21 feb 2010

Opiniones sobre Epec

La Voz del Interior (21/02/2010)
Epec, la hora de la verdad

Resulta irrebatible el argumento del Centro de Ingenieros y otros expertos de que Epec es responsable de la falta de previsión, inversiones y de una planificación del servicio.
El dictamen del Centro de Ingenieros de Córdoba sobre la crisis energética que afecta a la provincia ha sido lapidario y debería ser tenido muy en cuenta por el Gobierno, los legisladores, los organismos estatales y autónomos de control y la propia Empresa Provincial de Energía (Epec). Ello porque no se trata de la opinión de un funcionario, un legislador, un dirigente político o un periodista o medio de comunicación, sino de una entidad de larga y reconocida trayectoria, que representa a los profesionales de la ingeniería y que, por lo tanto, está en condiciones de hacer un diagnóstico objetivo y veraz de la situación imperante, de señalar los errores cometidos y de sugerir soluciones para el futuro.
Mal hacen las autoridades de Epec o los funcionarios gubernamentales en rechazar o descalificar esas críticas, casi como si fueran ataques personales, cuando lo que deben hacer es tomarlas muy en cuenta, analizarlas y considerarlas como un aporte a un debate que interesa a toda la sociedad y aún no está cerrado.
El Centro de Ingenieros denunció la falta de inversión y de planificación por parte de Epec, el riesgo de indisponibilidad de energía y la carencia de personal técnico en la cantidad y calidad necesarias, lo que ha creado una situación energética grave e indisimulable en la provincia. Para la entidad, la generación de energía tuvo un déficit de 200 megavatios desde 2007 y señala que no hay razones que justifiquen ese faltante, que hubiera contribuido a evitar los cortes programados desde la salida de servicio del transformador de Malvinas Argentinas.
"El cuadro de explotación muestra que Epec depende en forma casi exclusiva de la red a cargo de la empresa Transener, y esto se agrava porque en Malvinas falta una tercera unidad de 300 megavoltios y Epec no cuenta con otra fuente alternativa para salvar esa limitación", señaló.
Las autoridades de la empresa se defienden diciendo que parte del déficit se debe a que las centrales hidroeléctricas trabajan al 30 por ciento de su capacidad debido a la crisis hídrica y que, por otra parte, no se consiguen los repuestos necesarios para reequipar las centrales viejas. Y sobre el colapso del transformador de Malvinas Argentinas, repitieron que toda la responsabilidad recae sobre Transener. Señalan, además, que la fuente alternativa, cuya ausencia denuncian los ingenieros, se está poniendo en marcha con la repotenciación de la central de Pilar.
Pero resulta irrebatible el argumento del Centro de Ingenieros y otros expertos de que Epec es responsable por la falta de previsión, inversiones y de una planificación global del servicio, a lo que hay que agregar -como dato grave- la insuficiencia de personal técnico. Es hora, pues, de tomar el toro por las astas en la crisis energética. En ese empeño deben comprometerse todos los poderes públicos de la provincia.

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Epec se escribe con "e" de eficiencia

Por Carlos Sagristani
Gerente de Noticias de Cadena 3

El modelo remunerativo del presidente de Epec debería considerarse para otras empresas públicas. Reproduce una fórmula que ya se probó virtuosa en la actividad privada: asociar el bolsillo de los directivos a los resultados de la gestión.
El origen sindical de la BAE (Bonificación Anual por Eficiencia), trasplantada al sueldo del presidente, es una singularidad del caso. Pero la heterodoxia del procedimiento importa menos que el beneficio de los clientes. La defección de un proveedor monopólico no debería opacar la eficiencia de una empresa capaz de brindar energía de calidad, con tensión óptima, en los volúmenes requeridos por la industria, los servicios y el confort hogareño, haga frío o calor, sople viento o lluevan 50 milímetros. Todo, a las tarifas más competitivas.
Si por alguna causa ajena a Epec, por cierto, algún usuario sufriera una fugaz alteración del servicio, el call center responderá con prontitud y diligencia a su reclamo.
Si la entrada en servicio de un transformador parado obligara a realizar maniobras de ajuste en la red de distribución, éstas "no serán percibidas por los usuarios", como previno el staff directivo y técnico 48 horas antes de la reconexión plena de Malvinas Argentinas. Además, los cortes funcionaron con precisión de relojería suiza.
Ninguna compañía de servicios públicos está exenta de un colapso transitorio si depende de un tercero ineficiente. Pero pocas, muy pocas, podrán exhibir tal suficiencia en el manejo de la crisis que sus directivos ni siquiera deban interrumpir vacaciones para arremangarse.
Con todo, siempre habrá espacio para la manipulación informativa, el ocultamiento de logros y la crítica malintencionada. Tampoco faltará algún sarcástico que postule el premio a la eficiencia del titular de Epec como el chiste cordobés del Bicentenario.

