28 jul 2009

Lo pequeño no deja ver los árboles

La Voz del Interior (28/07/2009)
Lo pequeño no deja ver los árboles

Mientras la mayoría de los países del mundo trabaja en un proyecto para recuperar la riqueza arbórea del planeta, la Argentina se margina y alienta la deforestación.
En 2006, el Programa Mundial de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) hizo suya una iniciativa de la premio Nobel y fundadora del Movimiento del Cinturón Verde Keniano, profesora Wangari Maathai, y del príncipe Alberto de Mónaco, destinada a promover la plantación de mil millones de árboles en todo el planeta. El objetivo era introducir un elemento natural que contribuyera a reducir las graves consecuencias del cambio climático causado por la emisión de gases contaminantes que provocan el llamado "efecto invernadero".
Los resultados superan con amplitud todas las expectativas: en 18 meses, se plantaron dos mil millones de árboles. Y, en razón de la magnífica conciencia reforestadora creada, se ha fijado un nuevo reto: llegar a siete mil millones de árboles, es decir, uno por cada habitante de la Tierra.
Participaron de este movimiento 155 países miembros de la ONU. Y lo que resulta sorprendente y conmovedor es el hecho de que África sea la región con mayor aporte arbóreo en esta primera fase de la campaña, con más de la mitad de los árboles plantados en todo el mundo. Lo que destaca aun más esta proeza es que desde hace una década gran parte del territorio africano está afectado por una intensa sequía y las penurias en materia de disponibilidad de agua son elevadas. A pesar de esas adversidades, medio millón de escolares del África subsahariana e Inglaterra se unieron a esta campaña y se transformaron en la mayor fuerza movilizada por este proyecto, destinado a recuperar la legendaria riqueza arbórea de ese continente.
Etiopía, una nación desangrada por una prolongada y cruel guerra civil, ha demostrado poseer una conciencia ecológica que se sobrepone a esa tragedia y, con 700 millones de árboles plantados, encabeza las estadísticas mundiales. Le sigue Kenia, con 100 millones. En Asia menor, en Turquía, 35 millones de niños y adolescentes señalaron el camino del rescate del ecosistema global con 400 millones, mientras que en el sudeste asiático, la India, otra de las regiones duramente castigadas por adversidades climáticas, los escolares han cumplido una tarea muy meritoria: sólo en la región de Uttar Pradesh se plantaron en un día 10,5 millones de árboles.
En América latina, México, con 250 millones de unidades, demostró poseer una conciencia ecológica activa. Lamentablemente, en nuestro país, poco y nada se ha hecho. Sigue siendo ejemplar, pero por lo que no hace, aunque son perceptibles con facilidad los problemas causados por el efecto invernadero (dislocación del régimen de lluvias, recalentamiento, catástrofes naturales como sequías, pérdida de las capas fértiles e inundaciones). Una vez más, por soberbia o por incapacidad, la Argentina se automargina de un proyecto de bien común.
No sólo la plantación de árboles ha sido exigua en el territorio nacional (desaprovechándose en algunas regiones condiciones naturales para el crecimiento rápido de especies), sino que, con una política de imprevisión que será juzgada por las generaciones de nuestro devenir, se ha tolerado la destrucción de bosques y montes naturales para expandir el cultivo de soja. Que esto provoca tarde o temprano un cambio climático, y que ese cambio siempre será para peor, se conoce a la perfección.
Lo imperdonable es que nada se haga para revertir este proceso de degradación, más allá de los discursos oficiales contra el campo; por lo contrario, por acción u omisión, se lo estimula. Es que los cálculos sobre lo que se obtendrá mediante retenciones a las exportaciones de granos priman sobre otros cálculos que, en el mediano y largo plazo, tienen un costo comparativamente muy superior en términos de exportación de nutrientes naturales, pérdida de fertilidad y potenciación de los procesos de erosión hídrica y eólica.
Hay algo de simbólico en todo esto. Si se opta por un "yuyo", como lo denominó de manera despectiva la presidenta Cristina Fernández, mientras se desprecia la nobleza y altitud del árbol, es porque hace décadas la Argentina ha optado por empequeñecerse.

Ver Noticia On Line

0 comentarios:

Buscar este blog

Blog Archive

Temas

Archivo de Blogs