22 jul 2009

El fuego, siempre de temporada

La Voz del Interior (22/07/2009)
El fuego, siempre de temporada

La aparición anticipada de incendios en las sierras y en otros puntos de la provincia, apagados con la ayuda de las condiciones climáticas, debería ser tomada como una alerta que active todas las defensas contra este flagelo recurrente.
Un viejo eslogan que promocionaba el turismo expresaba que Córdoba estaba "siempre de temporada". Pues bien, hoy por hoy podría reactualizárselo con una leve modificación, colocando el fuego en lugar de la provincia. En estos días, con alguna anticipación respecto de años anteriores –y como si fuera el cumplimiento de un destino inexorable–, comenzó "la temporada de fuego", que promete ser angustiante si las lluvias son escasas, como suele ocurrir, hasta la primavera.
No puede decirse que el Gobierno provincial haya estado inactivo en este tema. En todo caso, sí puede afirmarse que sus medidas no han sido eficaces para prevenir los incendios y, cuando estos se desataron, tampoco para su control, que depende más de la providencia que de los medios con que cuentan los bomberos en su lucha desigual contra llamas que se extienden por bosques y pastos secos que parecen pólvora.
A través de las facturas con que la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (Epec) cobra sus servicios a los usuarios, la Provincia recauda el denominado Impuesto al Fuego. Y ni los bomberos se salvan de pagarlo.
El Impuesto al Fuego es la base de financiación más importante que tiene el Fondo de Prevención y Lucha Contra el Fuego (ley 9.147, sancionada el 29 de diciembre de 2003), constituido para solventar tareas de prevención, capacitación y suministro de equipamiento para fortalecer a los bomberos ante los incendios forestales que azotan las sierras.
La ley original establecía que los usuarios residenciales debían pagar entre 50 centavos y dos pesos, según el consumo. Pero luego, la ley 9.268 (16 de noviembre de 2005) modificó esos montos, incrementándolos entre 300 y 500 por ciento. Ha habido, es cierto, adquisición de equipos costosos y la implementación de un sistema de prevención que incluye un seguimiento del denominado riesgo de incendios. Pero, por lo visto en estos días, ni el equipamiento es suficiente ni las tareas de prevención pasan de un cúmulo de buenas intenciones que sólo ha conseguido disminuir en dimensiones poco satisfactorias las hectáreas quemadas.
Esas estadísticas se verán sin duda alteradas para mal cuando se incorporen las consecuencias de los últimos incendios en La Calera, las Altas Cumbres y otros puntos de la provincia, frenados por una oportuna nevada: 900 hectáreas arrasadas en el Parque Nacional Quebrada del Condorito y unas 30 hectáreas de pinares quemados por un incendio intencional en una zona cercana al lago Piedras Moras, en Almafuerte. Hubo, además, puestos de ventas quemados, evacuados y la natural zozobra porque las llamas se acercaron a zonas pobladas.
Cabría pues concluir que, dadas las condiciones tan favorables que presenta gran parte de la provincia de Córdoba para la ocurrencia de incendios forestales, en particular el sector centro, norte y oeste, coincidente con las sierras y con los bosques chaqueños de llanura, habría que tomar estos incendios anticipados como una alerta que active todas las defensas.
La primera medida debería ser sentarse a reflexionar acerca de dónde poner el acento en la acción, habida cuenta de que a estas condiciones favorables para las llamas las ayuda la mano del hombre –por negligencia, ignorancia, imprudencia y, a veces, macabra e inexplicable intencionalidad– casi en el ciento por ciento de los casos.
A nadie convienen los incendios, salvo a alguna mente enfermiza o quizá a quienes suponen que pueden lucrar, no sabemos cómo, con este flagelo.
Recurrir a la conciencia ciudadana, a la voluntad firme de controlar la conducta propia y la ajena en esta cuestión tan delicada y peligrosa, invertir más en procesos personales de aprendizaje, sin descuidar la tecnología y el equipamiento imprescindible, podría ser una vía alternativa a explorar.
Todo lo que se haga es vital para no caer en la resignada contemplación del humo y las llamas que, como un destino inexorable, nos visitan año tras año.

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