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Repensar el plan energético y la legislación

Por Simón Dasenchich
Ex presidente de Epec

Como introducción al tema que pretendo tratar, cambiamos los personajes y cuento cómo veo el problema ocurrido en el transformador de la ahora súper conocida estación Malvinas Argentinas.
Imaginemos esta situación: el carnicero que nos vende la carne, nos avisa que su heladera anda mal y si se llega a romper, no podrá proveernos su mercadería. Además, dice que tiene que ampliar su comercio porque compramos demasiado y que ello, como exige la ley, es a nuestro costo. El tema se complica porque en toda la provincia sólo hay dos carnicerías y son del mismo dueño. Agregó, además, como dice la ley, que no podemos comprar en otro lado. !Ah!, por si faltara agregar algo más desopilante, como dice la ley, estamos impedidos de tener nuestra propia heladera y mucho menos una carnicería.
¿Qué le pasó al país para legislar y funcionar por 15 años con semejante desaguisado?
Pues mucho tuvo que ver la famosa década de 1990 y en ella la privatización de las empresas públicas del área energética. Para muchos técnicos representó un éxito sin precedentes y la debacle de los servicios para muchos otros.
Si buscamos las explicaciones de entonces sobre el funcionamiento de estas empresas en la órbita del Estado, encontraremos citas clásicas como la falta de inversiones, la enorme burocracia empresarial, una excesiva actividad gremial que paralizaba los servicios.
Obviamente, no se puede dejar de pensar en la necesidad del entonces Gobierno nacional de obtener fondos frescos y los clásicos condicionamientos de los organismos internacionales para acceder al crédito.
Quizás todas estas citas sean parcialmente ciertas, al menos mínimamente. Pero también es cierto que ese estado de funcionamiento fue el resultado de la falta de capacidad y de gestión de los propios gobiernos, sean éstos de facto o democráticos.
Convertibilidad y privatizaciones. En ese estado de cosas, en un país que salía de más de 10 años de inflación y de permanente inestabilidad política, la venta de empresas estatales debía ser un negocio por demás rentable para que fuese atractivo para los inversores extranjeros y algunos socios locales. Y lo fue.
El ancla jurídica del proceso de privatización fue la ley de Convertibilidad. Si bien en los pliegos licitatorios y contratos de concesión se contemplaron planes de inversión y programas de calidad que las empresas cumplieron en los primeros años, ya en los procesos de revisión quinquenal de tarifas, hicieron todo lo posible por sortearlos.
Hasta ahí, los servicios en manos privadas, funcionaban prolijamente, pero claro, con tarifas dolarizadas a estándares internacionales y con clientes que podían pagarlas. Pero la crisis de 2001 desnudó todas las falencias del sistema por falta de alternativas. Ya nunca nada fue igual. El crecimiento de la economía a partir de 2003 se trasladó a la energía y las inversiones que no se hicieron cuando se podía, las tuvo que encarar el Estado nacional.
¿Ganamos o perdimos? Por ejemplo, entre el Estado y los consumidores en los últimos cinco años se han invertido alrededor de cinco mil millones de dólares en redes troncales de gas natural.
Por la venta de la ex Gas del Estado, en su venta desagregada de nueve distribuidoras y dos transportadoras, se recaudó en 1992 sólo algo más de 1.600 millones de pesos/dólares, de los cuales, un porcentaje fue pagado en bonos de deuda que fueron comprados al 10 por ciento de su valor.
El ejemplo exime de mayores comentarios. Repsol tuvo utilidades en un año por el mismo importe que compró YPF. Ya nunca será lo mismo y las oportunidades perdidas difícilmente las recuperemos.
¿Qué se resolvió con las privatizaciones: la falta de inversiones, la enorme burocracia empresarial, la excesiva actividad gremial que paralizaba los servicios? Los resultados están a la vista y cada argentino tendrá una mirada distinta sobre el particular.
En lo que coincidiremos es en la necesidad de repensar los próximos 15 años y acomodar la legislación a la realidad.
Quisiera creer que hemos alcanzado la madurez y estamos en condiciones de discutir qué queremos en esta materia y qué podremos oír sin taparnos los oídos, ver sin cubrirnos la vista y lo más importante, hablar desde la razón.

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