17 feb 2008

El romperredes

La Voz del Interior (17/02/2008)
El romperredes



En Miramar hay comercios que siguen ofreciendo pejerrey a sus clientes, pese a que la pesca comercial está prohibida desde hace más de un año".
Alberto Godoy divide la opinión de los pescadores con red en Mar Chiquita en dos partes iguales. “Una mitad –dice él con humor– se acuerda muy mal de mi madre y la otra lo hace igualmente mal de mi padre”. Hizo (y hace) méritos suficientes para provocar tanta antipatía en ese colectivo: desde que la provincia dispuso la veda de la pesca comercial en la laguna, en noviembre de 2006, en su función de coordinador de la principal reserva natural de Córdoba lleva decomisados hasta la fecha unos seis kilómetros de redes a los pescadores furtivos que depredan la riqueza ictícola del lugar, especialmente el pejerrey.
No obstante, la actividad clandestina mantiene el pulso al igual que Godoy la voluntad para combatirla, y consumar algún día el sueño de ver al Mar de Ansenuza y a los Bañados del Río Dulce convertidos en un destino codiciado por los pescadores deportivos y los cultores del turismo sustentable.

–En la Secretaría de Ambiente de la Provincia se lo conoce a usted como “el romperredes”. ¿Por qué ese mote?
–Debe ser por el resultado de los controles para combatir la pesca furtiva y otras actividades depredadoras en Mar Chiquita. Desde que la Provincia dispuso la veda de la pesca comercial, en noviembre de 2006, hemos decomisado hasta la fecha unos seis kilómetros de redes.

–¿Los controles han provocado que la pesca furtiva haya disminuido o sigue siendo importante?
–Disminuyó mucho, pero sigue habiendo gente que asume el riesgo para hacerse un “extra” tentada por la plata que le ofrecen por la producción.

–¿Cómo es eso?
–Aquí en Miramar y en la zona hay comercios que siguen ofreciendo el producto a sus clientes pese a que la pesca comercial está prohibida. Pagan unos 12 pesos el kilo de pejerrey y eso es una tentación para que los pescadores tiren la red. Tenga en cuenta que tirando dos redes pueden llegar a sacar hasta 50 kilos de pescado directamente para la venta.

–¿Cuánto vale cada red?
–Unos 500 pesos, aunque hay unas brasileñas que son un poco más baratas.

–¿Cuál es el destino de las redes decomisadas?
–Las enviamos a la Secretaría de Ambiente de la provincia donde se las quema.

–Los controles no deben resultar fáciles de hacer teniendo en cuenta que la superficie de la laguna es de casi un millón de hectáreas.
–Es una tarea difícil. La laguna es tres veces más grande que el Mar Muerto, en Israel. Colinda con tres provincias: Córdoba, Santiago del Estero y Santa Fe. Además, muchos caminos llegan hasta las costas y eso complica la tarea. Pero diría que, actualmente, un 80 por ciento de la laguna está controlada. Al comienzo de la veda, los pescadores entraban con lanchas, lo que facilitaba su detección. Después empezaron a emplear embarcaciones sin motor (botes, piraguas) y ahora entran caminando, lo que dificulta más ubicarlos aunque el impacto depredador es muchísimo menor. Pero disponemos de vehículos para vigilar por tierra, una embarcación bien equipada para los controles por agua y periódicamente sobrevolamos la zona en un avión de la provincia para detectar huellas en las costas.

– ¿Eso ha contribuido a la recuperación del recurso en la laguna?
– La veda de la pesca comercial y los controles, sobre todo en las áreas de desove y reproducción, han permitido que la población ictícola haya mejorado notablemente en cantidad y calidad.

–¿Eso está documentado?
– Si. Hace varios años, la entonces Agencia Córdoba Ambiente y el Consejo Federal de Inversiones (CFI) realizaron un estudio que determinó que Mar Chiquita tenía una población impresionante de pejerrey pero de tamaño chico, pese a que la variedad en la laguna es la que alcanza el mayor desarrollo. Eso motivó la veda y se ajustaron los controles que antes no eran buenos. Ahora las piezas que se capturan con cañas sirven para el plato lo que permite disfrutar de la pesca. Pero también hay un dato que aporta la naturaleza y que es infalible. Reaparecieron en la laguna los biguá, las gaviotas y algunas especies de patos que se alimentan principalmente del pejerrey y que habían desaparecido prácticamente en la zona.

