11 may 2008

Aturdidos por el ruido de fondo en la Capital

La Voz del Interior (11/05/2008)
Aturdidos por el ruido de fondo



Los resultados preliminares de un estudio que está realizado el Centro de Investigación y Transferencia en Acústica de la UTN advierten sobre los altos niveles sonoros en el centro de la ciudad. La falta de una normativa acorde dificulta las tareas de control y perjudica a los que viven en la zona.
Los cientos de miles de personas que viven o trabajan en el centro de la ciudad de Córdoba soportan niveles de ruido constante, equivalentes al de un cantante a un metro de distancia durante ocho horas diarias. Es el resultado de las cifras preliminares de un estudio que realiza el Centro de Investigación y Transferencia en Acústica (Cintra), de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN),
El Cintra está confeccionando un mapa de ruido de la ciudad. Se trata de un estudio compuesto por un componente objetivo –mediciones de ruido, que proviene principalmente del tránsito–, y otro subjetivo –encuestas a los residentes–. Las primeras se realizan por medio de aparatos que registran los sonidos, mientras que en los segundos se utilizará una encuesta que será entregada a los vecinos por las administraciones de los edificios en que habitan.
Para entender el ruido, hay que entender la escala en que se mide. El nivel más bajo es cero decibeles, y es lo mínimo que puede percibir el oído humano. Mientras que el máximo tolerado es de 140 decibeles, equivalente a un avión a reacción a 30 metros.
Se trata de una escala logarítmica: dos cortadoras de césped que producen cada una un ruido de 60 decibeles, no dan una suma de 120, sino de 63. Por lo que la diferencia entre las medidas, por mínima que parezca, es muy sensible al oído humano.
De las mediciones de ruido, realizadas por el Cintra en las principales arterias del Centro, ya existen datos preliminares que indican un resultado que debería alertar a las autoridades municipales: se supera ampliamente el límite establecido por la normativa vigente.
La ordenanza municipal 8.167, que regula todo lo referido a ruidos, divide la ciudad en diferentes zonas. Por ejemplo, las zonas industriales tienen un límite de ruido durante el día que no puede superar un promedio de 70 decibeles.
En el Centro y Nueva Córdoba, el promedio es de 60 decibeles, en las zonas residenciales de 50, y en donde se encuentran los hospitales no pueden superar los 40 decibeles. En horario nocturno, a todos esos promedios se les debe restar 10 decibeles.
Las mediciones preliminares del Cintra determinaron que en el Centro se alcanzan niveles máximos de hasta 96 decibeles. Cabe aclarar que no se trata de un nivel pico: el máximo es un equivalente al 70 por ciento del valor más alto registrado.
Otras lecturas preliminares realizadas por los especialistas, determinaron que en un departamento ubicado en un primer piso, el nivel de ruido diario es 10 veces superior al permitido.
“Si tomamos en cuenta una especie de promedio que calculan los aparatos, y la disminución por la distancia, estamos en 70 decibeles de ruido de fondo en un departamento de un primer piso”, explicó Aldo Ortiz, miembro del Cintra.
“Esa cifra es 10 veces más de lo permitido, y equivale a tener un cantante a un metro de distancia”, agregó Jorge Pérez Villalobo, que también forma parte del equipo que realiza el estudio.

Tráfico dañino
La mayor parte de los ruidos proviene principalmente del intenso tráfico que transita por el centro de la ciudad. Los escapes de los vehículos son los principales productores de contaminación sonora.
Además, el tránsito también produce sonidos de baja frecuencia, que son mucho más perniciosos ya que sólo son oídos a muy altos decibeles.
Los expertos aseguran que el mapa de ruido finalizado también registrará la incidencia de los sonidos de baja frecuencia. La experiencia se lleva a cabo con voluntarios y becarios, sin ningún tipo de ayuda oficial.

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Medir el ruido

El sonido es una variación de presión, por lo que la unidad de medida es el micropascal, que estipula en 20 el sonido mínimo perceptible por el oído y en 100 mil millones el máximo. Como la escala es poco práctica, se utilizan los decibeles, escalonados de 0 a 120 en una tabla algorítmica.

