23 mar 2008

Escasez de peperina, el yuyo cordobés

La Voz del Interior (23/03/2008)
Alertan sobre la escasez de peperina, el yuyo cordobés



La peperina, uno de los símbolos de la esencia cordobesa, está en alerta. Es que la antigua imagen del niño vendiendo el yuyo al costado del camino se contrapone con las toneladas que los cosechadores recolectan del monte para satisfacer la demanda de las yerbateras.
Científicos aseguran que el marco de explotación de esta hierba es crítico porque la demanda sigue aumentando y los recolectores no aplican prácticas de cosechas conservacionistas. Además, no hay un marco regulatorio adecuado y, por lo tanto, no hay controles.
Este oloroso yuyo es el principal sustento de muchas familias serranas. La cosecha se realiza en estado silvestre. Investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) trabajan en diferentes alternativas para evitar que desaparezca.
La bióloga Estela Bonino, del Centro de Zoología Aplicada, propone aplicar técnicas de cosecha silvestre conservacionistas, mientras que Marta Ojeda, ingeniera agrónoma, estudia la domesticación de la planta.
“Los cosechadores me dicen que en algunas zonas ya no se encuentra peperina”, asegura Bonino. En esto coincide con Ojeda: “Los recolectores tienen que ir más arriba del cerro a buscarla. Cada vez hay más empresas que la demandan”. No hay estudios para diagnosticar el estado de la peperina. Pero el relato de los cosechadores y la creciente demanda indican que está en retroceso.
Bonino está “censando” la peperina de los departamentos de Pocho y Cruz del Eje para saber cuál es su situación. No deja de sorprenderse como los acopiadores se llevan fardos y fardos de la hierba. Estima que sólo en esta zona se cosechan cuatro mil toneladas al año. “La recolección es intensiva debido a que hay un circuito comercial desde hace 10 años”, explica la bióloga.
Frente a esta alerta, Bonino plantea que los cosechadores apliquen técnicas de cosecha conservacionistas: usar tijeras de podar (al arrancarla con las manos, no hay rebrote), dejar ramas con semillas sin cortar; evitar cortar todas las plantas de un mismo sitio y no cosechar las pequeñas.
“Es el enfoque promueve la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) en los países en desarrollo. La conservación a través del uso sustentable y la transferencia del manejo a las comunidades regionales”, asegura.
Para Bonino, esta alternativa tiene muchas ventajas frente al cultivo: no hay costos de producción, no hay cambios culturales, ni hay que invertir en tecnología.

“Domar” la peperina
Ojeda, en cambio, apuesta por la domesticación. Esto es, que se cultive para cubrir la demanda de las empresas y evitar así la cosecha de la peperina silvestre. “Los recolectores no creen que se pueda cultivar o piensan que no es necesario porque entienden que siempre va a estar en el monte”, cuenta.
Sin embargo, la agrónoma asegura que va a llegar un momento en que la demanda va a ser mayor que la que hay en los montes. “Hay empresas que están pensando en sembrarla”, alerta.
La razón detrás de la alternativa de la domesticación es proteger la biodiversidad. “Conservar la biodiversidad también significa proteger las peperinas de cada montecito porque en cada uno la planta tuvo su propia evolución. Entonces, cada planta es única e irrepetible, como cada ser humano”, explica.
Pero, para cultivarla, primero hay que lograr que la planta sea productiva. Hay que “domar” al salvaje yuyo. Ése es el trabajo que realiza la agrónoma.
Su grupo recolectó semillas de peperinas de Córdoba, Tucumán y San Luis. “Con plantines y germinadores, observamos cómo crecía y florecía, si mantenían las mismas características que tenían en el monte. También investigamos cómo lograr una peperina de hoja más grande y si se le debe aplicar fertilizante”, describe.
La idea es enseñarle a los recolectores a cultivarla y a que aprendan a secarla para agregarle más valor al producto final.
Sin embargo, tanto fomentar el cultivo de la peperina como implementar técnicas de cosecha más “verdes” implican cambios culturales difíciles de inculcarles a los pobladores, acostumbrados a arrancarla del monte y a la idea de que tendrán peperina para siempre.
Por ello, tanto Ojeda como Bonino apuestan por los niños. Realizan trabajos educativos en escuelas de la zona de cosecha. Buena parte del futuro de la peperina reside en que las jóvenes generaciones aprendan a convivir con este intenso aroma serrano.

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¿Cuántas especies hay?

Los botánicos aún no se deciden sobre cuántas especies de peperinas hay. “En taxonomía, muchas veces no existe una solución que aceptan todos”, aclara Alexander Schmidt, un botánico alemán que estudia la peperina en la Universidad de Halle. Hasta el trabajo de Schmidt, el último estudio botánico para saber si la peperina es una o son varias especies lo realizó Epling en 1936. Reconoció 12 especies aunque admitió dificultades para diferenciarlas. Finalmente, sugirió que se tratara como una sola especie polimorfa: Minthostachys mollis.
Desde 2002, Schmidt realiza análisis genéticos y moleculares para clasificar a las peperinas de América. Determinó que hay 17 especies. “El agrupamiento de todo el género en una sola especie (Minthostachys mollis) es inapropiado y obstaculiza el estudio morfológico y genético, datos útiles para aprovechar mejor sus propiedades”, señala. Según el investigador alemán el nombre científico preciso para la peperina cordobesa sería Minthostachys verticillata.

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Con tonada americana

Nombre. Minthostachys mollis. (o Minthostachys verticillata). En Perú y Bolivia la llaman muña; tipo o poleo en Ecuador.
América. Crece entre los 700 y 1.600 metros de altura desde las sierras de Córdoba hasta Venezuela.
Tamaño. Semiarbusto aromático, de 0,30 a 2 metros de altura, perenne. Se encuentra en lugares húmedos y a la sombra. Suelen formar parches de plantas.
Flores. Sus flores blancas la diferencian de su pariente olorosa: la menta.

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