–¿Qué habría que hacer para que este proceso de recuperación, según dice, se consolide y se prolongue en el tiempo?
–Continuar con lo hecho, pero fundamentalmente toda la región debe tomar conciencia de la necesidad de recuperar la laguna, para que vuelva a ser un destino apreciado para los pescadores y los turistas que buscan ofertas naturales. Eso posibilitaría una mejor distribución de los recursos que se generen y la creación de fuentes de trabajo genuinas.

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Peces protegidos

Gigante azul. La laguna mar Chiquita tiene una superficie cercana al millón de hectáreas.
Tributarios. Los ríos que vierten sus aguas en el espejo son el Dulce, el Suquía y el Xanaes.
Desastre natural. En diciembre de 1978, el Mar de Ansenuza (como llamaban los sanavirones a la laguna) creció de manera descomunal, sepultando bajo sus aguas a 102 hoteles y más de 200 viviendas.
Peces milagrosos. En los albores de los ‘80, el descenso de la salinidad del agua provocó el milagro de la multiplicación de los peces. El pejerrey invadió la laguna y su extracción con fines comerciales, aprobada en 1996, se convirtió en un importante puntal de la economía regional.
Freno. La explotación desmedida llevó a suspender la pesca comercial. La veda rige desde fines de 2006.

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¿Exageración de pescador?

Alberto Godoy es un enamorado de Mar Chiquita y un pescador apasionado. Esos rasgos distintivos se ponen en evidencia a poco de entablar una conversación con él.
“La variedad de pejerrey que puebla la laguna es la de mayor porte de las que hay en el país. Se han extraído piezas de dos kilos y yo hice filetes de 1,4 kilo ya eviscerados y despinados”, aseguró en tono convincente.
–Los pescadores tienen fama de exagerados...
–Es cierto lo que le digo. Hay fotos que no me dejan mentir.
La catástrofe ocurrida hace tres décadas en Mar Chiquita, cuando la laguna creció de manera desmesurada e inundó la mitad de Miramar (102 hoteles y unas 200 casas quedaron sepultadas bajo las aguas), tuvo como correlato benéfico un descenso de la salinidad del agua que permitió que el pejerrey se multiplicara de manera excepcional en el espejo. La modificación de la ley de pesca de la provincia, en 1996, acompañó esa novedad y autorizó la extracción de esa especie con fines comerciales únicamente en esa laguna.
La actividad tuvo un desarrollo importante, a tal punto que, una década atrás, de los 80 pescadores comerciales habilitados en Córdoba 60 vivían en Miramar y localidades aledañas, según un informe elaborado por la Fundación para la Defensa del Ambiente (Funam).
Luego, la ineficiencia de los procesos de captura (“muchas veces se tiraban 20 ó 30 redes cuando alcanzaba con 10, es decir que se desperdiciaban dos tercios de la producción porque no había plantas importantes de faenamiento en la zona”, dice Godoy) y la falta de controles por parte de la Provincia hicieron que el recurso se fuera depredando hasta llegar a un punto crítico.
La merma poblacional del pejerrey se vio reflejada en otro dato objetivo: de los siete mil permisos de pesca deportivas que se extendían para Mar Chiquita a mediados de los ‘90, se pasó a un tercio de esa cifra en la actualidad, según los datos registrados en el Plan Provincial de Pesca.

De noche no
En la actualidad, sólo está permitida la pesca deportiva en la laguna en horario diurno.
El año pasado se prorrogó hasta el 21 de diciembre de 2008 la veda nocturna de pesca deportiva de pejerrey (de 19 a 6.30) no sólo en Mar Chiquita sino en todos los lagos y lagunas de la provincia.
Además, para la práctica, los pescadores deben portar la licencia de pesca correspondiente, extendida por la autoridad oficial en la materia.
Por información adicional, comunicarse al (0351) 434-3310 al 14 (Secretaría de Ambiente).

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