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Una ordenanza desactualizada

La normativa que regula los ruidos en la ciudad de Córdoba se encuentra desactualizada y no permite una aplicación acorde a la concepción del ruido como factor contaminante. Así lo reconoció el subsecretario de Ambiente de la Municipalidad, Fernando Cámara.
Se trata de la ordenanza 8.167, que data de 1986. Divide a los ruidos según los tipos de fuentes que la produzcan: las fuentes fijas como comercios o industrias, y las móviles como unidades de transporte.
"Las primeras son controladas por la dirección de Habilitación de Negocios, mientras que el transporte por la dirección de Tránsito", explicó Cámara.
"Es una ordenanza vieja, porque cuando se promulgó, se consideraba al ruido como nada más que eso. Ahora hay una concepción distinta, ya que se lo considera como contaminante, igual que la contaminación visual y la del aire", indicó el funcionario.
Para ello, el Ejecutivo municipal está estudiando modificar la norma. "La ordenanza no da herramientas para más controles, por eso hay que modificarla", agregó Cámara.
Monitoreo y controles. Además, el funcionario aseguró que con la próxima puesta en funcionamiento del recuperado laboratorio móvil del Observatorio Ambiental municipal, también se comenzará a monitorear los niveles de ruido.
"Apuntamos al monitoreo, para saber cuáles son los parámetros sobre los que tenemos que trabajar. Los controles lo van a hacer las direcciones pertinentes", afirmó.
Sobre los niveles de ruido actuales en la ciudad, Cámara dijo que se trata de un problema de cantidad de autos circulando y no de calidad de los vehículos, lo que hace más viable el ordenamiento.

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Una responsabilidad compartida

Desde el abordaje interdisciplinario de la problemática de la contaminación sonora que sostenemos, cualquier sonido puede asumir el valor de ruido no sólo por sus específicas características acústicas, sino principalmente por su interferencia en factores inherentes al sujeto oyente.
Es decir que todo sonido con características acústicas diversas es considerado ruido por el hombre, cuando es percibido como violencia acústica, en casos extremos, o intromisión o interferencia, llegando en algunos casos a perturbar su quehacer habitual.
La concentración de la población en las grandes ciudades, ha producido un incremento considerable de ruidos provenientes de diversas fuentes (vehículos automotores, construcción, industrias, música, actividades recreativas, animales domésticos) que invaden los ambientes.
Esto se evidenció en una investigación interdisciplinaria que realizáramos en nuestra Ciudad hace más de una década –se está actualizando durante el presente año– en la que se encontró que, en varias de las zonas estudiadas, el ruido urbano excedía los niveles internacionalmente aceptados, produciendo en las personas afectadas diversos tipos de trastornos.
Desagrado, molestia, enojo, frustración, pérdida de sueño, múltiples interferencias y perturbaciones en las actividades cotidianas, son las quejas más comunes de la gente relacionadas con la contaminación sonora.
Asimismo, el ruido es científicamente reconocido como productor de estrés, respuesta global y no específica del organismo que ocurre a nivel biológico, fisiológico y social ante un agente agresor incidiendo sobre la salud.
Los efectos más comunes encontrados por los investigadores se relacionan con problemas en el funcionamiento de los sistemas circulatorio, respiratorio, endocrino, inmunológico, sistemas sensoriales especializados y perturbaciones en algunos de los estadios del sueño, dependiendo de niveles y tipos de ruidos.
La contaminación sonora interfiere en el bienestar, y precisamente, la Organización Mundial de la Salud incluye a ese estado del ser humano, dentro de su definición de salud.
Son las conductas inadecuadas de las personas las que ocasionan contaminación ambiental y se requieren leyes estrictas para su mitigación y control. No obstante, poco sirven las medidas coercitivas resultado de las mismas si no se acompañan con un programa educativo, que permita que la población se involucre en la problemática del ambiente y el respeto por quienes lo integran.

Ana María Verzini
Licenciada en Psicología. Investigadora del Conicet y del Cintra de la UTN

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