblegándola.
Cuidar la naturaleza. En 200 años, parece que se nos fue la mano con el afán de independencia. La naturaleza está en rojo y avisa. Y nosotros no estamos satisfechos ni felices. Algo hicimos mal.
¿A quien no le cambia la cara cuando se hace una llegadita a las sierras? ¿Quién no se calma con el ruidito del arroyo o no siente ganas de llorar ante la negrura que dejan los incendios?
Hablo de animarnos a ver que es mentira que podemos solos, sin la naturaleza. Propongo que abramos paso al latido silvestre de nuestras emociones y necesidades de respirar, de beber agua limpia, de alimentarnos de la belleza, de satisfacernos con lo nuestro, pero a la vez conocerlo y cuidarlo.
De estos dos siglos de historia, resultamos nosotros, los de hoy. Los únicos que podemos hacer algo.
"Blancos" con un remanente nativo, con una cultura llena de conquistas, con una inercia adictiva al desafío. Veamos éste ahora: en nuestro Bicentenario, !le declaremos la dependencia a la naturaleza!

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